¿Hasta cuándo la destrucción y la agresión serán su deporte?

¿Hasta cuándo la destrucción y la agresión serán su deporte?

Carta abierta a un encapuchado

Por: David Fernández
noviembre 26, 2019
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¿Hasta cuándo la destrucción y la agresión serán su deporte?

Seguramente sus padres no saben lo que usted hace. Ignoran que el estudio no es propiamente su mayor preocupación; desconocen que su deporte siniestro es la destrucción de bienes públicos y agredir (o zaherir) con odio a policías que son tan necesitados como usted, que viven cerca de su vecindad y que están trabajando en cumplimiento de un deber legal. 

A usted no lo mueve la adrenalina de un buen libro, la investigación de un tema, el reto de un examen difícil o la discusión con altura de un asunto público. Sus motivaciones están inspiradas en la criminalidad, aunque las quiera vestir de lucha social y revolución. El gozo que le produce romper una ventana de vidrio, es el mismo gozo que sintieron los nazis cuando salieron en hordas salvajes para saquear y destruir casas y sinagogas en Alemania, precisamente en el mes de noviembre, y que se conoce como la famosa noche del Kristallnacht, es decir, la noche de los cristales rotos. No me sorprende que usted no conozca esta parte de la historia, porque sabemos su repudio por coger un texto histórico y leerlo con la fruición que merece. Por eso la historia se repite contra su propia vida, y, en vez de sacar una enseñanza de la misma, termina echándole la culpa a otros.

En la mañana, muy temprano, cuando sus padres lo ven saliendo con su mochila, pensarán, orgullosos, que algún día será un profesional exitoso. Ignoran que esa mochila tiene una simbología de rebeldía y está adscrita a una membresía partidista en cuyo interior no hay huéspedes ilustres como libros y libretas de apuntes, sino piedras, bombas molotov, pasquines y tarros de aerosol para pintorrear paredes con grafitis, algunos de ellos escritos con pésima ortografía. Pero no importa, es mejor tener mala ortografía y ser un buen ser humano. De lo primero podemos certeza tener certeza, pero de lo segundo, como dice el texto bíblico, “por sus frutos los conoceréis”.

De buena fe, sus padres celebran sus pronunciamientos políticos contra el sistema, como algo correcto, porque ellos, ciertamente sufren los rigores del mismo, y confían que su formación, algún día, servirá para torcerle el pescuezo a la injusticia social. Pero no saben que sus semestres en la universidad son eternos, y el grado soñado, con toga y birrete, jamás llegará. Usted sacará mil excusas de por qué no se ha graduado, y le echará la culpa a Uribe, al caballo de Uribe, a los zapatos de Uribe, al vecino de Uribe, a los nietos de Uribe y a todo aquel que lleve el apellido Uribe.

Usted no comparte con su familia logros académicos y reconocimientos a su labor como estudiante, ni hablará de sus sueños profesionales, porque, como dicen por ahí: la universidad pasa por encima suyo y no usted sobre ella. 

Su lugar favorito en la universidad no es la biblioteca o los círculos de estudio. No. Es la cafetería o cualquier lugar apartado de la universidad, en el cual celebran cumbres borrascosas para hablar estupideces, reclutar a otros estudiantes que terminan siendo una copia suya y para aprender el arte siniestro de preparar petardos caseros.

Los días felices para usted en la universidad son aquellos en que se anuncia un paro o una marcha, sobre todo cuando lo fijan para un jueves. El viernes, por supuesto, no habrá clases, y así disfrutará de un largo puente festivo, en el cual, no apartará “ni un milímetro de segundo”, como dice su par Nicolás Maduro, para leer o repasar las clases de sus profesores, sino para soñar con otro paro, y así sucesivamente. 

Es muy posible que algunos de sus amigos encapuchados sean jóvenes estudiosos y lectores consagrados. Buenos estudiantes y muy queridos en la comunidad universitaria, líderes por vocación y con un gran potencial intelectual, conscientes de que la sociedad debe ser justa e inclusiva, oradores por naturaleza y muy carismáticos, que lo convencen a usted de las presuntas bondades de tirar piedra, y es probable que su inteligencia algún día les indique el error que están cometiendo, y en el futuro se vuelvan adalides de la política, pero usted, estudiante encapuchado, que tiene la misma inteligencia de aquél, se ha degradado y ha escogido el odio y la maldad. ¿Que algún día se arrepentirá? Posiblemente, todo ser humano merece una segunda oportunidad, pero si no es así, no me voy alegrar con su vida desgraciada, ni me va dar un fresquito su fracaso como ser humano, pues me daría tristeza que el mundo haya desaprovechado su potencial para hacer de esta tierra un lugar feliz. 

Soy consciente de que muchos de ustedes provienen de familias con grandes necesidades y de pocas oportunidades, que de una u otra manera han sido víctimas de un Estado injusto, clasista y racista, ¿pero qué culpa tiene la policía y el mobiliario urbano de eso? Si su vocación es movilizar a la gente, el día de las elecciones es una oportunidad para votar por aquellos que quieren un cambio. No me queda claro si ese día también hace locha y se queda dormido esperando a que ganen sus adversarios para luego echarles la culpa de sus desgracias.

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