Get Back: El privilegio de ver cómo los Beatles se autodestruían

Get Back: El privilegio de ver cómo los Beatles se autodestruían

Peter Jackson logra el milagro de ponernos frente a las grabaciones finales del mejor grupo de todos los tiempos en este documental solo apto para fanáticos

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noviembre 30, 2021
Get Back: El privilegio de ver cómo los Beatles se autodestruían

Para Mónica que no para de escuchar I me mine

Si a usted no le gustan los Beatles ni se le ocurra ver el documental de Peter Jackson. En estas ocho horas todas las máscaras caerán y veremos quién es un verdadero fanático de los cuatro de Liverpool. El material encontrado, 58 horas de grabaciones descartadas de la película Let it be, dirigida por Michael Lindsay-Hogg, fueron la excusa perfecta para que Jackson nos mostrara la intimidad de los Beatles. Estamos ahí, como los Hare-Krishna amigos de George Harrison que entraron a la grabación a hacer sus meditaciones, más atentos que Yoko Ono tejiendo sus bufandas mientras John, Paul y George le daban los últimos arreglos a Dig a pony.

Si a usted no le gusta el rock no intente ver este documental. Mire que Disney puede tener para usted cosas mejores, más digeribles, como La dama y el vagabundo o toda la puta saga de Los vengadores. Es que Get Back devela uno de los grandes misterios de la música: ¿Por qué los Beatles se separaron? En apenas 8 años los Fab Four crearon conceptos tan perdurables como el de la juventud. Es que antes que ellos irrumpieran se pasaba de ser un niño de catorce años a un hombre con responsabilidades de padre a los 16, con bozo, zapatos de material y pantalones de paño. Y la música que hicieron, ¡por Dios!. La música. Dentro de unas cuantas décadas cuando el último rockero se haya extinguido, recordaremos la música de Lennon y McCartney con el mismo respeto y solemnidad con la que hablamos de Bach, de Beethoven. Y Jackson lo sabe y por eso, ante el material, no intenta sobreactuarse ni dárselas de genio, solo corta y muestra, respetando el plan original de Lindsay-Hogg: ponernos al frente del proceso creativo de Lennon-McCartney.

Y el grupo se estaba destruyendo y estamos de pie y con los ojos abiertos ante la debacle. John en la efervescencia de su amor por Yoko  era incapaz de separarse un momento de ella así que decidió llevarla a cada una de las sesiones de grabación de Let it be, Paul, con ojos vidriosos de ácido, está insoportable y ha tenido que cargar el peso de ser jefe de gente como George Harrison que está harto de trabajar con los dos egos más absolutos de la música y tiene una docena de canciones que quiere grabar y no puede porque en el mundo de John y Paul solo existen Lennon y McCartney. Y Ringo está ahí, disfrutando cada momento, irradiando buena energía a pesar de que no se aguanta más las peleas de sus tres geniales compañeros.

Entonces, si has seguido metido en el documental, presenciarás momentos como estos: Paul toma una guitarra. El estrés lo domina porque John no ha llegado al ensayo. Empieza a rasgar el bajo y ahí, de la nada, surge Get Back. George se da cuenta que McCartney tiene algo así que lo acompaña y cuando llega Lennon tienen la melodía completa y el 40% de la letra. John está ensimismado. Ya no es la Morsa, ahora sólo es John. Y por eso ya no cree tanto en los Beatles. En la entrevista que le concedería en 1970 a Jann Wenner, creador de la Rolling Stone, un año después de Let it be, afirmó que el grupo empezó a acabarse en 1962, que cuando saltaron a la fama en 1963 ya sólo eran ruinas. El éxito y los millones de libras eran lo que mantenían unido un matrimonio disuelto. Pero, al principio del segundo capítulo, justo cuando Peter Sellers, el célebre protagonista de clásicos como La pantera rosa, Lolita o La fiesta interminable, visita el estudio y es matoneado por John, podemos entender su genialidad. Porque hasta ese momento todo es Paul. Igual de McCartney fue la idea de contratar a Michael Lindsay-Hogg para hacer un documental sobre los Beatles y por eso es que Lennon afirmó que la película estaba concebida para mostrar a Paul como Dios. Pero en el material encontrado es inevitable no ver a Lennon como un monstruo de la altura del faro de Alejandría. Y por eso puede grabar en su casa el demo de Across the universe y botárselos a la cara a los otros tres y decir “ahí tienen hijos de puta, yo no soy ningún vago, yo tan solo estoy mamado de ustedes, hijueputas”. Eso sí, cuando John estaba de buen humor, el sol salía, los pájaros cantaban, el grupo fluía y a Paul le molestaba un poquito porque eso de ser genio y tener un par en el mismo grupo puede arrugar egos.

Y hablando de egos, fue por el lado de George Harrison que los Beatles se rompieron. Claro, baby Georgie, como llamaban al más joven de los cuatro, estaba en pleno crecimiento creativo en 1969. Nadie sospechó que Harrison podría estar al nivel de Lennon y McCartney y por eso era ofensivo para él que la parejita menospreciara canciones tan hermosas, tan sublimes como I me mine o Something. Así que mientras Lennon intenta convencerlo de que los Beatles estarían en mejores manos si se arropan con la cobija de Allan Klein, el productor que estafó a los Stones, Harrison permanece en silencio pensando acaso que hasta acá ha terminado su aventura con los Beatles.

Y luego, los últimos 45 minutos de la tercera parte, el concierto en el tejado de los estudios Apple, la genial idea de Glyn Johns y Lindsay-Hogg que se transformaría en una de las postales del rock. Pensar que Paul no quería, que Harrison tampoco, que a Lennon le daba igual y que Ringo –te amo Ringo- si estaba seguro, convencido que sería lo mejor. La imagen de los Beatles cantando en la terraza Don’t let me down la hemos visto hasta en Los Simpsons –¿recuerdan a los Borbotones?- pero ese nivel de detalle, las dos cámaras que Lindsay-Hogg pone en la calle, cubriendo la reacción de las cientos de personas que alborozados se sorprenden con el regreso de los Beatles, después de tres años de no dar un concierto, tocando en un tejado de Londres, la cámara escondida de la recepción, atenta a seguir los movimientos de la policía que ha llegado dispuesta a todo por el escándalo público que dan los músicos, señores, estamos nada más y nada menos que ante el primer reality de la historia. Y la emoción de ver tocar tres veces, hasta que quede bien, Get Back, y la rebeldía de Harrison el taciturno de seguir tocando así la policía esté detrás suyo diciendo basta, el sueño ha terminado y ellos no lo saben, se esconden del frío de enero londinense y al otro día tendrían otra jornada larguísima de grabación y es el final y ellos no lo saben y nosotros estamos rotos, nosotros, con la historia a nuestro favor, sabremos qué pasará, sabremos que todo a terminado y que lo que queda es la nostalgia y estás lágrimas que nos arrasan el rostro, como la lluvia de noviembre.

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