La crisis que nadie había visto de la educación en Colombia

La crisis que nadie había visto de la educación en Colombia

Entrevista con Luis Alfonso Albarracín, aspirante a rector de la Universidad Surcolombiana

Por: Andrés Óliver Ucrós y Licht
septiembre 17, 2018
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La crisis que nadie había visto de la educación en Colombia

A.U.: Es muy común que en el país del Sagrado Corazón le llamemos “parques” a las plazas; “universidades” a todos los colegios; “colegios” a las secundarias; “doctores” a los bachilleres; “dones” y “doñas” al comprador de cachibaches o a la vendedora de la tienda... Muchos se jactan de hacer parte del pueblo más feliz del mundo sin siquiera haber leído a Seligman o a Buddha; nos llenamos de orgullo patrio cuando suena el himno nacional con imágenes de la Selección Colombiana de Fútbol sin haber llegado ni siquiera a una semifinal. Somos eso sí, tal vez, el pueblo más rico en el uso de hipérboles del mundo. Somos un país de poetas. Y por desgracia, esto nos viene desde la escuela —que no es una “schola” como la pensaron los griegos o Krishnamurti en el estricto sentido—.

L.A.A.: Es cierto. En el Huila hablamos del “parque Santander” porque en Neiva no conocemos los parques, que hacen mucha falta; decimos que salimos de la Universidad cuando apenas hemos terminado un pregrado; y los doctores que hay en el mundo, puede que no sean en su mayoría unos “doctores filosóficos” o Ph.D. como podrían serlo en la acepción del término Einstein, Humboldt o Newton. La Universidad Surcolombiana lleva menos de medio siglo y podemos decir que nuestra modernidad depende como decía Beltor Brecht, de aquello que no acaba de morir, pero que tampoco acaba de nacer.

A.U.: “Professo” o profesor, es el “dueño de la fe”. "Docente" en cambio viene del latín “docentem” que significa "enseñar"; y "doctor", tiene el mismo origen aunque no el mismo significado común. "Enseñar" puede ser un verbo más adecuado para crear un sustantivo válido como “enseñante”, pues viene del latín “insignare” que es "señalar" —lo que ni siquiera es adoctrinar, y está bien—. Si habláramos de enseñantes y no profesores, ¿podríamos decir que la enseñanza debe despertar la inteligencia?

L.A.A.: Sin duda. “Alumno” es una palabra odiosa que también significa “sin luz”. Yo creo que cada quien viene con luz propia. El enseñante no es aquel poseedor del fuego de Prometeo.

A.U.: “Estudiante” significa “dedicado”…

L.A.A.: Y yo mismo me considero un estudiante permanente.

A.U.: Hablemos ahora de políticas educativas, en un sentido amplio… Los diversos sectores políticos se disputan la financiación de la educación pública en Colombia: Los petristas la quieren gratuita, los duquistas no. Pero nadie se ocupa de los modelos pedagógicos que es a mi manera de ver, el quid del asunto: de la calidad educativa y del país que tenemos. El modelo héteroestructurante nos mantiene como a los pueblos esclavistas y feudalistas en unas relaciones de desigualdad que posibilitaron la crisis del capitalismo. Son pocos los ejemplos de educación autoestructurante o educación para la libertad del pensamiento que hemos tenido en Colombia, como el Gimnasio Moderno de Bogotá, pero son institutos para ricos.

L.A.A.: Estoy de acuerdo. No es fácil dar el salto al modelo autoestructurante cuando casi todos los que organizan la educación en este país piensan y funcionan a la antigua. Esa puede ser la causa del atraso… Pero la causa también tiene una retroalimentación en sus frutos, que nos mantienen en un círculo vicioso: no concibo que en diez años los estudiantes de pregrado estén presentando tesis sobre la mermelada de cholupa o bizcochos de achira rellenos de cacao, mientras nos urge entrar en la discusión sobre el cambio climático y la generación de energías alternativas. Ni las leyes de este país, ni nuestras tésis tratan de dar respuesta a estos problemas de manera eficaz. Alemania en cambio prohibió para el 2030 la movilidad de autos con combustibles fósiles; sus universidades deben dar solución inmediata a esa necesidad, mientras aquí solo queremos graduarnos. En Colombia y en el Huila por ejemplo, muchos odiamos las represas, pero nadie ha puesto a funcionar la primera planta con energías alternativas. Creo que el modelo pedagógico es importante, pero tenemos un imperativo mayor que es hacerle frente a los problemas del medio ambiente o vamos a desaparecer como especie.

A.U.: ¿Y qué sugerencias puede haber ante eso?

L.A.A.: Bueno, los programas de ingeniería de petróleos tienen mucha responsabilidad. Para empezar, hay que dar el debate para que puedan reestructurarse. Necesitamos programas de disminución del consumo e impacto de las energías fósiles, y de búsqueda de energías alternativas renovables, no de cómo seguir manteniendo este cáncer del calentamiento global y de la guerra. En el Huila, ya empiezan las avenidas 4G conectando Neiva-Espinal, pero en la Universidad todavía no hay suficiente cobertura de internet o computadores, que es lo mínimo para empezar. Ese enfoque internacional tiene que tenerlo una Universidad de provincia. Nosotros contamos con una oficina de relaciones internacionales (ORNI) con la que los intercambios con los países que piensan en esto siguen siendo tímidos. Hay que contagiarnos de ese afán por cambiar el medio ambiente, pero esto solo puede empezar con los intercambios…

A.U.: Hablemos de la investigación. Colciencias está formando doctores pero solo a través de la Universidad de los Andes; y cada año se pierden miles de millones de pesos porque Los Andes solo mira de cara al cerro y no al campo colombiano o a las provincias. Además que exigen un doctorado de tiempo completo donde solo pueden estudiar los que no necesitan trabajar. Mejor dicho, los recursos para doctorado son solo para los que no los necesitan. ¿Qué podemos hacer entonces para que Colciencias libere dichos recursos en las provincias?

L.A.A.: Lo primero es demostrarles que aquí también hay pensamiento científico, aunque sea un despertar incipiente con nuestros grupos de investigación, semilleros, revistas indexadas categorizadas algunas como A1 de Colciencias. Esto es mostrar que ya hay resultados… Hay que empezar por fortalecer los grupos de investigación que están sin recursos. Y esto implica hacer gestión, mirar la Ley de Ciencia y Tecnología cuya ejecución pasó de las gobernaciones y municipios directamente a Colciencias porque se había politizado esto bastante. Los políticos determinaban hasta hace poco quién investigaba y quién no, lamentable. Aspiro a que ahora la distribución sea más equitativa y no centralista.

A.U.: Bueno, ¿y en cuanto a la deserción escolar, y los índices sintéticos de calidad educativa que no la tienen en cuenta? Una de las mayores causas de deserción es que los estudiantes no cuentan con recursos económicos. Estamos formando profesionales para ser empleados pero no para ser empresarios. Y esto empieza por los mismos docentes, incluyendo a los de administración de empresas, que son simplemente asalariados.

L.A.A.: Sí, ese es un gran problema. Hay que incentivar el Centro de Ciencia y Tecnología. Estimular programas productivos que ayuden a los estudiantes. Esa es una gran falla de nuestro modelo que no es un modelo estimulante sino un modelo aversivo.

Continuará…

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