La caída de Sebastián de Belalcázar

La caída de Sebastián de Belalcázar

Independientemente de las posiciones encontradas que generó este acontecimiento protagonizado por los misak, su relevancia es incontestable. Algunas precisiones

Por: JAIR ALEXANDER DORADO ZUÑIGA
septiembre 18, 2020
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La caída de Sebastián de Belalcázar
Foto: Manuel Mesías

El 16 de septiembre de este agitado año 2020, cuyo vértigo no nos da respiro, pasará a la historia payanesa y colombiana como el día en que la estatua ecuestre del conquistador español Sebastián de Belalcázar fue derribada de su pedestal, en lo alto del emblemático Morro de Tulcán de la capital del Cauca.

La relevancia de este acontecimiento es incontestable con independencia de las posiciones encontradas que genere el mismo. Los hechos son los hechos. Hacemos esta aclaración teniendo en cuenta el encendido debate que se levantó desde el momento mismo en que los indígenas con sus cuerdas sometían la figura de Belalcázar a un lento pero firme balanceo hasta lograr su derribo.

Desafortunadamente la mayoría de las opiniones, lanzadas desde el acaloramiento, fundamentadas en prejuicios y en el desconocimiento de elementos culturales e históricos, carecen, como es lógico, de solidez. Son más emocionales que profundas. Por eso queremos hacer algunas precisiones para construir un debate objetivo, sin crispación ni odio.

Empecemos por una obviedad como un templo: antes de la estatua, y por supuesto antes de que Sebastián de Belalcázar arribara a estas tierras, ya estaba el morro de Tulcán. Y eso no es un asunto menor.

“El Morro del Tulcán o Pirámide de Tucán es el principal sitio arqueológico de Popayán. Este consiste en una pequeña loma en forma de pirámide, en la que se encontraron elementos de la época precolombina, aproximadamente entre los años 500-1600 a. C., período que se conoce como de las Sociedades Cacicales Tardías”. Por lo tanto la pirámide es anterior a los pubenenses, no fue obra de ellos. Ha sido datado aproximadamente entre el año 800 d.C y el siglo XIII d.C.

“En marzo de 1957, después de una tormenta hubo una avalancha que dejó al descubierto en el Morro del Tulcán una abertura en la cual se reveló una pared de 3 metros de alto con mosaicos de adobe" (Cubillos Chaparro, Julio César, 1959, El Morro de Tulcán).

Allí fueron hallados caminos de piedra, tapizado de piedra en la parte superior de la pirámide, escalones y tumbas. También encontraron conchas marinas y piedras preciosas de otros sitios de Colombia y de otras regiones del continente. Los arqueólogos afirman que hubo un lago que rodeaba la pirámide.

En el valle de Pubén existía una sociedad con una compleja organización, los pubenenses, con industria alrededor de los tejidos de algodón, la cerámica y por supuesto la orfebería. El Morro era un espacio fundamental en la vida cultural y religiosa de esta comunidad.

Con la llegada de los españoles, la población indígena fue siendo destruida de a poco a través de acciones violentas. Las tradiciones españolas impuestas por las familias ibéricas que se fueron asentando finalmente se impusieron, y la cultura indígena fue sometida. El pueblo nativo fue relegado a una condición servil y esclava.

Lo de la estatua de Belalcázar, por la que muchos se rasgan hoy las vestiduras es un asunto reciente, sin peso histórico. Ocurrió cuando Popayán cumplió 400 años según la cronología establecida a partir de la "fundación oficial española". Seguro pesaron más las ideas de conservar lo español por encima de lo indígena, y finalmente en la cima del Morro fue ubicada la estatua de Belalcázar, encargada al español Victorino Macho, y el monumento del cacique a cargo del escultor colombiano Rómulo Rozo desapareció. Juzguen ustedes estos hechos.

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