Juan Mario Laserna: "Fenómenos como Los indignados cambiaron la política"

Juan Mario Laserna: "Fenómenos como Los indignados cambiaron la política"

En una conversación con Juan Manuel Ospina, el exsenador analizó los nuevos rumbos de la política. Planeaba regresar a la vida pública

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julio 25, 2016
Juan Mario Laserna:

El senador conservador Juan Mario Laserna pasó de ser un reconocido economista con una sólida formación académica, a la política. Ha estudiado fenómenos de rebelión ciudadana como el de los Indignados en los que las comunicaciones virtuales han jugado un papel importante. En entrevista con Juan Manuel Ospina habla de éste y otros temas de la coyuntura política:

Usted viene de participar, invitado por la Fundación Getulio Vargas, en  un coloquio internacional con políticos y académicos  en Río de Janeiro,  sobre ese fenómeno actual que se da a escala planetaria: las movilizaciones sociales de protesta de los indignados, en España, la Primavera Árabe, Rio de Janeiro, Estambul. Movilizaciones plenas de espontaneidad ciudadana que le han apuntado todas a  rabias y  exigencias comunes: transparencia contra la corrupción, libertad de expresión, reconocimiento de los “invisibilizados”… En su invitación debieron jugar un papel las recientes marchas y paros de las autodenominadas dignidades campesinas. ¿Qué conclusiones sacó?

Esa realidad social de carácter mundial es producto y se ha dado por un choque tecnológico en las comunicaciones –  velocidad, inmediatez, bajo costo y el estar al alcance directo del ciudadano -. Un fenómeno similar al que se dio con el descubrimiento de la imprenta ¿Qué sucedió después de su invención? Un cambio total de la política, una redefinición de todo lo político: por primera vez la gente se pudo  comunicar por medio de papeles, sin tener que ser cara a cara o por mensajes personales.

La  ampliación de la capacidad de comunicarse libremente permite hacer propaganda, defender y atacar personas e ideas por medio de manifiestos, pasquines… La Reforma protestante cabalga sobre la imprenta y Lutero es sin duda el “best seller” del siglo XVI. Lutero entiende el poder de la palabra escrita. Le enseña a la gente a leer; todo el norte de Europa se vuelve un pueblo lector. Estos logros y la lectura de Lutero están en las raíces de la Guerra Campesina de 1525, en Alemania. Federico Engels la considera la primera guerra moderna en donde jugaron un papel importante los cambios en las comunicaciones  y consiguientemente en la ideología, ambos generados por la imprenta.  Engels al respecto analiza  cómo los avances tecnológicos van cambiando las circunstancias y condiciones de los conflictos.

¿Qué otros ingredientes ve, además del choque tecnológico?  

Como le digo, el proceso lo posibilita un choque tecnológico y lo anima una sensación moral de exclusión acompañada de una reivindicación moral. Lo que está sucediendo es profundamente democrático pero contiene una arista compleja, que cada vez es más visible, pues permite que todo el mundo se espíe y ello obliga a preguntar, ¿dónde va quedar la privacidad de las personas? Claramente esa situación nos recuerda que en sí la tecnología es neutra, pero que genera cambios que se deben entender para su mayor provecho, para las personas y la sociedad. Esa es la tarea a realizar, acá en Colombia y en el mundo entero.

¿El choque tecnológico en las comunicaciones tiene un mayor impacto, una mayor capacidad de desatar cambios en sociedades, menos estamentarias que las de los siglos preindustriales,  que eran sociedades de señores y siervos campesinos?

Efectivamente, la movilidad de clases de las sociedades modernas  la dinamiza  un choque tecnológico. En Colombia el campo se empobreció. La clase media antioqueña se desfondó a la par  con el empleo urbano industrial, como consecuencia de  la quiebra industrial de comienzos de los ochenta;  aparece  entonces  el sicariato; esto  puede ser algo  más que una simple coincidencia y confirmaría que las crisis económicas, en muchas ocasiones, son generadoras de  crisis sociales.

En el campo la crisis económica no generó plomo como en Medellin,  pero sí la siembra de cocales.  A esas realidades de crisis socioeconómica se sobrepuso  un choque tecnológico en las comunicaciones  aprovechado tanto por los delincuentes – las parálisis de Medellín por orden de don Berna… – como por  los campesinos tradicionales, que gracias a ella pudieron realizar por primera vez una movilización nacional sincronizada, que  les demostró  que podían movilizarse  nacionalmente y confrontar al gobierno y que esa posibilidad ya no era exclusiva  de las organizaciones obreras urbanas.

 Está  claro el papel del choque tecnológico del celular, el twitter, el Facebook, pero, ¿hay algo más en común entre esos fenómenos de movilización social?

Ante todo un sentimiento de rectitud y reivindicación moral, de gente que se siente excluida en las sociedades actuales y que inclusive se considera más recta que los otros, los que los excluyen. Muy seguramente lo son. Es una rebelión ciudadana con un trasfondo moral muy profundo, imbuida de un sentimiento de dignidad y de exclusión, de ser marginados y a la vez utilizados. Es un grito de denuncia contra la corrupción. Esa rebelión recorre al mundo de un lado al otro, de los Pequeños Hermanos Musulmanes en el Medio Oriente a las dignidades cafeteras entre nosotros.

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Juan Manuel Ospina en entrevista con el senador conservador Juan Mario Laserna

¿No cree que se está expresando con hechos concretos, una crisis generalizada de los esquemas y prácticas de los mecanismos tradicionales de representación de los ciudadanos, que deciden asumirla directamente, sin intermediarios?

No sé. Lo que si puede suceder, e insisto en ello, es que se esté viviendo a escala planetaria un choque que estaría exacerbando ese sentimiento. Recordemos que quienes protestan y se movilizan son personas marginales, se trata de una  rebelión de  gente común, localizada  en el margen de las sociedades. En Brasil por ejemplo, la rebelión nació en las favelas de Río de Janeiro contra el gobierno local. Allá la Presidente Dilma Rouseff se movió rápidamente y respaldó la protesta, con lo cual esta fue capturada por  el poder que  terminó capitalizándola. Semejante a lo que acá hacía Álvaro Uribe, quien  ejercía  a la vez  como  Presidente y  como principal opositor de su gobierno e implacable crítico de los ministros, de sus ministros.

En el mundo se avanza hacia un nuevo orden, que aún no se define. En Europa el nuevo orden que sucedió al Feudalismo, el de los estados nacionales,  el orden que hoy está en crisis, duró en su proceso de creación 150 años...

 Estados nacionales en crisis en medio de las crecientes dinámicas de lo supranacional y de lo local…

Y  lo local ofrece  posibilidades grandes como   escenario de la acción directa de los ciudadanos y de su acceso a las nuevas tecnologías de comunicación individual. Es prematuro para saber por dónde va a empezar a armarse el nuevo paradigma de las relaciones humanas y sociales, por efecto del choque tecnológico de la comunicación que la permite realizarla sin papel y en tiempo real. Se vive un proceso dialéctico (¿?) de acercamiento – alejamiento entre las personas, ocasionado por el computador. No conocemos que efectos va a tener sobre la familia, sobre la comunidad…

 ¿Considera que esta nueva situación ya haya hecho presencia en la política colombiana?

Con el reciente paro agrario se dio la reivindicación del hombre común. Se expresó el poder que nace cuando ese hombre común se une para movilizarse, cosa que antes no era posible por razones logísticas. En el mundo de la modernidad, salvo la excepción publicitada de la Revolución China con Mao, quienes se movilizan, paran y hacen revoluciones son los obreros,  no los campesinos. Colombia no era la excepción, paraban los obreros; eran paros urbanos, recordemos solamente el paro que las centrales obreras le hicieron al entonces Presidente López Michelsen. Hoy, por el choque tecnológico se pueden empoderar otros grupos sociales: los campesinos, los médicos… Es el empoderamiento creciente de los distintos grupos de interés que se mueven en la sociedad, expresados en  movilizaciones de grupos específicos con agenda propia y también específica.}

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El discurso político se va centrando y circunscribiendo a cuestiones concretas de personas y sectores específicos, con lo cual los discursos de diseño de la sociedad, de un proyecto y una agenda nacional pierden terreno.

Se va imponiendo un discurso fraccionado y específico  que refleja el retorno a la escena pública, del  liderazgo heroico que analizó John Keegan en su estudio del liderazgo militar, donde el prototipo es Alejandro Magno. Un liderazgo  propio de la premodernidad, cuando el jefe estaba materialmente al frente de las tropas, dirigiendo directamente a sus hombres, tomando las decisiones en el frente de guerra y animando a sus tropas con su ejemplo y valor; a medida que la Modernidad avanza, que se suceden los  choques tecnológicos, el líder abandona su presencia en el frente y la guerra empieza a dirigirse desde la retaguardia, hasta terminar en Hitler dirigiéndola desde un bunker subterráneo.

Para ilustrar el punto recordemos que cuando el atentado terrorista de El Nogal, el alcalde Mockus se fue a un hospital, a la retaguardia, a hacer lo que se debía hacer en esas circunstancias, coordinar la evacuación de ciento y pico de personas; mientras tanto  el Presidente Uribe se fue al teatro de los acontecimientos, al frente, a estorbar, pero logró lo que quería, el impacto de imagen. La gente lo recuerda porque “estaba ahí”, no así  a Mockus que desde la retaguardia e invisible a los ojos de la opinión, hacía juicioso la tarea que tocaba hacer. Uribe es sin duda el rey colombiano de las acciones que impactan, que se recuerdan. Con el regresó  a Colombia el liderazgo heroico, lo contrario por ejemplo al de un Alberto Lleras basado en propuestas intelectuales, en grandes discursos sobre  proyectos nacionales.

Ese nuevo escenario no parece ser el más propicio para el período posterior a los posibles acuerdos que se firmen en La Habana, que  requerirán  grandes acuerdos nacionales, lo que se vería dificultado por el fraccionamiento de la política que usted anota.

Esa  inquietud también cobija a las FARC, ¿cómo harán para sobrevivir a los acuerdos? Están atrapadas por la falta de información y  por su incomunicación con el mundo de hoy, un mundo que se mueve a mayor velocidad que el mundo y los tiempos que manejan la guerrilla. En esas condiciones enfrentan el riesgo de  actuar de manera rígida y autoritaria.  Hay una simetría política en este punto, porque igualmente desfasado con el mundo contemporáneo está el expresidente Uribe cuando por ejemplo insiste en “recuperar la autoridad” sin precisar  de qué autoridad habla, pues hoy el tipo de autoridad  aceptada es diferente a la de hace 50 años.

Una de las complejidades de Álvaro Uribe es que aunque mucho de lo que representa y de sus políticas son premodernas, sin embargo tiene comportamientos, maneras de hacer las cosas y de relacionarse con la gente sintonizada  con el presente. ¿Por qué cree que se presenta esa situación?

Porque el encarna el liderazgo heroico, que es premoderno. En la actual crisis mundial de la Modernidad, se ha regresado a cuestiones premodernas e impulsivas  y en ese regreso Uribe encaja perfectamente. Una premodernidad donde la comunicación y el debate se transforman en miles de dardos que se lanzan, son los twitter que destruyen cualquier argumentación demasiado elaborada; con esos dardos tecnológicos de 40 palabras se puede destruir, pero difícilmente crear; dentro de una lógica darwiniana muchos dardos sucumben, pero quedan los sobrevivientes y con ellos basta.

 ¿Y Mockus y la Ola Verde, están sintonizados con lo actual, con lo que acá estamos analizando?

Yo creo que sí. Fue una ola verde de clase media, en la línea del pensamiento conservador francés propio de Mockus, para el cual  el  Estado al imponer  valores éticos y un sentido de disciplina,  sustituiría  a la familia.  La Ola hizo parte de esos movimientos  muy intensos cargados de fuertes  emociones, pero que no logran permanecer para  producir cambios.

Por eso se les denomina olas – la ola verde mockusiana, la ola de la protesta campesina -. El campesino puede durar más en su empeño, obligado a ello por estar viviendo una situación dramática de quiebra económica; su lucha es por su supervivencia. La ola mockusiana tenía el propósito de limpiar y ordenar un país  desordenado y sucio, inmoral.

 ¿Esas olas, sí llegarán algún día a una orilla de acción política organizada?

Ahí van. Dirigentes de las olas se han incorporado a los partidos. Uribe y Robledo han sido exitosos en organización de movimientos concentrados en torno a sus personalidades; son movimientos premodernos por  su concepción y  por  la gran influencia del líder. Falta ver si los participantes en las olas se integran o no a esos movimientos.

Volviendo al paro agrario, este ignoró o superó la institucionalidad existente – pública, gremial, campesina, política -, pero aún no configura una alternativa, una fórmula de recambio ¿Usted qué opinión tiene el respecto?

Hoy los campesinos son iconoclastas por  no respetar y desconocer  toda autoridad,  son actores de primera línea de un proceso iconoclasta, en medio de  un mundo donde todo se mueve, donde todo el mundo tiene  voz y la tiene en un escenario nivelado; en él, nadie representa a nadie.

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El reconocimiento  de la importancia crucial de las víctimas y del territorio ¿habrá llegado a la mesa de La Habana?

Hablar de las víctimas, asunto en el que todos tenemos que estar de acuerdo, y de los territorios es una manera de  desmarcarse de las posiciones políticas e ideológicas. Hablar del territorio  tiene el mismo espíritu de los nacionalismos, de los regionalismos.

¿Pero que tanto va a impactar esta visión territorial en la política, en las próximas elecciones?

Difícil preverlo. En las elecciones de Marzo va ser posible acercarnos al menos a una primera respuesta,  cuando se analice  el comportamiento  del  voto uribista y del voto conservador. Uribe y sus listas van a representar un voto sustentado en un único liderazgo nacional, desprendido de los intereses regionales, mientras que el Partido Conservador está constituido por un conjunto de caciques que solo atienden intereses regionales y que no se comprometen con temas transversales, como si lo hace Jorge Enrique Robledo, por ejemplo. El voto conservador es un voto regional, movido y condicionado por intereses y fuerzas regionales. Uribe se la juega con el sentimiento de cercanía de la gente con él, facilitado por el uso permanente del  twitter y por el carácter de su liderazgo heroico;  percepción de  cercanía  reforzada por  su parecido con la gente del común. El suyo es sin duda un eficaz liderazgo de sentimiento, premoderno.

¿Y en este escenario, qué papel ha jugado el Partido Conservador?

El Partido Conservador desde sus orígenes, desde la declaración de 1849 de Mariano Ospina y José Eusebio Caro, proclama que  sigue a instituciones y no a personas. En su seno, especialmente en la primera mitad del siglo pasado, conviven dos tendencias claramente delimitadas, ambas conservadoras; la una caudillista, institucionalista la otra; respectivamente el laureanismo y el ospinismo. El apego al institucionalismo, a las instituciones, es  de la esencia conservadora y se ha mantenido hasta la fecha. Basta con ver como el Partido Conservador lleva 15 años manejando el Ministerio de Hacienda y el Banco de la República – Juan Camilo Restrepo, Alberto Carrasquilla, Oscar Iván Zuluaga, Roberto Junguito, Juan Carlos Echeverri y ahora Mauricio Cárdenas-. Son cuotas burocráticas defendibles porque son institucionales, no para complacer o “comprar” a algún político conservador.

Indudablemente, en esos 15 años aunque se erosionó la institucionalidad conservadora, el Partido ha estado presente, activo y responsable en un escenario fundamental de la institucionalidad pública de la Nación. Creo firmemente que hacia adelante el Partido Conservador debe seguir en esa tarea de apoyo a la institucionalidad, jugando con decisión  su papel de fuerza estabilizadora en un mar caracterizado por un fuerte oleaje y con olas que pueden volverse tempestuosas. Frente a un tal panorama,  el Partido más que oponerse a los cambios, que nunca  debe hacer, ha de anticiparse a ellos para  preservar la estabilidad y el tejido de la Sociedad. El Partido debe volver a lo básico, a aquello que no se puede nunca perder de vista.

Publicado originalmente el 13 de diciembre de 2013

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