Cuenta el escritor Maurice Druon que Felipe de Poitiers, apodado el Largo, mayorazgo de Felipe El hermoso, por allá en los años mil trescientos, invitó a los cardenales a una misa solemne en la catedral de Lyon, y cuando estaban adentro –extasiados con los sonidos del órgano más potente de Europa— mandó a que tapiaran la catedral para evitar que se volaran. Después les dijo escuetamente. “De acá no salen hasta que haya papa” y les quitó los querubines, los ayudantes, los comistrajos, los vinos y las camas mullidas.
Así las cosas, en menos de 2 meses, después de mamar gallo durante 2 años, aclamaron a Jaques Duèze, conocido desde entonces como el papa Juan XXII.
Eso mismo hay que hacerles a los precandidatos que apoyaron la paz (Fajardo, Claudia, Petro, Clara, Robledo, De La Calle, Piedad, Pearl y hasta al mismísimo Timochenko) para llevarlos maneados y embutirlos en modo cónclave para que defiendan unidos con un solo candidato –antes de la primera vuelta— lo que se ha podido conseguir en materia de paz, antes de que los Uribe, los Vargas Lleras, los Ordóñez y las Martha Lucía tengan posibilidad real de volver trisas los acuerdos, tal como lo pregona la ultraderecha con el propósito de embarcarnos en otros 60 años de guerra.
Porque la confrontación no es solo contra los candidatos del no, sino también es contra los egos de los flamantes precandidatos de la centro izquierda, que aunque no han logrado individualmente llegar a guarismos ganadores, se regodean en hurgar sus diferencias, cuando unidos suman más del 60% de las preferencias de los colombianos en todas las encuestas conocidas.
Como la unión debe ser programática, en el cónclave tienen que estar también los principales representantes de las organizaciones sociales y étnicas, así como los de los gremios que acepten ir, para que el programa de gobierno incluya las perspectivas y los intereses de buena parte de los colombianos que consideran que el Acuerdo de Paz debe ser afianzado y materializado.
Para oficiar como camarlengo debería invitarse al expresidente uruguayo Pepe Mujica, quien a pesar de que ya conoció los oropeles del poder terrenal, fue inmune al virus vargaslleristas de la prepotencia, que amenaza con contagiar a la constelación de precandidatos de la otra orilla.
De piedra ha de ser la cama y de piedra la cabecera, así como duro debe ser el pan dentro del cónclave, para que los participantes no se nos amañen discutiendo ni haciendo gala de sus primorosas inteligencias, para que saquen pronto y por aclamación al candidato y su fórmula. Por aclamación, sin encuestas, ni pendejadas.
Lo que si no puede faltar en el recinto escogido para el cónclave es el perclorato de potasio, el antraceno y el azufre para que la “fumata negra” nos indique que los señores de la política aún están botando trifásica, y el clorato de potasio, lactosa y colofonia que produzca la “fumata blanca” que nos haga exclamar: ¡Habemus candidato!
Porque eso es lo que vamos a obtener. Un candidato de unidad que pueda triunfar en la primera vuelta, mientras que el altanero, presuntuoso y empingorotado Vargas Lleras haga su oficio de fraccionar la derecha que tenía hasta hace poco un solo papa.
