Conocí una historia hace diez años que siempre me viene a la memoria cada que veo titulares sobre las “trabajadoras sexuales” antes llamadas peyorativamente “prostitutas”, noticias no siempre afortunadas.
Un amigo que me editaba videos de entrevistas y crónicas que realizaba, me presentó a una amiga suya que hacía pocos días había llegado de Italia, y que por esas casualidades que parecía venir más de una “causalidad”, se conocieron en esos precisos días pues la “diva” se estaba hospedando en un pequeño hostal a dos pasos de su casa en el barrio La Rivera de Cali.
Mi amigo a quien llamaré “Joselo” me la presentó muy entusiasmado como vaticinando que alguna buena historia saldría de ese encuentro.
-Te presento a Margaret, es caleña pero vive hace veinte años en Italia, y te va a contar una historia demasiado loca, “de pronto te sirva”, me dijo Joselo.
Margaret se fue a vivir hace dos décadas a Italia después de robarle tres kilos de droga a un novio que tenía y quien trabajaba con los Rodríguez los narcos del cartel de Cali, pudo vivir del producto de ese “cargamento” casi seis meses, y al no encontrar trabajo en nada “decente”, le apareció la única opción para las mujeres latinas: La prostitución.
Para no alargar el cuento, en estos viente largos años le había ido “de maravilla” y a la fecha podía decir que podía vivir de todo lo que consiguió sin ya hacer nada: varias propiedades en Cali y Armenia como casas, locales en el centro comercial Palmeto y hasta una finca en el Eje Cafetero por allá por los lados de Montengro Quindío.
Margaret en ese entonces era una mujer de cuarenta y cinco años con un cuerpo que a simple vista se veía tonificado y bien conservado, guapísima. Pero cuando te detenías a ver su rostro por más mascarillas, cremas y tratamientos que hubiese usado en su vida de “diva”, se le notaba que ese duro, cruel y miserable trabajo de vender su cuerpo a todo tipo de hombres por veinte años, había pasado factura.
Uno ve a mujeres de cuarenta y cinco años actualmente en la época del “fitness” donde vivimos en una competencia desenfrenada por mantener la “eterna juventud”; muy lindas sin una sola arruga en sus rostros, ojos luminosos y con cuerpos de chicas de veinte años ¡Y no exagero!!
Pero Margaret con cuarenta y cinco años mostraba en su rostro el paso de los años sin ninguna misericordia; una piel que parecía ser un mapa de mil caminos por más cremas, pálida por más rubor, labios marchitos por más color, y mirada ausente por más tenencias.
Pero esta historia no trata de Margaret, era solo una presentación formal, trata de la que llamaremos “Adelina”, su amiga del alma o alma gemela; su cómplice de aventuras y desencuentros en el sórdido mundo de las heladas noches romanas con olor a hombres perversos, malolientes, infames y muy pocas veces “querendones”.
En un aparte de la conversación con Margaret, me cuenta que el mundo de las noches de sexo y droga es totalmente un mundo paralelo donde se puede caminar sobre el umbral de la muerte, la violencia y el desprecio al ser humano en su más ominosa expresión. Vió morir tragicamente a muchas de sus “compañeras” en formas terribles e inenarrables. Margaret es una valiente sobreviviente de ese mundo despiadado. Me narra la triste y final historia de Adelina.
Era oriunda de Tuluá en el Valle, y se conocieron durante solo cuatro años, tiempo que Margaret define como una redención de ambas mujeres pues lograron de alguna manera exorcizar juntas tantos demonios que las atormentaron durante años de vejación con sus miles de noches de desamor.
Adelina era menor que Margaret ocho años, llegó a España desde Colombia porque una prima le prometió ayudarla en una fábrica de moda infantil donde estuvo ocho meses, hasta que conoció a su “príncipe encantado”, un italiano que le prometió todos los tesoros de la Tierra y se marchó con él a Roma sin pensarlo mucho.
El tipo resultó ser un puerco proxeneta que aprovechó la belleza canela y la juventud de la tulueña para hacer dinero, lo que logró durante cuatro meses donde Adelina casi fue una exclava suya y del que pudo escapar después de golpes y amenazas.
Después de haber tenido trabajos muy esporádicos como cuidandera de ancianos, aseadoras en clínicas entre otros, también terminó en ese inframundo de los prostibulos en el que estuvo por trece años.
Cuando ambas se conocieron Margaret llevaba trabajando en la prostitución dieciseis años y Adelina siete, y justo fue una noche de burdel que Margaret salió en defensa de Adelina cuando un tipo de origen malí la estaba golpeando; me contó que eso era pan de cada día y que muchas veces entre ellas se apoyaban pues hasta sus propios proxenetas las maltrataban.
Para no hacer esta historia de Adelina más larga, Margaret ya tenía inversiones en Colombia con las que estaba asegurando su futuro y vejez, y en solo unos pocos meses que se conocían, nuestra amiga le metió por los ojos a su ya gran amiga que invirtiera en su futuro y que empezara a adquirir bienes en su país, Colombia.
Margaret me contó que vivir de la prostitución en Italia y en Roma realmente le dejó mucho dinero, era un trabajo bien pagado a pesar de todos los peligros que siempre corrían. La mayoría de sus clientes eran árabes, rusos, tunecinos, malíes y albinos.
Adelina de inmediato le “copió” a Margaret y esta le comentó sobre sus inversiones en Cali, de hecho nuestra amiga le vendió a Adelina un local en Palmeto de tres que ya tenía. Con los meses y años siguientes, Adelina con la asesoría y apoyo de Margaret empezó a comprar propiedades en Cali y Tuluá que registraba a nombre de su mamá, hasta dos taxis que administraba el esposo de su mamá pues su papá y su mamá no vivían juntos desde que Adelina tenía diez años.
Adelina hasta antes de invertir su dinero en Colombia solo había adquirido un lote al lado de su casa materna donde levantaron una nueva grande y con todas las comodidades en el barrio Victoria de Tuluá.
Siempre estuvo pendiente de que a su familia dos hermanos mayores y con trabajos muy sencillos, su mamá y su padrastro no les faltara nada. Su mamá viajaba mucho a Cartagena, San Andrés y como cumpleaños sesenta, le regaló un viaje a Aruba con su pareja. Adelina siempre cuidó a su mamá y la consintió, pero llegó la traición y la tragedia.
Adelina no iba desde hacía seis años a Tuluá y decidió llegar de sorpresa a su familia. Llegó con regalos para todos y bastante emocionada, después de hablar del tema con su entrañable amiga Margaret, ambas ya estaban decididas a dejar su trabajo lucrativo pero miserable e iniciar vidas nuevas en su tierra natal, las dos ya habían hecho planes para juntas trabajar un emprendimiento en Cali de confección de ropa infantil.
Cuando Adelina le contó a su mamá sus planes y le pidió que iniciaran los trámites para poner todos sus bienes a su nombre antes de devolverse a Italia para en dos meses ya estar radicada en Cali, se encontró con la traición de sus familiares.
El local de Palmeto que estaba alquilado a una óptica por cinco millones mensuales y que recibía su madre para manutención familiar, había sido vendido. Dos casas una en el barrio Sajonia en Tuluá estrato cuatro y otra en Bretaña en Cali estrato tres, estaban a nombre de su padrastro y ya no de su madre, igualmente los dos taxis los poseían sus dos hermanos.
Ante la reacción de Adelina hubo una trifulca que escaló de forma violenta cuando un hermano golpeó a Adelina y el padrastro la amenazó, siendo sacada a la calle con sus maletas, y su mamá, una cínica espectadora pasiva que avalaba lo que sucedia en contra de su propia hija.
Adelina viajó a Cali con un hombre que conocía de más pequeña y por cosas que nadie nunca supo, terminó en el “Calvario”, un lugar similar al Cartucho de Bogotá, consumiendo droga y siendo vejada por toda clase de hombres. Margaret de inmediato la mandó a buscar pues ya sabía lo que había sucedido con su “alma gemela del alma”, la pudo rescatar del infierno con ayuda de un conocido y se la llevó a Italia.
De la chica siempre sonriente y hermosa no quedaba nada. Sus ojos y mirada se apagaron y su cuerpo eran ya solo despojos y un lejano recuerdo de un cuerpo mediano voluptuoso y fantástico color canela. La puso en un tratamiento médico de desintoxicación y psicológico y solo se pudo recuperar un cuarenta por ciento de su ser.
Una mañana mientras Margaret salió hacer unas vueltas, la llamaron al celular con una horrible noticia, su amiga, su cómplice, su futura socia en un magnífico emprendimiento, su compañera de aventuras y su “alma gemela del alma”, se había prendido fuego en la terraza de la casa de Margaret convirtiéndose solo en una bola incandecente y desapareciendo su existencia de este mundo mal agradecido.
Margaret hoy vive en el Eje cafetero tranquila, en su refugio mental que es su finca, para nunca jamás volver a confiar en nadie, pues su amiga, una puta que fue traicionada por su propia familia, nunca la podrá olvidar.
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