Hablemos un poco sobre el fin del mundo
Opinión

Hablemos un poco sobre el fin del mundo

El fin del mundo ya pasó. Fue en 1985. Y lo vimos por televisión. El magistrado Alfonso Reyes Echandía lo sabe. Omaira Sánchez también.

Por:
noviembre 08, 2015
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El fin del mundo ya pasó. Fue en 1985. Y lo vimos por televisión. Duró los pocos días que juntos suman una semana, entre el 6 y el 13 de noviembre, pasamos del horror al espanto, fuimos del temor al pánico, no entendimos (no entendemos) lo primero y nos resistimos a aceptar lo segundo. Lo primero: el Holocausto del Palacio de Justicia. Lo segundo: la tragedia de Armero. En una semana este país dejó de ser el país que antes era.

¿Dónde estabas vos cuando todo esto pasó?
Casi la mitad de este país no había nacido.
¿Lo viste en televisión blanco y negro o a color?
En los colegios de este país ya no enseñan historia ¿sabías?
¿Recuerdas las voces del desespero contando todo esto en la radio?
Cuando todo se apaga recuerdo la carade Omaira atrapada en agua.
Cuando el silencio habla escucho a Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema de Justicia, suplicar “Estamos clamando por cese al fuego… si no cesa inmediatamente habrá una hecatombe… Que el Presidente de la República de finalmente la orden del cese al fuego.”

Yo tenía poco más de diez años y, aún sin comprenderlo bien, supe que estaba frente a la más espantosa película de horror que he visto. El terror es porque no era película: esta fue la realidad.

Yo entendí la dimensión del dónde y el para qué del Palacio de Justicia el día de la toma del M-19 y de la retoma del ejército nacional. Yo supe dónde quedaba Armero en el mapa el día en que dejó de existir en todos los mapas. En Colombia aprendemos geografía a partir de las tragedias. Somos nuestras heridas. Y también el dolor. Somos un país de preguntas sin resolver.

No fuimos cómplices de lo uno o lo otro pero sí fuimos testigos. Nunca he querido ni voy a querer ser presidente de la República pero, si hay que escoger ser uno de los que ya lo fueron jamás elegiría ser Belisario Betancur Cuartas. En casa estábamos muy orgullosos de él: estudió en la misma universidad en que trabajó papá y que fue el colegio –por entonces exclusivamente masculino- en que estudiamos mis hermanos y yo. El presidente bolivariano que invitó a toda la nación a pintar palomas de paz envejeció cien años en una semana, esa semana, de noviembre del ochenta y cinco. Luego se convirtió en silencio. Antes de callar estos treinta años dijo que él había tomado todas las decisiones sobre lo sucedido durante esas 28 horas en el Palacio de Justicia. Ni siquiera su esposa Rosa Helena le creyó. Arriba de cien muertos fue la cifra del espanto en plena Plaza de Bolívar. Antes de callar estos treinta años habló por televisión y todas sus palabras no alcanzaron a dibujar el tamaño del horror por la erupción del volcán Nevado del Ruiz pero si retrataron la tristeza y desolación de un país entero. Veintitrés mil personas murieron en Armero. Veintitrés mil. Todos los desaparecidos de una dictadura o de varias guerras en un instante.

 Los tanques, el Palacio, Omaira, Armero. Días de 1985

Los tanques, el Palacio, Omaira, Armero. Días de 1985

Éramos niños viendo por televisión el palacio arder. Los tanques rompían la puerta. Los cañones hicieron trizas y humo la fachada. Vimos la gente salir asustada y escoltada. Vimos a los que salieron vivos para desaparecer después. Nos contaron que no había nada qué hacer. Pero tal vez sí pudo hacerse, por ejemplo: hablar antes de atacar.

Éramos niños viendo por televisión desaparecer un pueblo bajo el barro hirviendo que vomitaba el volcán. El piloto Fernando Rivera fue quien avistó y avisó que el municipio no existía más. Doce horas tardaron en llegar equipos de rescate desde que sucedió el desastre. No hay paisaje tan vasto que sea peor que este en la bien dolida historia del país. Nos contaron que no había nada qué hacer. Pero tal vez sí pudo hacerse, por ejemplo: atender las alarmas y evacuar.

Hubo horas en la vida de este país en que cada segundo vivido fue peor que el anterior. Noviembre de 1985 es la constatación.

Para que los menores de treinta años entiendan les digo: lo que habrá sentido un neoyorkino frente a las imágenes del ataque a las Torres Gemelas lo sentimos nosotros con las operaciones militares en el Palacio de Justicia y, cuando aún las cenizas del edificio destruido aún estaban calientes, comenzamos a ver el desfile de víctimas cubiertas de barro, muertos y vivos de un mismo color vestidos en su desnudez, y kilómetros y kilómetros de una tierra que antes fue fértil y ahora es cementerio infinito devorado por ríos hirvientes.

Y la voz del magistrado Reyes Echandía en la radio pedía que lo salvaran.
Y la tierna voz de 13 años de Omaira Sánchez en la tv pedía que la salvaran.
Y este país no fue capaz de hacerlo.
Yo tenía poco más de diez años y no entendía por qué los dejamos morir ante nuestros ojos. Treinta años después hay momentos en que se hace muy difícil comprenderlo.

¿El fin del mundo?
El fin del mundo ya pasó.
Fue en 1985. Y lo vimos por televisión.
El magistrado Alfonso Reyes Echandía lo sabe. Omaira Sánchez también.

@lluevelove

Homenaje a Omaira Sánchez, reporte de TVE

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