Aquella tarde del 20 de julio de 1810, el grito de Independencia de Colombia solo fue una ilusión, ¡los conquistadores españoles nunca se fueron! Sus familias siguieron gobernando en este país de generación en generación, sin estar dispuestos a soltar el control del poder, ya que por derecho divino se les otorga el privilegio de estar por encima de los demás en la pirámide de mando, estas son palabras que se han repetido entre ellos como una sagrada oración.
Guacarí un pueblo fundado hace 452 años, no fue ajeno a esta realidad, una de estas familias es parte de eso convertida en antiguo Clan, descendientes de grandes hacendados dueños de bastos terrenos; terrenos que alguna vez pudieron pertenecer a pobres campesinos que ante la desdicha de su analfabetismo perdían ante los privilegiados poderosos.
El patriarca de este Clan está vivo. Es un hombre astuto que cimentó su poder en la política para perpetuarse en el tiempo, ha puesto a sus marionetas en los cargos más destacados, esta estrategia le ha funcionado, ya que los habitantes de este pueblo no sospechan de quien en realidad está al mando: creen inocentemente que son nuevos gobernantes los que llegan a estos cargos y depositan en ellos las esperanzas de un anhelado cambio.
La verdad es que en 452 años, el cambio nunca ha llegado ni llegará mientras estos clanes sigan vivos, ellos solo piensan en sus propios intereses; en cómo seguir incrementando insaciablemente sus inmensas fortunas, mientras el pueblo sigue de esclavo y alimentado de las migajas de pan que caen de sus mesas de oro y mármol.
El poderoso símbolo de la espada de Simón Bolívar que utilizó nuestro presidente electo, es el verdadero grito de Independencia, llamando a la liberación de un pueblo oprimido y maltratado que reclama dignidad y soberanía.
