“Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
Jonh Donne
Cuando el líder hipergaláctico, que de vez en cuando se desaparece para ir a sembrar el caos por las estrellas del universo, abre la boca o activa los pulgares para escribir por Equis derrama sobre Colombia un torrente de ideotas que deja anonadados a los que lo llevaron a posar su trasero en el solio presidencial.
La ultima barbaridad del gran prócer de la paz ajena es destrozar las relaciones con Israel para apoyar, no a Palestina, sino directamente a un grupo de terroristas que, como siempre, atacan y destrozan con sevicia la vida de inocentes, entre estos dos ciudadanos colombianos, en medio de un festival de música.
Fue el renacer de una guerra apaciguada y largamente dolorosa entre dos bandos que llevan décadas luchando por una franja de tierra que tiene un componente no solo estratégico sino religioso e ideológico para el Medio Oriente.
No voy a establecer un análisis geoestratégico pues hay excelentes y muy curtidos estudiosos de ese tema que usted puede consultar; solo voy a establecer algo que va más hacía el sentido humano y a la triste violencia que existe desde que el ser humano tiene un poco de memoria histórica.
Como dice el fragmento del poeta Jonh Donne que encabeza este texto “la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a la humanidad” y, por tanto, no solo me entristece cada hombre, mujer y niño de Israel que murió o está en peligro de muerte en manos de unos seres que no puedo nominar como humanos que son los representantes y esbirros del grupo terrorista Hamas, como también me llena de luto y de dolor los hombres, mujeres y niños de Palestina que están perdiendo su vida en una guerra reiniciada por esos seres despreciables que, como todo cobarde, ataca, huye y se refugia en espacios donde ponen como escudos humanos a seres inocentes.
Pero de ahí a salir a decir barbaridades como establecer que los israelíes son “nazis” o a romper relaciones con un aliado tan importante de Colombia como lo es el Estado de Israel para ponerse, como siempre, del lado perverso de la historia, el líder apocalíptico de Colombia que siembra el virus de la estupidez en la cabeza de sus seguidores, vuelve a establecer que no solo no es un estadista sino que sigue siendo un pendenciero, un ignorante, un creador de caos, un hablador de babosadas y un tipo que, desafortunadamente, está aislando y dejando en vilo a Colombia por lo que le resta de mandato.
En primer lugar, los israelíes distan mucho de esa etiqueta de “nazis” que alegremente le ha endilgado la bola de (in)sapiencia que mal administra a Colombia. Baste leer un libro llamado “Treblinka” de Jean Francois Steiner para verificar históricamente como fue diezmada la población hebrea en Europa durante el trágico periodo que denominamos Segunda Guerra Mundial, y, no solo eso, los judíos han sido, históricamente perseguidos, discriminados y exterminados por razones que van desde la intolerancia, la creación de estereotipos maliciosos y los intereses económicos de ciertos grupos políticos.
En segundo lugar, Hamas, esa caterva de criminales, no representa al pueblo palestino pues, como toda horda de fanáticos, son incapaces de buscar otra alternativa para exponer sus argumentos que la pura y física violencia; por tanto, eso ya demuestra su talante opresor, delincuencial y fundamentalista que busca, como sucede en Irán, pisotear los derechos humanos de la población palestina e imponer sus normas barbáricas, arcaicas y patibularias.
Se han preguntado los seguidores de don Petro, esos que cargan banderitas arcoíris, pañoletas feminazis o hablan de “paz total” que sucedería si salen a las calles en Palestina a hacer un desfile del orgullo LGTBIDISNEY plus, a gritar consignas feminazis o a agitar banderitas pro aborto; pues que los van a exterminar y los van proscribir porque eso que ustedes hoy defienden para seguir como borregos las consignas de su líder apocalíptico es todo lo que Hamas, y muchos más prohíben en los territorios que dominan y que se hace bajo un fanatismo religioso extremo y un odio hacía Israel abominable.
Es dolorosa la muerte de un palestino inocente, es execrable el exterminio de un ciudadano israelí, pero es mucho más triste tener que escuchar que un supuesto defensor de la paz apoye de manera indirecta a un grupo de terroristas sanguinarios al ponerse del lado incorrecto de la historia y unirse a las voces putrefactas de dictadores como Maduro, en Venezuela u Ortega, en Nicaragua que celebran con entusiasmo la matanza iniciada por los “nazis” que componen la directiva del despreciable grupo terrorista Hamas.