Haz lo que digo, no lo que hago

Haz lo que digo, no lo que hago

Por: Alba Nelly Lopera G
marzo 03, 2014
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Haz lo que digo, no lo que hago
Imagen Nota Ciudadana

Del mal ejemplo hemos aprendido bastante. Los ciudadanos corrientes, como yo, pagamos con cierto recelo y desagrado los impuestos. Porque en el fondo no estamos tan convencidos del fin real del mismo. Sobre todo, cuando se ventilan casos de corrupción y nos damos cuenta del despilfarro y abuso de algunos políticos.

Solamente, cuando vemos nuestros impuestos representados en obras beneficiosas para la comunidad, se siente un pequeño alivio. Más no del todo satisfactorio, pues se percibe una desproporción del costo de la “inversión”, sea en lo social ó material y la sensación que con ese mismo dinero se podría haber hecho más, que de alguna manera justificase el costo.

Es paradójico escuchar en campaña las promesas hechas por los políticos que vienen luego a contradecirse en el ejercicio del poder. Pareciera más bien que lo que están exponiendo, es lo contrario a sus verdaderas intenciones de lo prometido en campaña.
También a veces las cosas no salen como se esperan, puede tratarse de un político, persona de bien, que quiere hacerlo bien, pero se enfrenta a un entorno amenazador, coercitivo, una especie de monopolio, en el que participan solo unos cuantos privilegiados.
Lo que hemos aprendido del mal ejemplo viene también desde los modelos de crianza. Cuando como padres, cuidadores ó docentes, hacemos lo que no queremos que hagan los chicos, pero si lo juzgamos. La excusa es que queremos lo mejor para ellos y que sean personas de bien, que no comentan los mismos errores que nosotros cometimos y que aprendan de nuestra experiencia porque el diablo sabe más por viejo que por diablo.

Cuando en realidad, damos señales opuestas a nuestros comportamientos. Como si por ser adultos tuviéramos una especie de licencia para hacer lo que exigimos que no hagan ellos. Como yo ostento el poder, se hace lo que yo diga y punto.

En el político sucede que pretende administrar los recursos públicos “como sólo él lo sabe hacer”, pero cuando resulta un fiasco, se pierde la fe. Produce también falta de compromiso en el pueblo en general y no faltará que haya quienes quisieran hacerle el quite, evadiendo impuestos ó copiando sus mala mañas favoreciéndose a sí mismos.

El efecto es el mismo tanto en los modelos de crianza como en la administración pública y sus recursos, puesto que ambos deben ser modelos a seguir, no necesariamente perfectos, pero que si estén dispuestos a hacerlo lo mejor posible.

Ambos tienen poder, y su ejercicio hará la diferencia en ser una buena guía. En ser los posiblemente más coherente entre lo que se dice y lo que se hace.

Se ajusta a esta situación el dicho popular: “Dime de que presumes y te diré de que careces”. En lo que tanto nos damos el aval, puede ser nuestro punto más débil.

Así las cosas, una de las mejores herramientas de educación es el ejemplo, manifestando nuestra humanidad y vulnerabilidad al error. Más no pretendiendo ser perfectos y si, actuando con coherencia. Para luego no emitir lamentablemente que: esta no es la persona con la que me casé, no es el hijo que crié, ni el político por el que voté.

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