La crisis de Cuba no la explica solamente la conspiración de EE.UU

La crisis de Cuba no la explica solamente la conspiración de EE.UU

La Habana luce como en los peores años del periodo especial. El historiador Diego Marín da claves para entender lo que está pasando en Cuba

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julio 19, 2021
La crisis de Cuba no la explica solamente la conspiración de EE.UU

Era parte del equipo olímpico cuando la isla estaba en su apogeo revolucionario. Una lesión acabó con sus sueños de deportista, pero su patriotismo y disciplina hicieron que los servicios de seguridad del Estado se interesaran en él. De los entrenamientos deportivos pasó a los entrenamientos conducidos por el KGB, el servicio secreto de la URSS. Envuelto en el halo de su colonia favorita, Paco Rabanne, cruzaba continentes de manera clandestina para entrenar fuerzas especiales en Angola o cumplir cualquier tarea de la revolución. Jubilado y desde la apabullante franqueza cubana, el coronel Estevez pronunció una sentencia que he procurado recordar: “Los cubanos pueden aguantar lo que sea, pero nunca que les echen tiros o les pasen los militares por encima. Ese fue el error de Batista y el acierto de Él [Fidel]”. Al momento de escribir estas líneas, cinco días después de las protestas, los reportes ya hablan de muertos y decenas de heridos y detenidos. En la isla se ha cruzado un Rubicón.

En Cuba, además del futuro de las y los cubanos, está en juego la historia política de la centuria pasada, el convulso siglo XX. Lo que pase con la isla determinará irremediablemente el balance que se haga del pulso entre izquierda y derecha en el siglo pasado. Por lo mismo, lo que pase en Cuba marcará el presente y el futuro de la izquierda y de los proyectos alternativos en la región, la posibilidad de encontrar un eslabón que una la experiencia histórica concreta de la izquierda tradicional con la resistencia de nuevo cuño que ha estremecido al continente americano en los últimos años. Allí se mezcla todo: el impacto de las nuevas tecnologías y de las redes sociales en la política, las brechas generacionales, la pregunta sobre la democracia y el Estado en regímenes de izquierda, las cuentas pendientes entre viejos adversarios, los intereses geopolíticos. Todo lastrado con una carga simbólica mucho mayor al tratarse de la gran obra de Fidel, lo único del siglo XX que queda para mostrar en la desvencijada vitrina de trofeos de la zurda.

Razones para protestar en Cuba siempre ha habido. Es casi un enigma que la revolución siguiera en pie en medio de condiciones de vida tan exigentes, particularmente durante el llamado periodo especial. Entonces: ¿Por qué ahora? ¿Qué es lo nuevo? Las movilizaciones en Cuba siguen el patrón de las movilizaciones en Colombia, Chile, Perú o Ecuador. Una coyuntura económica agravada por la pandemia que lleva a protestas dispersas en varios lugares del país, tanto en ciudades grandes como poblaciones pequeñas. En Cuba, una protesta de este alcance es algo inédito.

El Gobierno cubano y los amigos de la revolución nos equivocamos si despachamos esto con la ensayada respuesta de la conspiración y provocación desde los Estados Unidos. Por supuesto que hay conspiración y provocación desde el imperio, pero eso ya no basta para explicar lo que está pasando y sobre todo para encontrar una salida política que deje en pie la esperanza de un cambio de izquierda en la región. La calculada consigna de “Patria y vida”, en oposición al histórico lema “Patria o muerte” no deja duda sobre la existencia de preparativos para esta “movilización espontánea”, pero negar el impacto de las movilizaciones diciendo que se trata de cortinas de humo y agentes al servicio del imperio es un error.

En la cinta hispano-cubana Juan de los muertos la isla se ve atacada por una epidemia de zombies. Muertos vivientes que al morder contagian la enfermedad. Desaparece el turismo y se desata el caos. La Habana luce como en los peores años del periodo especial, pero los boletines oficiales de la televisión simplemente repiten el guion. Hablan de pequeñas alteraciones de la disciplina social a causa de grupúsculos de disidentes pagados por el Gobierno de los Estados Unidos. Más adelante, ante el avance de la crisis, llaman a todos los revolucionarios a movilizarse en contra de la nueva agresión del imperio. Finalmente, los boletines oficiales alabarán la indoblegable voluntad del pueblo cubano y la victoria frente este nuevo intento de desestabilización. Justo después el presentador del boletín oficial es devorado por los zombies en vivo y en directo.

Con el retiro paulatino de Fidel y Raúl Castro de la dirección del Estado se dio inicio a un gran proceso de reflexión y reformas. El proceso se resumiría en una reforma constitucional que abordaría temas claves del debate nacional produciendo nuevos consensos sobre asuntos críticos. Pero el nuevo Gobierno de Miguel Díaz-Canel se inauguró con el eslogan de “Somos continuidad” y muchas de las reformas constitucionales quedaron en el tintero. Sin embargo, la discusión sobre el nuevo rumbo que debía tomar la isla activó procesos de reflexión en sectores de intelectuales, de la cultura y organizaciones sociales en una sociedad altamente politizada. En Cuba existe hoy un sector crítico que intenta introducir ajustes a la revolución, ofrecer nuevas metas. Es allí donde se encuentran las claves del primer campanazo de alerta: las movilizaciones de los artistas en noviembre de 2020.

Igualmente, existen sectores sociales que han quedado en la marginalidad o sencillamente se han descolgado del proyecto revolucionario. Las diferentes crisis vividas en la isla, particularmente el periodo especial, llevaron a procesos migratorios significativos, a que franjas de la población se desescolarizaran y fijaran su idea de futuro en el rebusque, en el jineteo o en las remesas del extranjero. Se produjo una grieta en el proceso de transformación cultural. Para ese cubano los funcionarios del Partido son motivo de burla, las rituales reuniones de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) son una pesadilla y todo el cuento de la revolución les trae sin cuidado. Uno de esos es Juan, el de la película de zombies. Excombatiente de Angola, desilusionado después de que su familia migrara al exterior, convertido en el líder de una pandilla de rebuscadores que salvan el día a día entre actos delincuenciales y la bacanería habanera. Son estas franjas de la población a las que el discurso institucional no llega, las más susceptibles de ser atizadas con fines políticos, pero su agotamiento y desilusión es real.

En Cuba existe una base social que se ha lanzado a la calle. Por eso Biden no tiene afán, no se ve obligado a tomar medidas, simplemente hace un llamado a que se respeten los derechos humanos. Esta vez las cosas se resuelven entre cubanos. Cualquier intervención directa del Gobierno de los Estados Unidos generaría la evidencia pública de la conspiración imperial. De allí que la respuesta del Gobierno de Díaz-Canel sea de trascendental importancia.

A partir de lo que está sucediendo en Chile y Colombia, por nombrar dos ejemplos, se ha generado un ambiente favorable a la defensa del derecho a la protesta pacífica y la denuncia del uso desproporcionado y letal de la fuerza contra manifestantes por parte de agentes del Estado. Cualquier Estado. El llamado explícito al combate que hizo el presidente Díaz-Canel lo deja muy mal parado, al menos frente a la comunidad internacional ¿O será que quienes toman las decisiones son los militares? Esto puede ser aún más grave si se confirma la muerte de manifestantes a manos de agentes estatales. Por supuesto, lo que está pasando en Cuba es mucho menos grave que la masacre cometida por el Estado en Colombia, pero a Cuba siempre le sancionarán más severamente. Eso es simple y llanamente una realidad geopolítica que solo Rusia o China pueden cambiar.

En la isla está operando un cambio en el imaginario, en las expectativas de vida, y el nuevo Gobierno en lugar de mirar hacia delante ha optado por mirar hacia atrás. No basta con un cambio en los apellidos de quienes están al frente, se hace necesario marcar un nuevo rumbo luego de la muerte del gran guía. Los dirigentes están en la obligación de escuchar y comprender de manera amplia el sentir y las necesidades de las diversas capas de la sociedad. El proyecto cubano puesto a prueba.

*Este articulo fue publicado originalmente por el portal El Comején, el 16 de julio de 2021

 

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