Humillar para crear enemigos incondicionales
Opinión

Humillar para crear enemigos incondicionales

El desprecio y la humillación al contrario ha crecido como estrategia política, han estado en muchos acontecimientos recientes, y en la tragedia de Ordóñez. ¿Dónde está el antídoto?

Por:
septiembre 21, 2020
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Rafael Orduz

Las emociones, no los conceptos ni los programas, mueven a la gente a salir a protestar.  O a votar por un líder, bien porque nos identificamos con él, o porque está en contra de alguien que, por alguna razón, representa algo que odiamos.

Así, por ejemplo, Duque sale electo porque millones odian el socialismo tipo Venezuela que creen encarna Petro y los petristas, a su vez, detestan a los que votaron en blanco porque con ello, consideran, eligieron al que dijo Uribe.

Está fresca la estrategia del gerente de la campaña por el No, hace cuatro años: “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca....” y, contra todo pronóstico, vaya que lo consiguieron. La ira, el miedo, o mejor, la manipulación de la gente por sus emociones es receta vieja en cualquier parte del mundo, aunque acentuada en lo que va del siglo.

Humillar al otro, a una comunidad, a grupos de personas, de las formas  más variadas y por los más diversos motivos (preferencias políticas, raza, etnia, orientación religiosa, sexual, lugar de nacimiento, clase social, claustro en el que estudió) puede provocar sentimientos que llevan a afiliaciones, propias o de otros que, a veces, no comprendemos. La humillación es, de entrada, ausencia de respeto por el otro.  Quitarle la dignidad al otro va de la mano.

El desprecio y la humillación al que se considera adversario o afín a éste, han estado siempre en el repertorio de las estrategias políticas. No obstante, vivimos épocas en que se apela más a ellos; los dirigentes políticos parecieran extraer buena parte de su oxígeno quitándole dignidad al que consideran opuesto. Los ejemplos sobran.

“No estarían recogiendo café”, dicho sin titubeos por el presidente Uribe, fue una bofetada, en primera instancia, a las madres de los hijos asesinados en el marco del eufemismo aquel de los “falsos positivos”.  Pisotear la memoria de los miles de muchachos engañados y acribillados por miembros de la fuerza publica, es un insulto a sus familias, una humillación.  Difícil que ellas militen en las toldas del CD...

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“No estarían recogiendo café”, dicho sin titubeos por el presidente Uribe, fue una bofetada, en primera instancia, a las madres de los hijos asesinados  con el eufemismo de “falsos positivos”

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Esta semana se pronunciaron los antiguos comandantes de las Farc, por primera vez, sobre el secuestro, un acto en extremo humillante, al que de manera tangencial se referían como “retención”.  “Les arrebatamos lo más preciado: su libertad y su dignidad...”, dijeron, refiriéndose a las víctimas. A lo largo de décadas, en todo el territorio, miles de familias sufrieron la humillación del secuestro. Hay, sin duda, un hilo conector con el No del plebiscito;  sacar “verraca” a la gente a votar no fue tan difícil... Ni difícil ha sido que el Centro Democrático haya barrido en zonas en las que, durante el conflicto, fueron activas las Farc.

“Esa cosa con ojos”, trinaba el finado Popeye, despojándolas de humanidad, para referirse a personas lejanas de sus afectos políticos, con la mentalidad del asesino.

Mucha gente salió a manifestar en protesta por el asesinato de Javier Ordónez, hace casi dos semanas.  Incluyendo a Bogotá y Soacha, los muertos fueron 14.  Hay varios elementos de humillación alrededor de la muerte de Ordóñez y los demás, jóvenes en su mayoría.  En primer lugar, en esta época en la que cualquier ciudadano es un camarógrafo, la imagen de los policías encima de Ordóñez, aplicándole el taser a pesar de éste gritar, repetidas veces, “por favor, no más”. Segundo, la actitud inicial de negación de la institución de cara a la ciudadanía, que se entera de que su muerte ocurrió en el CAI a punta de golpes brutales.  Tercero, en la misma línea de ausencia de reconocimiento de la brutalidad policial, la imagen del presidente vestido de policía, sin presentar condolencias a las familias de quienes murieron en la jornada de protesta, en la tónica de exaltar la gallardía del comportamiento de los miembros  la institución.

Como ya se conoce, también por videos que ya son virales, hubo uso desproporcionado de la fuerza por parte de la Policía, disparos indiscriminados que acabaron con la vida de personas que regresaban de sus trabajos. Que la autoridad lo niegue es un lamentable mensaje de desprecio por familias que están destrozadas.  Oportunidades perdidas.

El antídoto a las actitudes humillantes es el respeto, el reconocimiento del otro, los actos sinceros de perdón, la justicia.

Los policías heridos durante las jornadas de protesta, así como sus familias, necesitan, por supuesto, de la solidaridad de la sociedad. Sin caer en el cuento de las manzanas podridas, es decir, reconociendo la necesidad de una reforma profunda en la institución, una buena manera de manifestar respeto y reconocimiento es la del rechazo tajante al vandalismo en las manifestaciones.

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Boric, Petro

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