La decadencia del discurso electoral

La decadencia del discurso electoral

Los nostálgicos pueden ver en YouTube un debate presidencial de 1986, que reunió la crema y nata del periodismo en torno a dos pesos pesados. Ya no es lo mismo

Por: Jair Pérez Araujo
diciembre 15, 2021
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La decadencia del discurso electoral

Me cuenta YouTube que un 11 de febrero de 1986 se reunió la crema y nata del periodismo nacional para entrevistar a los dos “naturales” candidatos a la presidencia de sus respectivos movimientos. Así es, al parecer hubo una época en que los candidatos a la presidencia eran por orden “natural”, no por el que dijera Uribe o Pastrana o Gaviria; confidencialmente esto ocurrió antes de que estos paradigmas de gobernantes dirigieran nuestros destinos ciudadanos, lo que a mí me hace ubicarlos como parte fundamental de esta tergiversación del concepto “democracia”, que irracionalmente vino en retroceso justo después de la firma de la nueva Constitución de 1991.

Afortunadamente, para quienes buscamos el origen de este caos constitucional que enfrentamos en cada una de las acciones que hacemos en nuestra cotidianidad ciudadana (trámites, pagos, compras, movilización, seguridad, empleo, poder adquisitivo, etcétera) existe una gran biblioteca digital histórica como YouTube y nos permite acceder a material que, aplicándoles algo de filosofía, nos ubica en las posibles causas de lo que hoy declaramos con vehemencia un Estado fallido.

Es así como llegó a ese debate que el video dice ocurrió en esa fecha, organizado nada más y nada menos que por los directores de Panorama (pionero en entrevistas en horario AAA) y El Juicio (su competencia). Las Programadoras JES y RTI, según la voz de un joven Julio Sánchez Cristo, unían “su experiencia como programadoras imparciales para ofrecer por primera vez en Colombia la confrontación de TESIS y PROGRAMAS (hágame el favor) de dos de los candidatos a la Presidencia de la República”.

Como pueden leer hasta aquí, la antesala revela un compromiso de todo el que está involucrado en este evento para dar algo al nivel de un debate con dos de los ciudadanos que pueden ser el ciudadano número uno de los colombianos; el ejemplo a seguir, el padre cuidador de sus recursos, el generador y protector de la riqueza, el que promete un Estado ideal si es elegido por la voluntad popular.

Teniendo en cuenta que la idea de “humano virtuoso” en los ochenta ya estaba bastante pulida y exigente, los candidatos llamados a exponer sus tesis y programas no podían ser un David Barguil, que ni el himno nacional se sabe; o una Cabal que acuse de terroristas del Foro de São  Paulo a cuatro youtubers; o un Char recontrainvestigado; o un Fajardo que insiste en presentar la parsimonia como virtud; o una Paloma…

Estos pueden aparecer en escena hoy por la expansión sin control de los medios de comunicación, que se han permitido crear espacios de debate en cualquier recoveco en redes con el calificativo de “presidencial”. Revista Semana es la más creativa en decorar esta decadencia del debate presidencial, presentando a Peñalosa, Echeverry y Fico –entre otros candidatos y otros espacios– como “los pesos pesados” (otra vez, pero a modo de sarcasmo: ¡hágame el favor!).

No sé si me quiere decir que esos que estaban siendo entrevistados por Vicky Dávila eran las opciones para ciudadano uno que proponía el debate de 1986. Con todo el respeto que se merecen estos dos difuntos, les advierto que no los voy a comparar con los antes mencionados, faltaba más, pues precisamente estoy hablando de la precariedad progresiva en el debate presidencial desde este mencionado encuentro entre Álvaro Gómez y Luis Carlos Galán. Puede ser que si investigamos a fondo la vida política de Luis Carlos Galán y Álvaro Gómez Hurtado podamos encontrarnos con matices algo más oscuros que claros, sin duda en esos momentos sí eran el ciudadano número uno desde las perspectivas de los sectores populares que los apoyaban (aunque el presidente fue Barco). No eran “lo menos peor” de una clase política corrupta y decidida a declararse corrupta por su autoritarismo en los tres poderes constitucionales.

Con unas productoras de televisión declarándose imparciales, con poder en el monopolio de las comunicaciones en esa década, pioneras en el debate presidencial televisado –de hecho este era el primero, según dice el video–, los entrevistadores sin duda tenían que haber superado la visceralidad de los periodistas actuales. No había cabida para un Luis Carlos Vélez de la FM, ni para una Vicky, ni para un Néstor Martínez.

En vivo y en directo, desde el Hotel Tequendama, esa noche Juan Gossaín, María Elvira Samper y Álvaro H. Caicedo entrevistarían a los candidatos presidenciales por el Nuevo Liberalismo (Galán) y por el Partido Conservador (Gómez), moderados por Bernardo Hoyos. Mejor dicho, la crema y nata del periodismo, con el monopolio de la producción de televisión, en el hotel más emblemático de la capital entrevistando a los dos potenciales ciudadanos número uno del país, para toda Colombia en horario triple A, cuando la televisión lo era todo…

Es contradictorio pedir restricciones a la libertad de expresión para tener excelencia, pues es lo que estoy planteando entre líneas aquí. Un debate en un contexto de monopolios de medios es mucho más cuidadoso y respetuoso con el público que uno en tiempos de ZOOM, pero creo que la excelencia al final se lleva por dentro. No se le puede estar llamando candidato a cualquier bendecido por un autoritarismo regional, a cualquier “generador de empleo”, a cualquier influencer político que dispone de plata, medios, tiempo libre y muchos bots para opinar a su favor en redes.

Las tesis y los programas

Una de las causas que, para mí, degeneró el debate político, es que se perdió en la penumbra de la ignorancia ciudadana la idea de tesis a la hora de identificar las propuestas de algún candidato. Es eso. Una tesis. Lamentablemente, ni los universitarios dimensionan la responsabilidad de pronunciar al público que se tiene una tesis. Para la mayoría es solo un obstáculo entre el cartón de profesional y su etapa de estudiante. Y si bien los candidatos en ningún momento dicen que tienen una tesis, lo que proponen en campañas no puede ser presentado de otra forma que no sea una tesis.

Y eso es un elemento fundamental que ante su ausencia, se precariza full el debate. Se dice lo que sea, se opina sobre el tema del día. Si hay una crisis de petróleo mundial, sus promesas giran en torno a eso; si encuentran una niña violada por soldados, sus promesas van para la Justicia Penal Militar; si cae Centros Poblados, sus propuestas van en contra de la corrupción… Nos dicen en la cara que ni siquiera tienen norte ¿y nosotros los vemos como el ciudadano número uno? Qué decadencia en el debate. Ni siquiera presentan tesis.

Sobra decir que una tesis es una teoría objetiva que enfrenta una realidad o problemática, amparada en un conocimiento igual de objetivo o científico y unos marcos contextuales, como el legal, el teórico, social, económico etcétera, y que en la práctica funciona en realidad como antítesis, pues ya la tesis de “orden legal justo” existe en el plano legal y uno entra a intervenirlo o a reinterpretarlo con su tesis. Pero sin tesis, ¿cómo me demuestras que tienes presente mi realidad desigual y cómo me demuestras cómo la vas a enfrentar?… ¿y cómo apruebo o desapruebo yo tu tesis?, ¿quién te la califica? Y un sinnúmero de incógnitas más que aparecen con algo de análisis y crítica al debate presidencial actual.

En el debate que les menciono la primera pregunta es contundente. Palabras más palabras menos, Juan Gossaín les pregunta a ambos candidatos qué era mejor para mejorar las condiciones de seguridad en ese momento en el país. Las opciones eran si más educación o más policías. Como vemos, esa paradoja aún permanece en nuestro imaginario de Estado Social de Derecho. Los estudiantes declaran abiertamente que se invierte más en guerra que en educación, mientras que las Fuerzas Armadas buscan limpiarse la imagen de genocidas del Estado. ¿Acaso no teníamos presente esta realidad desde ese debate del 86? ¿En qué momento le perdimos el rastro a esa lógica de “más oportunidad, más seguridad” y pasamos a armar a nuestros jóvenes y hoy el debate es si somos vándalos o guerrilleros o protestantes legales? Eso se perdió del debate a presidencia. Se pasó a hablar de puntos y más puntos en la economía, en el PIB, en el recaudo tributario. Se empezó a hacer proyectos de país con promedios, con porcentajes, con especulaciones, con capital lavado…

Actualmente, todos los candidatos prometen modificaciones al sistema de gobierno anterior, aun cuando son del mismo partido oficialista algunos derivan de los ideales de ese oficialismo, representado actualmente por uribistas y conservadores. Pero todos proponen un país más justo a partir de modelos económicos que nunca dicen de dónde van a salir los recursos, y los que proponen de dónde van a salir los recursos lo hacen desde propuestas descabelladas, como Petro al proponer bajar el canon de arriendo para que alcance más el sueldo mínimo.

Por el contrario, en este debate de 1986, Luis Carlos Galán (sin yo ser fanático de él) propone usar los recursos de la bonanza del café para ejecutar su plan de gobierno, pero deja en claro que eso no es solo una idea de él, sino una lógica del Estado: el invertir las ganancias de un producto nacional en el desarrollo humano… todo esto antes de la Constitución posmoderna del 91.

Si bien todo ese entramado conspirativo generado alrededor del asesinato de Galán de parte del cartel de Medellín ha dado pie para un sinnúmero de leyendas urbanas sobre las causas de este magnicidio (como el hecho de que en esa plata de la bonanza del café también había capital del narcotráfico que peligraría en caso de que Galán fuera presidente y por eso su ejecución) todo queda en especulaciones, y lo único claro aquí es de dónde este candidato pensaba sacar el presupuesto para materializar su tesis. Todo un caballero académico presentando su propuesta de gobierno de manera objetiva en un debate serio y a la altura de las circunstancias…

Todo esto lo escribo mientras me acuerdo del show que hice en un debate presidencial en la Universidad del Norte… Si hubieran sido más exigentes con el nivel de debate, quizá no hubiera pasado nada de lo que pasó después, pues ahora lo que se busca en los debates es meter masas enfurecidas de un sector y de otro en una especie de piquería vallenata. Después de cada discurso de cada candidato, sus respectivas comitivas aplauden y hacen bulla por cualquier pendejada dentro de la gallera… Quedé como el “iracundo seguidor de Petro” en un debate presidencial de 2018… todo por hacer parte de esa piquería que se formó esa vez en el Coliseo de la Universidad del Norte en un supuesto “debate de altura”.

Hay que exigir excelencia. En este debate presidencial muchos carecen de ella. Por lo menos en las dimensiones de “ciudadano número uno” y en los conceptos de “tesis y programas” de gobierno.

Vea el video del debate del 86 aquí:

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