John Viafara, el eslabón del Cartel de Sinaloa en Jamundí, Valle del Cauca

John Viafara, el eslabón del Cartel de Sinaloa en Jamundí, Valle del Cauca

Gracias a la detención del exfutbolista se pudo rastrear la mega operación que tienen los narcos mexicanos a cuarenta minutos de Cali

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agosto 01, 2019
John Viafara, el eslabón del Cartel de Sinaloa en Jamundí, Valle del Cauca

El 19 de marzo del 2019 John Viáfara, el volante que le dio el único título de la Copa Libertadores al Once Caldas, fue detenido en su finca en el corregimiento de Robles, a media hora de Jamundí. Desde que se había retirado del fútbol en el 2015 se dedicó a crear escuelas deportivas en la tierra donde había nacido. Además estaba metido en proyectos de cultivos de fruta y hasta asistía a partidos conmemorativos para buscar recursos que apoyaban buenas causas. Incluso le ayudaba a su papá, José, con las actividades que hacían los bomberos de los que hacía parte. Todo era una fachada.

La policía y la DEA llevaban dos años montándole el cerco al exselección Colombia. En su finca en Robles se había reunido más de una vez con emisarios del cartel de Sinaloa. El contacto lo había tenido a través del Cartel del Golfo. Él era un simple lava perros narco, el hombre que agrupaba los bloques de coca, los organizaba y los dejaba listos para su viaje a los Estados Unidos, Jamundí era territorio seguro. Estaba en casa.

Si existe un corredor narco en Colombia es el que se forma entre Caquetá, Tumaco y Buenaventura. Desde esos dos puertos salen pequeñas lanchas atiborradas de coca hacia alta mar. Allí los encuentran los grandes buques, fletados por los carteles de la droga mexicanos para llevar el cargamento a las costas de Estados Unidos. Pero es en un punto intermedio, en Jamundí, a 23 kilómetros de Cali.

El acento que más se ha escuchado este año en este municipio es el mexicano. Son cada vez más las camionetas de alta gama que llegan en medio de la noche. A veces no les preocupa poner en sus parlantes los corridos del compositor Valentín Elizalde en honor al Mayo Zambada, al Chapo Guzmán. Ellos son los dueños del pueblo y a veces no les importa ocultarlos. Incluso las fiestas son cada vez más estruendosas. A los mexicanos los sigue una caterva de prostitutas que animan sus fiestas. El whisky corre por raudales. La coca y la marihuana también. Nadie protesta, todos callan. Se creen que ya son noventa los hombres del Cartel de Sinaloa que trabajan allí.  Los apoyan varios grupos armados. El ELN es uno de ellos. Les han entregado Kalashnikov, camuflados, granadas. Jamundí es una ciudad tomada.

En la zona del pueblo donde más se siente la influencia mexicana es al sur, en donde Jamundí limita con Buenos Aires Cauca, una zona que se ha ampliado muchísimo desde el 11 de enero de este año y que llega hasta Villa Colombia o Puerto Vélez. Ese día, empezando el año, Pácora, jefe de los Pelusos, entró a Jamundi tumbando la puerta. Pácora es el hombre fuerte del Catatumbo. Desde ese lugar libró una muerte con Pepe por el control de este grupo armado y de los cientos de millones de dólares que mueven al año producto del narcotráfico. Pácora, de quien se desconoce su nombre real, fue el heredero de Megateo.

Pácora quiere extender su territorio, por eso entró el 11 de enero matando a cuatro personas de una sola familia. Desde ese día mandos menores como alias Rojas y el Paisa ingresaron a la amplia nómina de ayudantes del Cartel de Sinaloa. Ellos han puesto 80 hombres a disposición de los mexicanos. Vigilan cada cargamento, cada movimiento, son los ojos que vigilan Jamundí. Pero no son los únicos.

En medio de todos los problemas que tienen se suma la incursión de Mayimbú. Leider Johany Noscue, alias Mayimbú, un indígena nasa jefe de la Dagoberto Ramos, disidencia del sexto frente de las Farc que operaba en la zona junto con el Octavo, el Sesenta y la columna móvil Jacobo Arenas, es el hombre de la Cripy en Colombia. Entre las montañas de Miranda, Corinto y Caloto está el triángulo de oro de la marihuana en el país. 12.596 hectáreas cuyos moños jugosos se comercializan en buena parte del planeta.

Con una tierra fértil y sin control del Estado, el negocio de la marihuana en el departamento es el más apetecido. En las noches en el Triángulo del Oro ocurre un espectáculo hermoso y a la vez inquietante: la montaña se enciende. Son los cultivos hidropónicos que trabajan con sus plantas de energía para darle a la marihuana el poderío que la ha convertido en una de las más apetecidas por norteamericanos, canadienses y europeos.

Sin embargo, la nueva bonanza ha traído la muerte. Al final del 2018 cuatro líderes campesinos fueron asesinados en la zona. El más notorio de la lista fue el gobernador indígena Edwin Dagua Ipia del resguardo Huellas en Caloto. Sin embargo, la muerte que más alertó sobre los estragos que están causando la disputa del territorio por parte de disidencias de las Farc, ELN, EPL y Bandas Criminales fue la de Mónica Berenice, la argentina que organizaba los tours canábicos en la zona. A finales de mayo del 2018 a la mujer de 47 años la bajaron de una camioneta frente al cementerio de los Evangélicos, a cinco minutos del casco urbano de Corinto. En ese lugar, que se ha convertido en un botadero de cadáveres, le pegaron seis tiros. Hubo testigos, a nadie le importó.

Ahora Mayimbú es una nueva cabeza que le ha salido a la hidra que carcome Jamundí y que parece solo obedecer a un solo amo: el temible Cartel de Sinaloa.

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