Hay que repudiar el abuso sexual, pero mirar con lupa las denuncias

Hay que repudiar el abuso sexual, pero mirar con lupa las denuncias

"Los medios de comunicación deberían indagar más a fondo, en vez de dar espacios a la ligera para desarrollar estas historias"

Por: Ricardo Adolfo Rodríguez Ramón
julio 03, 2020
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Hay que repudiar el abuso sexual, pero mirar con lupa las denuncias
Foto: Pixabay

Ante la serie de denuncias por actos de abuso sexual en contra de miembros de nuestro Ejército Nacional, todas válidas y a las que se les debe responder de forma consecuente y célere (prestándoles toda la atención posible), nos encontramos con narraciones que cualquier persona con un ápice de justicia y el mínimo de lógica puede concluir que, si bien estas pueden ser ciertas, los personajes de la historia pueden no ser los que en ella manifiestan.

Nos encontramos con una mujer que narra con seguridad un relato que sucedió cuando era pequeña y en el que con lujo de detalles manifiesta que fue abusada cuando transitaba por algún lugar por soldados, incriminación que hace con la plena seguridad de que los abusadores lo eran. De igual forma, recuerda muy conscientemente que el abuso al que fue sometida ella fue muy diferente de aquel al que fue sometida su progenitora y además, con lágrimas en los ojos, señala que en este país el abuso es un mal con el que deben cargar silenciosamente y que la ha hecho sufrir de forma muy intensa, pudiendo solo hasta ahora, después de pasados x cantidad de años, desahogar su intenso dolor.

Este es un recuerdo muy concreto que nos permite percibir una capacidad especial y superior de la que una niña como esta era poseedora. Según el relato, sistematizó el delito y lo extendió no solo a un abuso, sino a un temor que la llevó a el autoostracismo de su progenitora, ya que con lo que se encontraron fue con un grupo de delincuentes del que simplemente la única identidad que podían tener era la de soldados.

Son tantas las preguntas por formular que dejarían expuestas las más contundentes dudas por las que una persona como esta debe responder. No cabe duda de que si el daño causado, ya sea por soldados o guerrilleros a la vera del camino ejerciendo su poder acostumbrado, fue tan grave como el que hemos escuchado manifestar con lágrimas en los ojos, en algún lugar de su historia clínica podremos encontrar manifestación profesional de la afectación causada.

De igual forma, asumiríamos que por la claridad que tiene de los hechos también recuerda el lugar en que ocurrieron y las características del grupo por las que con plena seguridad determina que eran soldados. En consecuencia, debería hacer un relato de lo que sucedió inmediatamente después, de cómo prosiguieron su camino y hacia dónde se dirigieron, no sin dejar de hacer el recuento de cómo procedieron al llegar a su destino. Con eso, habría que verificar su historia desde el momento en que sucedieron los hechos hasta el instante en que la vimos llorar por la afectación causada al hacer el relato frente a las cámaras. No sobraría una prueba de poligrafía y otras psicológicas por las que se pudiera concluir la veracidad de su relato.

Para cerrar, los medios de comunicación deberían indagar más a fondo, en vez de dar espacios a la ligera para desarrollar estas historias. Si bien los colombianos nos debemos solidarizar y repudiar tales actos demenciales, también es cierto que no podemos permitir que una historia tan confusa que muestra a una niña superdotada se tome como un hecho real en toda su extensión. Sí, es necesario brindarle todo el apoyo y todo el acompañamiento ante su sufrimiento, pero al igual debe caer todo el peso de la ley ante su denuncia en caso de que esta no pueda ser corroborada, al menos con la contundencia de un relato en concordancia con la lógica, con la naturaleza de los personajes que en ella participan y la posibilidad de verificar que en efecto fueron soldados identificados plenamente en su momento los que cometieron el abuso.

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