El 13 de agosto se conmemoró el día nacional de la esperanza, recordando la muerte, aún en la impunidad, del brillante Jaime Garzón. El editorial del diario El Espectador define muy bien lo que significó Jaime para el país: “… Era un humorista genial, un hombre que, a fuerza de sus chistes, le llevó a un país, masticada, la realidad política nacional. Alguien que acercó a Colombia a un espejo en el que pudo contemplarse”.
Resulta paradójico que nos cueste tanto concebir como nación la esperanza; quince años después del brutal asesinato del periodista más polifacético de la historia de Colombia, creo -hablando desde la voz de la desesperanza- que los recientes hallazgos de la fiscalía son un poco más de lo mismo, una dosis paliativa de la caricatura de la impunidad.
Pero la efemérides no debe resultar una apología al sufrimiento, la muerte de Garzón, observada desde un momento decisivo para el futuro del país, debe abrir la puerta a la reflexión ¿Estamos dispuestos a vivir en un lugar en que la justicia es sólo una idea?
La antítesis es la puerta abierta al contraste, a su vez, la posibilidad de contemplar e interpretar las dos realidades al mismo tiempo. Mi llamado es a recapacitar sobre la esperanza y lo que significó el legado de un valeroso periodista que desafió una sociedad corrupta. Recordamos con Gratitud a Jaime, que eso sea un motivo para no perder la esperanza de que sí es posible cambiar el mundo. Jaime Garzón lo logró.
@zamivar