Historia negra: la otra independencia

Historia negra: la otra independencia

Una mirada a cómo el pueblo negro llegó esclavizado a estas tierras y cómo fue su camino hacia la libertad

Por: Santiago Valencia Rodriguez
agosto 11, 2020
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Historia negra: la otra independencia

Tras el 7 de agosto y la conmemoración de la batalla de Boyacá es imposible no pensar si esta épica leyenda independentista fue realmente como la cuentan o si existe algo más allá de lo que nos enseñan en el colegio. Para la comunidad negra, afrocolombiana, raizal y palenquera, el 7 de agosto de 1819 no representó la independencia, sino otro momento histórico donde trabajamos sin recompensa. Hoy revisaremos de manera general una parte de la historia que no es común abordar y que permanece invisible a los ojos de la mayoría: cómo el pueblo negro llegó esclavizado a estas tierras y cómo fue su camino hacia la libertad.

La historia que nunca nos contaron

Dentro de la enseñanza escolar de la historia colombiana existen muchos errores, falacias y vacíos, pero ninguna población ha sido tan invisibilizada como la afrocolombiana. El territorio hoy conocido como Colombia, fue alcanzado por los europeos en el siglo XV, y desde ese momento empezó la invasión y expansión violenta por todo el territorio. Apenas unos años después, en 1500, Isabel I de Castilla prohibió la esclavitud de nativos, y a mediados del siglo XVI, la presión de los indigenistas, como Bartolomé de las Casas, sumada a la disminución de la población indígena por enfermedades y trabajos forzados, llevó a la corona española a evaluar nuevas opciones.

Aquí es donde aparecemos nosotros. La trata de seres humanos traídos desde Africa ya era algo existente en la península ibérica, practicada por españoles y portugueses, pero las necesidades de mano de obra esclava en el “nuevo mundo” crearían todo un nuevo mercado sobre el cual se basaría la economía europea y americana por siglos. Cabe aclarar que, para ese entonces, situaciones como la esclavitud, el rapto, la tortura y el asesinato si eran penados por las leyes de la corona, pero la justificación para realizar estos actos sobre las personas africanas tenía “justificación” religiosa: La bula papal Dum Diversas, de 1452, en la cual se establecía que invadir, capturar y subyugar africanos estaba bien desde el punto de vista moral, puesto que era un trabajo evangelizador, y así se fue extendiendo la creencia de que “Los negros no tienen alma” como un aliviador de culpas para los esclavistas.

De esta manera, empiezan a llegar a las tierras de la Nueva Granada, por el puerto de Cartagena, miles de seres humanos africanos esclavizados, que luego serían cientos de miles, y millones con el pasar del tiempo. La economía de Cartagena, así como la de buena parte de la Nueva Granada pesaba sobre los hombros de hombres y mujeres negras, explotados y torturados hasta el fin de sus días, cosa que nos cuentan siempre de manera muy superficial, casi como algo natural. Lo que no nos cuentan, es que la rebelión del pueblo negro existió en Colombia desde el principio, como por ejemplo las rebeliones de cimarrones que destruyeron 2 veces la ciudad de Santa Marta en el siglo XVI.

Sin embargo, la rebelión más importante de cimarrones, fue la que dio origen al Palenque de la Matuna, ahora conocido como San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América. La rebelión fue liderada por Benkos Biohó, junto con su esposa Wiwa, quienes huyeron de sus captores y fundaron una comunidad de cimarrones en la ciénaga de Matuna, zona de Montes de María, que luego los españoles denominarían palenque, por su estructura exterior de empalizada. Los cimarrones del palenque liderados por Benkos, fueron más que un dolor de cabeza para Cartagena y la corona española, y después de reiterados fracasos para acabar con el Palenque, llegaron a un acuerdo con la mediación de la iglesia católica. En el mismo, se reconocía al palenque como un pueblo libre, independiente de la corona española, y se permitía el tránsito de cimarrones en Cartagena, reconociendo el liderazgo de Benkos Biohó, como rey del palenque en 1613. Como se imaginarán, el tratado no duró mucho, y el rey Benkos Biohó, que caminaba tranquilo por Cartagena, con su elegante traje “de blanco”, como solía hacerlo, fue apresado por la guardia de la muralla en 1619, y posteriormente ahorcado y descuartizado en plaza pública en 1621, por ser un peligro latente de rebelión contra la corona.

Y así como esta, en los siglos venideros se dieron muchas rebeliones de cimarrones, que los españoles intentaron disolver sin éxito, mientras que los asentamientos de negros libres se fueron moviendo hacia el sur, llegando a la costa pacífica.

Una independencia con alma negra

Como se puede apreciar, la búsqueda por la libertad ha sido una constante en los pueblos negros que han habitado esta tierra, por lo cual nos debería extrañar la ausencia del pueblo negro dentro de la campaña independista. ¿Dónde estaban los negros en este proceso? ¿Por qué no hay próceres afro?

Todos los que alguna vez nos preguntamos esto, somos la prueba viviente de que a nadie le importan los negros, ni ahora ni en ese entonces, pues la participación del pueblo negro en la gesta independentista no solo fue activa, sino esencial, en nuestra independencia y en la de muchas naciones de Latinoamérica.

Pareciera, a primera vista, que la afirmación “Sin negros no habría independencia” es atrevida. Sin embargo, existen grandes argumentos que la respaldan, argumentos con nombres propios como el del General Alexandre Pétion, Presidente del pueblo libre de Haití. Mientras España reconquistaba la Nueva Granada, Bolívar tuvo que huir, primero a Jamaica, y posteriormente a Haití. Esto debido a que Haití era la única república libre en el caribe y Latinoamérica en el momento, lo cual la hizo perfecta para planear su gesta independentista. El presidente Pétion, le compartió a Bolívar su experiencia en la lucha contra los franceses; le dio no sólo ánimo, sino armas y un ejército para que retomara su lucha, con una única condición: que en cada pueblo que libertara, liberara también a los negros esclavizados. Una promesa que Bolívar intentaría cumplir sin éxito.

Mientras tanto, en la Nueva Granada, que se estancaba en la lucha del poder criollo, época conocida como la “Patria Boba”, la comunidad negra de Cartagena batallaba activamente, para lograr la independencia de esta ciudad, el 11 de noviembre de 1811, y luego participaron en la resistencia de la ciudad amurallada contra la reconquista española encabezada por el temible Pablo Morillo.

Pero la participación de los negros no se limita a estos hechos. Durante la campaña libertadora, muchos negros pelearon y dieron sus vidas, confiados en la promesa extorsiva de la libertad, pues negarse a participar en la lucha era una nueva condena, como lo sentenció Bolívar en 1816: “El nuevo ciudadano que rehusé tomar las armas para cumplir con el sagrado deber de defender su libertad quedará sujeto a servidumbre, como también sus hijos menores de catorce años, su mujer y sus padres ancianos”.

A esto se le suma la presencia determinante del coronel Juan José “el negro” Rondón, hijo de esclavos, en la batalla del Pantano de Vargas, donde ante una inminente derrota, Bolívar pronuncia la conocida frase “Coronel, Salve usted la patria”. Es allí cuando Rondón entra a la batalla con sus 14 lanceros y logra lo impensable: el repliegue de las tropas realistas de Barreiro, y la victoria del ejército libertador. Solo unos días después, Rondón y sus lanceros estarían en la vanguardia al enfrentar a los españoles, el 7 de agosto de 1819 en la batalla del puente de Boyacá.

Todo el mundo queda libre, menos nosotros

A pesar de las promesas de libertad, realizadas por los “próceres”, después de la victoria de las tropas independentistas, la élite criolla ve como inconveniente la abolición de la esclavitud, pues esta seguía siendo la base de la economía. Así pues, en el congreso de Cúcuta, el discurso esclavista que se reunió en torno al general Francisco de Paula Santander se enfrentó a las voces que pedían la manumisión, encabezadas por Antonio Nariño y Simón Bolívar. Cabe aclarar que muchos de los que abogaban por la manumisión de los esclavos no lo hacían con ánimo de la protección de las comunidades negras, sino por el temor de una revolución nacional de los esclavizados, como muchas veces lo pronunció Bolívar, quien sostenía esta tesis, después de ver el efecto de la revolución de Haití, que exterminó a toda la élite blanca europea. Vale la pena añadir que, a pesar de los aportes inmensos del pueblo de Haití a su gesta, Bolívar cortó todo lazo diplomático con ellos, según él, porque espías haitianos estaban promoviendo una revolución racial en Colombia. Su paranoia frente a una revolución de los “pardos” lo llevaría a perseguir, encarcelar y ejecutar al almirante José Prudencio Padilla, prócer afrodescendiente que lideró la batalla independentista en el caribe, la primera víctima visible del enfrentamiento de las elites criollas encabezadas entonces por Bolívar y Santander.

Al final del congreso de Cúcuta en 1821, que entregaría la primera constitución de Colombia, se sienta el primer precedente de las élites invisibilizando y aplazando el conflicto racial, con la tibia ley de libertad de vientres. Una ley que condensaba discursos que ya estaban en el ambiente político hace varios años, y que como lo dijo su ponente José Félix Restrepo buscaba “Destruir la esclavitud sin destruir a los propietarios” además de “preservar la paz de la nación”. Las ideas del nuevo gobierno criollo frente a la libertad de los esclavos, se podían resumir como “un mal necesario”. Pero este proceso debía ser lento, pues los negros eran seres ignorantes, que no sabrían que hacer cuando fuesen libres. Esta decisión, significó para las élites, vestir y dar de comer a los nacidos después de 1821, a cambio de que les sirvieran durante este tiempo y luego liberarlos. Para la comunidad afrocolombiana, significó una generación más de esclavitud, aferrada a la esperanza de una libertad efímera.

Durante esta época, las leyes permanecían escritas, pero en la práctica no existían, algo que se volvería muy común en nuestra nación leguleya. Las juntas de manumisión encargadas de la transición no se formaron sino después de varios años, y no funcionaban, pues desde su creación hasta 1850 fueron libertados por este medio menos de 200 esclavos. Por otro lado, los niños negros dejaron de cumplir años, y muchos ni siquiera eran registrados al nacer.

Al mismo tiempo, a pesar de seguirse aprovechando del modelo esclavista, las élites económicas no entendían por qué tenían que dejar en libertad a alguien que habían mantenido durante 18 años, por lo cual, mientras seguían comerciando con esclavos, (que ya era prohibido en tierras colombianas), maquinaban otra estrategia para extender la esclavitud. Fue así como se creó la ley contra la vagancia promulgada por Santander en 1826, por medio de la cual, cualquiera que encontrara a una persona negra libre, podría acusarlo de vago y enviarlo a la cárcel. Posteriormente, alguien con recursos pagaba su excarcelación, y luego el negro era obligado a trabajar forzadamente para para pagar esta deuda.

En 1839 debían empezar las liberaciones de los negros nacidos bajo la ley de vientres, pero llegó la primera guerra civil (de muchas venideras) en Colombia: La Guerra de los supremos, que enfrentó a los poderes regionales contra el gobierno central. Así que, de nuevo, la disputa del poder entre los criollos aplazó el asunto racial hasta 1842. Ya en ese año, de nuevo se veía inconveniente económicamente esta liberación, así que se creó la Ley de Enseñanza y Concierto, la cual consistió en aplazar durante 7 años la liberación de los esclavos, tiempo durante el cual estarían bajo la tutoría de un amo que los “educaría”.

Ya en 1849, momento en el deberían quedar libres los primeros negros esclavizados, el debate de la manumisión alcanzó su punto más álgido, con manifestaciones de la sociedad y la prensa presionando al gobierno para que se cumpliera lo pactado; mientras que los grupos de hacendados y terratenientes se resistían a seguir las leyes relacionadas con la trata de esclavos.

Ese mismo año, todos los hechos desembocan en José Hilario López, candidato del recién creado partido Liberal Colombiano, ganando las elecciones presidenciales. Por su parte, sus contradictores, los antes conocidos como “retrógrados” que defendían una figura republicana más cercana a la colonia, fiel a la iglesia y que permitiera la esclavitud, fundaron el partido Conservador Colombiano.

Esto es de importante mención, pues en el año de 1851, después de 3 décadas de las valientes luchas y sacrificios de personas negras, que soñaron con la libertad, el día 21 de mayo, se expide la Ley de Manumisión de los esclavos, que abolía la esclavitud y ordenaba la libertad de todas las personas esclavizadas en el territorio de la República de la Nueva Granada, así como una gran compensación monetaria para… ¿los seres humanos que sufrieron la peor barbarie durante siglos? No.

La manumisión, definida desde la constitución de Cúcuta en 1821, era otorgar la libertad a cambio de un pago, una indemnización, a quienes se consideraba las víctimas de la abolición: los esclavistas. Así desde esa época, se empezaron a recaudar impuestos, de las herencias y de los empleados oficiales para alimentar el fondo de manumisión.

Pero, ¿Quiénes fueron los beneficiados de estas millonarias indemnizaciones? Las grandes familias esclavistas de la época: Mosquera, Arboleda, Torres, Arroyo y Valencia, entre otras. Estás familias, además de su poderío económico, pertenecían a la aristocracia criolla desde el proceso independentista, ejerciendo la presidencia de Colombia en varias ocasiones, y su influencia se preserva intacta hasta el día de hoy.

Sin embargo, las indemnizaciones no fueron suficientes para los esclavistas, tan solo un día después, el 22 de mayo, los terratenientes conservadores se pronunciaron, e iniciaría la guerra civil de 1851.

Finalmente, el día 21 de mayo de 1852, entra en vigencia la ley de manumisión, y cientos de miles de esclavizados recuperaron algo que nunca les debieron quitar, su libertad.

Como pueden observar, la lucha por la libertad ha estado siempre presente en el pueblo afrocolombiano, desde los primeros africanos que pisaron esta tierra. Esta es la historia que no nos enseñan en el colegio, que no nos cuentan en los días patrios, y que no solo representa la libertad del pueblo negro, sino el día en el que todos los colombianos, fuimos libres.

De igual forma, después de 1851, la lucha por la libertad y por los derechos del pueblo afrocolombiano continuó, con los nuevos libertos buscando un lugar para asentarse, la persecución sistemática de la ley y los antiguos amos queriendo despojarnos de lo poco que teníamos… pero esa es una historia para otra ocasión.

Referencias

- El problema de los excluidos. Las leyes contra la vagancia en Colombia durante las décadas de 1820 a 1840

- Esclavos y negros en la independencia

- La manumisión de esclavos en Colombia, 1809- 1851, Aspectos sociales, económicos y políticos

-La guerra de independencia y los negros en Colombia

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