Hay que proteger a Colombia de los dirigentes tóxicos
Opinión

Hay que proteger a Colombia de los dirigentes tóxicos

¿Cuál es el gen político que podría provocar que ciertos personajes colombianos resulten siendo unos vectores tóxicos para la sociedad, estilo Trump o Maduro?

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enero 24, 2021
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No se requirió del despliegue de radares muy sofisticados para detectar la severa disminución de esa especie de zozobra que afectó a la política norteamericana hasta el instante mismo en que Donald Trump abandonó la Casa Blanca.

Por lo pronto, el talante del señor Biden y su lenguaje de distensión se han traducido en una bocanada de sosiego.

No hay para qué negarlo: hay dirigentes que son francamente tóxicos.

Llama la atención que este sea un señalamiento que se cruzan indistintamente las derechas y las izquierdas. En estos tiempos de ideologización de las controversias, la obsesión de los unos consiste en demostrar que todos los males habidos y por haber se deben a la existencia política de los otros y, a su vez, estos no cejan en su empeño por justificar su razón de ser con base en su pretendida defensa de la sociedad frente al peligro que significa la existencia política de su contraparte.

Sin embargo, la verdad de la historia nos muestra que la toxicidad de los dirigentes no pareciera estar ligada al espectro político al que pertenecen. A estas alturas del partido podemos encontrar, en las distintas esquinas, claros ejemplos de personalidades que han ennoblecido con sus aportes de la misma manera que hallamos oscuros ejemplos de personajes que se han dedicado a enturbiarlo todo a punta verter sus inquinas y sus egolatrías.

Si por el lado de un Winston Churchill y un Donald Trump las diferencias llueven, por el de un Willy Brandt y un Nicolás Maduro las distancias no escampan.

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Si por el lado de un Winston Churchill y un Donald Trump las diferencias llueven, por el de un Willy Brandt y un Nicolás Maduro las distancias no escampan.

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Si no son las geometrías de las derechas y las izquierdas las que determinan la toxicidad de los dirigentes, ¿cuál podría ser, entonces, la verdadera causa?

Claro que siempre hay que considerar aspectos de la pasta humana que los configura. Es preciso saber que muchas veces no importa qué tan “exitosos” hayan llegado a parecer, hay personajes que no han tenido la templanza suficiente como para impedir que las frustraciones y los dolores que tenemos que atravesar en la vida terminen dañándoles el corazón hasta el punto de convertirlos en unas malas personas.

Pero más allá de la aproximación humana vale la pena intentar una aproximación política.

¿Cuál es el gen político que podría provocar que estos personajes resulten siendo unos vectores tóxicos para la sociedad?

Yo diría que su característica común es que no entienden la democracia, que no son verdaderos demócratas.

Y es lamentable porque no solo no son demócratas sino que, haciéndose pasar por demócratas, terminan abusando y traicionando a la democracia. No olvidemos ni por un instante que tanto Donald Trump como Hugo Chávez llegaron a través de la democracia.

En el caso colombiano, que es el que conozco más de cerca, resulta evidente que han surgido jefes políticos que distan mucho de respetar conductas propias de un auténtico demócrata, comenzando por negarse frenéticamente a desconocer que hayan sido derrotados alguna vez. Es que ese es uno de los síntomas más claros de los antidemócratas: miren cómo Trump montó el delirio de que le habían robado las elecciones.

Es qué hay que tener cuidado porque en Colombia hay dirigentes para quienes la máxima de Clausewitz es al revés. Según ellos, es la política la que se define como la guerra por otros medios.

Y si algunos creen que la política es una guerra cuyo objetivo es aniquilar a su oponente, entonces la democracia corre serios peligros.

 

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