Hiroshima en la transversal
Opinión

Hiroshima en la transversal

Una bomba atómica explota sobre las cabezas de quienes se niegan a perderlo todo porque sí.

Por:
agosto 07, 2015
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Agosto 6.

1) Un señor muy viejo con unas alas enormes. 2) La mujer que se maquilla en el bus, tiene las pestañas pegachentas, lleva un sobre de manila tamaño carta en la mano. 3) Un señor vestido de blanco que es igual a Jorge Barón. 4) El tipo que lee de pie en Transmilenio, lleva una gorra de Los Indios de Cleveland y lee un libro pirata de John Green. 5) Una adolescente vestida de vampiro, cabello negro, sienes rapadas, cara blanca, líneas negras en los ojos, camiseta de Type Of Negative, ve su reflejo en el vidrio de una vitrina y entristece. 6) Un periodista joven, de gafas, cabello recién cortado, nariz grande, pide otro trago y se va sin despedirse. 7) Cerca de ahí una muchacha saca unas llaves de su gran cartera negra y se dirige al baño a toda velocidad. Suena cualquier cosa de Depeche Mode. 8) y 9) Las dos estudiantes del Sena que conversan sobre los resultados del examen. Van vestidas con ese horrible uniforme azul. No más de 22 años cada una. Aburridas. 10) El hombre, 35 o 40 años que pedalea a toda velocidad. No se detiene nunca. A veces lleva una bufanda que le cubre el rostro, otros días lleva un pito en la boca con el que se abre paso entre quienes insisten en caminar por la ciclorruta. Hoy luce un poco más viejo, como si algo le pesara en la vida. No avanza. 11) Una mujer que vende ositos de goma en la buseta, es atractiva, tiene un tatuaje de tinta azul en una mano. Habla de su hija a quien debe alimentar. Habla de que perdió su empleo y no tiene más remedio. Habla de lo dura que está la vida. El tatuaje es un F gigante acompañada de líneas que la adornan, como un brillo. Suena cualquier cosa de Diomedes Díaz. 12) Una monja vestida de negro que va en la parte de atrás de una pequeña furgoneta. Su rostro no dice nada, tan solo mira hacia adelante y ya. Una geografía de arrugas pavorosas cruza su cara. No se ríe. No respira. No parpadea. Asusta. 13) Un sujeto que pedalea una extraña bicicleta roja adornada con banderas de Colombia. Lleva un parlante desfigurado que reproduce discursos de Gaitán en un loop interminable y pegajoso. 14) El niño bajito que camina solo por la calle, lleva las manos en los bolsillos como un adulto pensativo. Va sucio como un gato abandonado. Se ríe solo. Corre intempestivamente hacia las palomas del parque y se pierde entre los millones de plumas que se levantan a su paso. 15) y 16) La pareja de actores de reparto que camina por la calle esperando a que alguien los reconozca. 17) Un skinhead gordo que toca una batería inexistente mientras escucha música en su reproductor. Se llama Frank o al menos eso parece. 18) y 19) Un adolescente peinado a la moda y con los dientes un tanto separados discute algo con una chica que parece un hombre. La chica se voltea y deja al adolescente hablando solo. La mira hasta que se convierte en un punto entre la multitud. Saca su teléfono y marca un número al azar. Un número mentiroso. Como si alguien lo estuviera observando. 20) Una chica —pelo corto y fucsia, ropa cuidadosamente elegida entre lo más variopinto de Forever21, cigarrillo en mano— dice algo así como “si no tiene espinas me lo como”, imposible saber a qué o a quién se refiere, salvo por el hecho de que el grupo que la rodea, compuesto por cinco chicas iguales a ella, se ríen instantáneamente. 21), 22) y 23) Tres estudiantes de Colegio tocan a la puerta de una casa amarilla y salen a correr. Uno de ellos se parece a Cometín Sónico. El otro es una imitación pobre del hijo camboyano de Anjolina Jolie. El otro corre muy rápido y no deja ver su cara. La dueña de la casa sale por el balcón y grita algo inentendible. Los niños ríen. 24) Los relojes de pulsera, los de pared, los de bolsillo, los de los teléfonos, los digitales, los de cuerda, todos los relojes del país, relojes insomnes, de todas las marcas y modelos y tamaños, relojes ausentes y distantes, relojes que hablan, relojes tirados por allí, los relojes de las iglesias, los de los bancos, todos marcan las 3.30 a.m.

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25) En un séptimo piso, una mujer vestida como Sophia Loren, le cuenta sus líos matrimoniales a una prima. 26) En el octavo, un estudiante de literatura bebe un trago de café y mira por la ventana mientras escribe mentalmente que Colombia de noche es una especie de sucesión de cuentos de Edgar Allan Poe, gente entre la multitud esquivando todo, máscaras de la muerte, hombres y mujeres enterrados por ahí, en cualquier parte, de cualquier modo, gatos sonámbulos que maúllan como almas de niños muertos, gente sola esperando nada. 27) y 28) Dos policías en una moto, el de atrás se sostiene a su teléfono móvil, se pierde entre los cientos de palabras que escribe por minuto. A su alrededor la ciudad avanza al ritmo del frío que lo estremece todo. 29) Una anciana que balbucea rezos inexistentes. Lleva una canasta vacía. Camina despacio, de un lado a otro, ebria de locura o de soledad. 30) y 31) Dos extranjeros repetidos. Camisa blanca, manga corta, corbata, una placa con sus nombres sobre el bolsillo derecho. Un aura de superioridad moral o de ingenuidad infantil los envuelve. Miran a todos lados como buscando un camino. No lo encuentran. Preguntan. 32), 33), 34), 35), 36) Un grupo de jóvenes con camisetas de fútbol. Beben cervezas de litro. Comentan algo sobre el buen clima que debe estar haciendo en este momento en alguna playa lejana donde ninguno ha estado nunca. 37) Un hombre viejo. Con un balde y una brocha. Pega carteles de un concierto de una banda que jamás ha escuchado. Tiene un aire lejano a Burt Lancaster. Feo. 38) Dos cuadras más allá, en un bar de Lourdes, un bar trash o death metal, un tipo flaco —vestido de negro y con una sonrisa escalofriante— programa un video de Napalm Death en el que unos soldados regresan de la guerra. Los clientes del bar, gordas góticas, metaleros infectados por la oscuridad, uno que otro punk, y varios desprevenidos tocan sus guitarras invisibles y mueven sus cabezas en un rictus desigual. 39) Luego suena algo de Pantera y todos vuelven a sus conversaciones o a sus cervezas. 40) Un tipo ebrio tambalea en busca del baño. Alguien parte algo. 41) Afuera, todos los que deambulan ahí intentan regresar a casa. Son una pandilla de espectadores nocturnos, vampiros sin lentes que los protejan del sol que se avecina. Un ejército extenuado de seres sin fortuna que intentan esconder sus penas entre las calles llenas de olores rancios. 42) La chica de ojos silenciosos que lleva un abrigo largo y gastado y que me mira y voltea la cara como si supiera algo. Desparece como un espectro. 43) La sirena de la policía que suena a la distancia. 44) El señor de la chaza que vende cigarrillos y escucha las noticias en un radio gris. Hablan de las elecciones de octubre, de las propuestas de los candidatos, de la paz que cada vez es más esquiva, de las fosas comunes, de los años que nos quedan por vivir en esta república que somos, en esta mentira que nos colorea. 45) El niño de las manos en los bolsillos de nuevo. Con la misma ropa. Con la misma mirada. Con la misma sed. 46) Una pareja gay que atrapa un taxi en el aire, se sueltan de la mano mientras preguntan si es posible que los lleven a un lugar cercano. Tienen suerte. 47) Una bomba atómica explota sobre las cabezas de todos los que se niegan a regresar, los que andan un poco locos por ahí, los que se resisten a perder al amor de su vida en un segundo, los que se niegan a perderlo todo porque sí, los que juran lealtad y se derriten por un poco de lo que ya no tienen. Un Hiroshima enjaulado en la mirada. Un Hiroshima en la transversal. 47) Un tipo que camina solo hacia su trabajo. Se parece a W.H. Auden. “Los vientos deben venir de alguna parte cuando soplan”. 48) Suena el himno nacional. 49) El cielo que arroja el sol como una bomba. 50) Amanece sobre nuestros escombros.

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