La compraventa del voto: un fenómeno de no acabar

La compraventa del voto: un fenómeno de no acabar

A pocos meses de las elecciones, este fenómeno comienza a expandirse por municipios y ciudades. ¿Cómo hacer frente desde ya a los vendevotos?

Por: César Curvelo
agosto 09, 2021
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La compraventa del voto: un fenómeno de no acabar

En su cuarta acepción, la RAE define la ética como el “conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Ética profesional, cívica, deportiva”.

La ética es obsesión de curas, pastores, rabinos, gurúes, ayatolás, sabios taoístas y otros conductores religiosos, quienes abogan por ella a la vez que lanzan rayos y centellas contra los malosos y sus pecados mortales o veniales.

Ya de manera general, todos expresamos nuestro apego a la bondad. Podemos decir que lo nada ético, o a medias, está ligado a la maldad.

¿El origen de la maldad? La evolución natural de las especies: desarrollamos cerebros de reptil o cerebelos, los cuales nos pueden inducir a actuar de manera ilegal y quizás violenta si nos dejamos atrapar por emociones extremas, en especial si se trata de rabia, deseos de venganza, ansias desmedidas de riqueza o poder, celos, estrés o frustración.

Carl Sagan, quizás el divulgador científico más famoso del siglo pasado, aseguró que son más las acciones en dirección a la bondad que las que nos precipitan a la maldad. Por esto es que muchos logramos mantener a buen recaudo ese complejo-R o seso reptiliano. Somos tranquilos y solo cometemos nuestros pecadillos por allá de vez en cuando, pues tampoco somos santos ni santas.

Por desgracia, hay otros que pareciera que llevaran impresa la marca del diablo, y tienen una predisposición consuetudinaria a dañar todo lo que se le atraviesa en el camino: delinquen, cometen infracciones y quebrantan sanas costumbres.

De acuerdo con lo anterior, veamos uno de los tantos malhadados temas sumergidos en el oscurantismo de la inmoralidad: la compraventa del voto. Así sea en pocas líneas.

Refirámonos primero a la oferta:

Hay plata para comprar votos porque hay gruesos fajos de dinero mal habido, y quienes ponen esos billetes a circular son los politiqueros dispuestos a seguir con la dañina práctica de saquear los erarios en todos los aspectos territoriales.

Miremos ahora la contraparte de esa oferta, o sea la demanda:

En cada vivienda hay, en promedio, tres mayores de edad. Supongamos que estamos frente a una familia con múltiples problemas, que podrían incluir la despensa semivacía, cuotas atrasadas de la hipoteca o cánones vencidos de arriendo, recibos colgados de servicios públicos, atraso en pagos de un electro o mora en el usurero préstamo de un peligrosísimo cobradiario.

De triste colofón a esta situación, podría ser que las tres personas decidan subastar sus conciencias. Tiran lápiz y ven que obtendrían equis cuantía. Las sucias monedas no van a sacarlos de la crisis, pero los vendevotos tienen el frito dichito de “cualquier cosa es cariño”.

Por lo anterior llegan al Congreso, asambleas departamentales, concejos, gobernaciones y alcaldías todo tipo de nefastos politiqueros que consideran que no se deben a sus electores, y entonces dan vía libre a alzas en los impuestos –renta, iva, patrimonio, lucro ocasional, consumo de cervezas y licores, 4 x 1.000 o GMF, CREE, timbre, vehículos automotores, industria y comercio, avisos y tableros, predial unificado, gasolina y ACPM, degüello de ganado, registro de grados académicos, tributo al carbono, etc., etc., etc.–, lo mismo que a subidas reptantes en alimentos básicos, servicios públicos domiciliarios, valorizaciones generales y focalizadas, medicinas y tratamientos por fuera del POS, peajes, pasajes de buses públicos y mil conceptos más.

¡Ah!, y cabe anotar que se cruzan de brazos ante la inseguridad rampante que campea en todos los barrios. Y con esto se infiere que, por los desastres derivados del mal gobierno, la sumita le sale por un ojo de la cara a la mayoría de los vendevotos. Mejor dicho, Chicho, si un casquivano marca lo que le indicó el mochilero tramoyero, le está vendiendo el alma al diablo, como Fausto.

Ahora bien, si no sufraga por lo señalado y sí a conciencia, entonces... ¡Súper, excelente, bravo, guau, qué chévere cuchévere!

Hay un detalle que los irresponsables omiten, y es la posibilidad de ser enjuiciados por sus tramposas mañas en la trascendencia universal de lo ignoto. Todas y todos iremos a un nivel superior, paraíso, olimpo, tierra prometida, empíreo, campos elíseos, nirvana, edén, gloria... o averno, báratro, infierno, orco, tártaro o erebo.

Si te parece, puedes ponerle cualquier otro nombrecito al abstruso más allá. El asunto es que es probable que vengamos de una infradimensión creativa y puede ser factible que vayamos a un mundo merecido.

Gracias a Dios, los fervorosos del voto somos cada vez más. Creo, por devoción democrática e intuición poética, que los buenos votantes podemos cambiar el país. Pero tú ya sabes que, a uno que otro incrédulo sinvergüenza, todo esto le sabe a pitillo, le importa un comino, un bledo, un reverendo pepinillo.

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