La decadencia de los valores occidentales

La decadencia de los valores occidentales

"El actuar humano está siendo completamente absorbido por la falsa democracia, el abuso del derecho y la ética malsana del mercado"

Por: Jorge Henao Pérez
julio 23, 2020
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La decadencia de los valores occidentales
Foto: iStock

El hombre posmoderno padece uno de los momentos más precarios de la historia. Las relaciones de poder basadas en la sumisión, el sufrimiento por la privación de valores tan preciados como la educación, el irrespeto total hacia la dignidad humana y la anulación del sujeto crítico, todo esto se halla en la médula de la existencia social. Los cambios emocionales, el trastorno moral, el abandono hacia los más desamparados, lo superfluo que se presenta como necesario y la violación frente a la libertad individual, estos elementos se presentan como rasgos representativos de nuestra época. En este sentido, el pensador italiano Giorgio Agamben (2006) a propósito de Foucault, menciona que

“el estado occidental moderno ha integrado en una medida sin precedentes técnicas de individualización subjetivas y procedimientos de totalización objetivos, y habla de un auténtico doble vínculo político, constituido por la individuación y por la simultánea totalización de las estructuras del poder moderno” (p. 14).

A pesar del desconocimiento de muchos contemporáneos, la mal constituida democracia ha sido distorsionada respecto al auténtico objetivo al que se dirigía en algún momento; tal afirmación se halla fundamentada en la violación de aspectos como la justicia social, la libertad, la tolerancia por la diferencia y el maltrato de derechos que todos consideraban inviolables. En este orden de ideas, los actuales discursos de poder se disfrazan transmitiendo peticiones desinteresadas, pero se manifiestan a sí mismos muy lejos del camino por la equidad social; el desarrollo de la democracia en este país se ha visto interrumpido por el surgimiento de institucionalizaciones de la barbarie, que traen consigo funestas estructuras de dominación; a partir de esto, se presenta una voz de inconformismo en la medida en que los gritos de los débiles y los marginados ascienden hasta el punto de crear un ambiente de descontento tal, que terminan siendo relegados al olvido en las cloacas de un territorio limitado y carente de oportunidades.

Bajo esta línea, Michel Foucault (2007) en La voluntad de saber, plantea “dos polos de desarrollo” en el dominio que ejerce el poder sobre la vida, estos se encuentran conectados “por todo un haz intermedio de relaciones”; el primero “fue centrado en el cuerpo como máquina, su educación, el aumento de sus aptitudes, el arrancamiento de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su utilidad y su docilidad, su integración en sistemas de control eficaces y económicos, todo ello quedó asegurado por procedimientos de poder característicos de las disciplinas: anatomopolítica del cuerpo humano” (p. 168).

El segundo polo por su parte, “fue centrado en el cuerpo-especie, en el cuerpo transido por la mecánica de lo viviente y que sirve de soporte a los procesos biológicos: la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida y la longevidad” (p. 168). El bíos por tanto, como otra forma de vida accesible a la cultura y a los productos del quehacer humano, se hace politizable, es decir, se puede hacer parte de la cultura y como parte de ella, puede regularse bajo mecanismos de poder.

De este modo se llega a la afirmación de que, aquellos presupuestos fundamentales sobre los que reposaba la construcción de nociones como sujeto, ciudadano, libertad, vida, etc., han sufrido una malversación, puesto que la política ya no es el espacio mediante el cual el hombre se realiza y le da vida a la polis, antes bien, nos enfrentamos ante una perversión de la zoé, aquella vida indeterminada, que los griegos nombraban pero no la definían y que escapa toda lógica política, ha sido controlada bajo técnicas, mecanismos y dispositivos de poder; en efecto, la zoé se convierte en dominio discursivo y al hacerlo se reglamenta, se fundamenta en ordenanzas y leyes, en instrumentos de dominación bajo un aparato político que pretende hacer de la vida un objeto; por ende, aquella zoé que permitía las condiciones emergentes de posibilidad para que las demás cosas se gesten y se den, pasa a ser nuda vida, carente de significación alguna.

Por consiguiente, tales presupuestos son llevados hacia una lógica inhumana (aunque llamada social) de producción y consumo. Es por ello que bajo las tecnologías del yo se esquematiza el bíos, que ya no sólo es un instrumento de dominación, sino además de autoexplotación; en la medida en que el sujeto más se ligue a él, más considera que se encuentra próximo a un estado de independencia, de autenticidad, no obstante, a través de este proceso, más apropiación tienen los sistemas y dispositivos de poder político de dominar al sujeto por medio del bíos, en otras palabras, acciones que en un principio son libres y espontáneas, pero terminan siendo completamente controladas.

En suma, el actuar humano está siendo completamente absorbido por diversas dinámicas, la falsa democracia, el abuso del derecho y la ética malsana del mercado, camino que desemboca en que las iniciativas por la libertad y la justicia social terminan siendo diluidas en un sistema capitalista cruel que pretende anular al sujeto y apartarse de la historia.

Referencias

Agamben, G. (2006), Homo sacer, I, El poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pre.textos.

Foucault, M. (2007), Historia de la sexualidad, Vol. I, La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo XXI.

Lipovetsky, G. (2003), La era del vacío, Barcelona, Anagrama.

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