Glúteos peligrosos
Opinión

Glúteos peligrosos

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agosto 16, 2013
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Hace poco concluyeron gozosamente los IX Juegos Mundiales en Cali. El último día miraba por Señal Colombia los finales de balonmano playa.  Las selecciones de distintos países competían descalzas por medallas de oro. Después de los Olímpicos y estos Juegos los concursos de belleza femeninos deberían desaparecer avergonzados. Los atletas son un paradigma de belleza física como ya sabían los griegos. Por el contrario los desfiles en tacones, lentejuelas, plumas y disfraces folklóricos con preguntas idiotas del “jurado” son ridículos. Y creo que muy pocas “niñas” salen sin un trastorno de la personalidad de concursos de belleza municipales, departamentales o “universales”.

Pero también en esos admirables deportes de los IX Juegos hubo lugar para la vergüenza, en este caso la mía. Participaba en la selección brasileña una muchacha que en un tiempo de receso pedido por el entrenador se puso de espaldas. Todos tenemos dentro algunos genes de Neandertal (Discover Magazine, 4 de marzo, 2013) y en ese momento se me dispararon. La joven tenía unos glúteos mayores espectaculares. Además cubiertos parcialmente de arena e iluminados por el canicular sol vallecaucano… bueno, no entro en más detalles. Mirar con admiración no es pecado me enseñaban en mi católica adolescencia o como precisaba uno de mis profesores que llegó a obispo: aunque uno esté a dieta puede leer el menú.  Poco después jugó la selección masculina. Una joven mujer sentada a mi lado preguntó: ¿por qué será que a los hombres no los hacen jugar en tanguita? Sentí rubor por el hipócrita doble rasero que lleva a privilegiar la exhibición de ciertos atributos femeninos.  Claro que en nuestra erotizada cultura el cuerpo masculino es ya también objeto sexual. De todas formas, quedé pensando en nalgas o glúteos peligrosos por la desmedida valoración cultural de ellos.

Pero como dijo el Eclesiastés nada hay nuevo bajo el sol.  Desde aquellas supuestas figuras de fertilidad talladas en el paleolítico tardío, como la Venus de Willendorf hace más de veinte mil años, unas caderas y regiones posteriores prominentes son características de cierta belleza femenina. Algunas antropólogas discuten que estas tallas no representan diosas de fertilidad pues con razón aducen que en ese caso tendrían rasgos de embarazo o niños pequeños en sus brazos. Siempre imagino un precoz pornógrafo deformando el cuerpo femenino a su machista gusto en aquellas cavernas. Y lo hemos seguido haciendo (todos, señores, seamos sinceros).

Quienes llamaron las cosas por su nombre fueron los griegos helenísticos. En esa época apareció el motivo artístico de la Venus Calipigia: una joven mujer de espaldas mostrando coquetamente nalgas y caderas. La leyenda era la de dos hermanas pobres de Siracusa que se casaron con sendos jóvenes ricos debido a su perfil posterior. En verso se cantaba “había unas niñas de bellas nalgas en Siracusa” y no conozco como sigue el poema. De todas maneras ellas patrocinaron en Siracusa un templo a Venus Calipigia. El cristianismo se opuso a esta devoción y Clemente de Alejandría lo consideraba un culto erótico pagano. Y también llamaba las cosas por su nombre usando el término Venus Caliglútea.

A lo que quiero referirme hoy es a los excesos médicos causados por esta apreciación del cuerpo femenino, sin negar que millones hemos caído en esa admiración estética y pidiendo disculpas ruborizado a la anónima jugadora brasileña de balonmano. El Washington Post publicó hace tres semanas un artículo cuyo título debería aterrarnos: “Inyecciones en las nalgas que deforman y matan a mujeres que buscan procedimientos cosméticos baratos”. Se referían a la moda de glúteos grandes estimulada por el cuerpo de artistas como JLo y Beyoncé que ha llevado a muchas mujeres a buscar aumentar de cualquier manera y exageradamente sus nalgas. Antes ya distintos medios de comunicación (www.salon.com, 14 de abril, 2010) habían llamado la atención sobre los peligros de estos procedimientos.  En febrero de 2009 dos mujeres fueron tratadas por daño renal irreversible tras inyecciones glúteas de silicona. Solange Magnano de 28 años, madre de mellizos y Miss Argentina 1994 murió por embolismo pulmonar tras un procedimiento quirúrgico para subir sus nalgas. Apryl Michelle Brown estuvo gravemente enferma y sufrió amputación de sus miembros tras unas inyecciones de silicona. Ella inició una página web para prevenir los peligros de esos procedimientos cosméticos. Estos son sucesos publicados pero existen innumerables casos de infecciones y cicatrices deformantes asociadas sobretodo al uso de silicona industrial en salones y clínicas de estética.  Un profesor de cirugía de NYU afirma  “Usted debe saber qué hace cuando se pone a mover grasa en el cuerpo… A veces el centro del tejido intervenido se necrosa y puede llevar a infecciones graves… Esto no debe realizarse en un spa”.  Nuestra cultura erotizada con toda su libertad e indiscutibles placeres ha permitido que se pongan de moda ciertos cuerpos a los que se debería llegar con esfuerzo, deportivo por ejemplo, y no con cirugía.

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