La caída del titán de la Hyundai en Colombia

La caída del titán de la Hyundai en Colombia

Carlos Mattos, el empresario vallenato, enloda su emporio y su vida de jets e islas privadas, para terminar acusado por un delito que lo puede mandar a la cárcel

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junio 03, 2018
La caída del titán de la Hyundai en Colombia

Recibió el primer golpe el 15 de septiembre de 2015. Carlos Mattos estaba en su casa en Madrid cuando le llegó una carta de la Hyundai Motor Company, apostillada en Seúl, Corea. En unas cuantas líneas la casa automotriz, con la que estaba ligado desde 1992 y lo había hecho rico, cerraba de un portazo una relación comercial que dejó 280.000 carros vendidos en Colombia y un margen de ganancias que superó los USD 4.000 millones.

La reacción del empresario de 70 años, nacido en Codazzi, César, fue tomar su lujoso jet privado y volar a Bogotá. Esta vez no se refugió en su oficina blindada, sino que fue directamente a plantarle cara a los más de 4.000 empleados que cada día llenaba el hangar que tenía su marca, Hyundai Colombia, en la autopista norte con calle 223. En una reunión de urgencia con sus vicepresidentes, Pablo Salcedo y Edgar Martínez, les informó que la alianza con los coreanos se terminaba. La representación se la darían al empresario ecuatoriano Juan Eljuri, representante de la casa Hyundai en su país y de la también coreana Kia en todo el continente americano, desde el río Grande hasta la Patagonia.

Mattos la tenía clara: no iba a tirar por la borda 25 años de construcción de trabajo y de abrirle un mercado. Iba a dar la pelea. Empezó con una demanda comercial, otra por competencia desleal e inducción a ruptura del contrato y una demanda penal por uso indebido de la marca a los coreanos y Eljuri. La reclamación de Mattos alcanzaba $700.000 millones.

Mattos no sabe perder. Hijo del algodonero y ganadero vallenato José Bolívar Mattos Lacouture, hermano de Alfonso Poncho Mattos, representante a la Cámara y Senador por el partido conservador y del empresario Jorge Mattos. Estudió en Medellín en el colegio Jorge Robledo y luego estudio Industrial Management en Lowll University en Estados Unidos e hizo una maestría en Administración de empresas en Babson. A mediados de los años setenta regresó al país y se dedicó de lleno a lo que siempre había soñado: los carros.

La apertura impulsada por el gobierno de César Gaviria abría una gran oportunidad. Mattos tenía en mente una gran importadora de carros. Haciendo gala de su arrojo, Mattos viajó a Seúl y conoció a Chung Mong Koo, presidente a nivel mundial de Hyundai y lo invitó a Colombia. Un mes después estaban los dos en una cancha de golf en Barranquilla firmando el contrato que lo dejaba como el único hombre que podía comercializar una marca hasta el momento desconocida en el país.

En 1993 Carlos Mattos, una persona sin nombre en el negocio, irrumpió con espectacularidad en el Salón del Automóvil en Bogotá. Se presentó acompañado de un equipo de relaciones públicas encabezado por la exreina nacional de la belleza, María Teresa Egurrola. El éxito fue arrollador: vendió 289 carros de una marca desconocida. Dos décadas después, Hyundai llegó a estar entre las 50 empresas más grandes del país con 1.600 empleados directos, 58 concesionarios activos y 87 vitrinas de distribución. El salto que dio la empresa fue espectacular. En 1995 las ventas llegaron a estar en $12.000 millones. En el año 2000 llegaban a los $127.000 millones; Mattos se craneó el gran negocio de los taxis que dispararon las ventas de manera exponencial hasta llegar en 2015 a los $7.7 billones.

Carlos Mattos comenzó su vida de magnate: un jet privado –valorado en USD 15 millones- y residencias en Madrid, Miami, Cartagena y un islote en la ciénaga de Cholón, dentro del Parque Nacional Natural de los Corales del Rosario y de San Bernardo que le ha traído problemas con el Ministerio de Ambiente, ya que uno de los muelles de la casa perjudica al manglar. En Europa se supo rodear y su esposa, Loretta Celedón, se transformaba en una socialité, gran anfitriona especialmente en Cartagena con invitados habituales como el rey Simeón II de Bulgaria y su esposa Margarita Gómez-Acebo.

El menú competía con el de los grandes restaurantes como blinis con caviar y raviolis de langosta con salsa de champaña; magret de pato y filets du sole au beurre blanc. Lujos de gran vida que lo llevaron hasta filmar un video apologético que hizo parte del programa español 21 días de lujo, que al final le generó tantos inconvenientes que lo hizo retirar de la web.

Pero los negocios con los coreanos –quienes le concedieron en 7 oportunidades el reconocimiento como mejor distribuidor del continente- comenzaron a desmoronarse. A la devaluación del peso se le empezó a sumar las quejas que llegaban desde Seúl porque el mercado colombiano se centraba solo en la venta de autos para servicio público para responder a su oferta a los taxistas. En el primer semestre de 2015 por primera vez Mattos reportó pérdidas que lo debilitaron y Juan Eljuri empezó a dejar ver hacia dónde marchaba.

A Mattos lo tomó por sorpresa el golpe coreano después de haber trabajado a fondo por lograr el TLC entre los dos países. Pero estaba seguro que al final ganaría. Armó un gran equipo jurídico. Para adelantar las acciones comerciales en contra de la casa matriz de Hyundai contrató a la firma Salazar, Pardo y Jaramillo; por los casos de competencia desleal e inducción a la ruptura de contratos se fue con el bufete de Néstor Humberto Martínez –quien renunció antes de explotar el escándalo- para los procesos por integración no reportada contrató a Ibarra Abogados y Jaime Granados lo asesoraba en temas penales.

Pero según la Fiscalía, y ahora un juez de control de garantías, no jugó limpio dentro de la ley. Para lograr su propósito presionó para forzar a Eljuri a tener que indemnizarlo como en efecto lo hizo un millonario acuerdo en dólares, habría propiciado una manipulación de la justicia. Con sobornos de por medio que lograron, por decisiones judiciales, bloquear las ventas de Hyundai durante buena parte de 2016, ocasionándole un duro golpe a los ecuatorianos. La Fiscalía tiene documentado un pago de 120 millones de pesos que habrían sido entregados por parte del abogado Luis David Durán Acuña a Edwin Fabián Masías, quien repartió la plata con Andrey Patiño Rodríguez, Wilmer Casas Mendoza, Ramón Orlando Ramírez Fuentes y Carlos Arturo Gómez, todos empleados y exempleados de la rama judicial.

El empresario recibió la noticia de la orden de captura en su contra en Madrid, su residencia preferida. Dijo estar dispuesto a encarar la justicia. Empieza un agrio camino que puede terminar mandándolo a la cárcel si se prueba su culpabilidad. Triste final para un titán empresarial como el vallenato Carlos Mattos.

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