Fútbol con Madera

Fútbol con Madera

Historias de El Bagre, Antioquia. A propósito de Celso Florentino Madera Cuello

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
marzo 26, 2021
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Fútbol con Madera

Sus recuerdos se remontan a los viejos tiempos cuando apenas había cumplido los siete años de edad, en una época en donde una de las principales preocupaciones era saber cuándo correrían los vientos alisios para elevar cometas, o bien otra de las más placenteras era la de correr detrás de una pelota en aquellos partidos de los que se sabía la hora del inicio, pero nunca había un pitazo final, jugados en terrenos que a duras penas eran los indicados para que los niños de su edad le dieran rienda suelta a la imaginación, sin tener ídolos a quien hacerles una reverencia o de imitarlos, y en equipos que muchas veces superaban el número señalado en los reglamentos.

Eso a él ni a los demás les interesaba con tal de que su equipo lograra el propósito de ganarle la partida al rival, mientras que otro de sus recuerdos era que se paraba en la cancha dispuesto a solucionar los problemas que tenía marcando un gol desde la posición que siempre le gustó jugar: centro delantero, con el 9 en la camiseta.

Así trata de resumir lo que su mente atrapó hace más de 60 años en su tierra natal El Bagre, Antioquia, cuando además de participar en la competencia para hacer parte de un equipo, también les tocaba buscar espacio en las tres “canchas” que para el efecto se podían utilizar y que de todo tenían menos de ser los escenarios apropiados para ser la salacuna de un nuevo Alfonso Cañón, Otoniel Quintana, Efraín Sánchez o un Hermenegildo Segrera, que eran los asteroides que por aquellos años comenzaban a titilar en el espacio que tenía el fútbol colombiano en el sistema solar de ese deporte.

Celso Florentino Madera Cuello, más conocido como el profe Madera, es nuestro personaje que nació el martes 28 de julio de 1953 bajo el signo de Leo, de quienes se dice que el optimismo es uno de sus rasgos más característicos, con el cual contagia a los que se encuentran a su alrededor y muestran un inusitado entusiasmo por hacer las cosas que en muchas situaciones se les agradece.

Al remontarnos a los comienzos de esta historia, es preciso decir que sus primeros pasos para acercarse a la disciplina del fútbol los dio en aquellas canchas ubicadas en tres zonas concretas del pueblo y solo quienes superaran con sus buenas jugadas o eran dúctiles con el balón y meleadores de nacimiento, podían acceder a los gramados dispuestos en el sector de Pueblo Nuevo. Primero estaba la Bombonera, una rastrojera desnivelada ubicada entre una poza llena de tapones en el sector de Cornaliza; el otro espacio era nada menos que el famoso “campito”, en donde hoy se levantan varias edificaciones como el hotel don Santiago, muy cerca del Liceo en la avenida La Juventud y más allá estaba otra por donde vivía don Lorenzo Knigth, camino hacia el aeropuerto, hoy un barrio que se llama Metrópolis. Se daba por descontado que ninguno de aquellos pichones de futbolistas conocían las normas para jugarlo, a pesar de que las mismas ya habían sido establecidas en un lejano 26 de octubre de 1863, cuando un grupo de jóvenes se juntaron en un bar de la ciudad de Londres y cranearon las primeras 13 reglas del fútbol. Fue entonces cuando el llamado deporte más hermoso del mundo empezaba a tomar forma, no obstante que desde años atrás, el balompié, como también se le llama, había nacido en los suburbios de aquella ciudad como un pasatiempo de las clases medias y bajas que, por la violencia de sus disputas iniciales, tuvo que ser reinventado y sometido a normas.

Pero bueno, sigamos con la historia de cuando aquellos niños, fortificados con un remedio infalible que hizo furor en aquella época, de color rosado y con un profundo sabor a redulce llamado Pipelón, que se lo tomaba el niño flaco y barrigón, según se podía leer en su etiqueta, le daban sus primeras patadas a una pelota sin siquiera imaginarse que alguno de ellos sería el protagonista de las victorias conseguidas en las canchas de la región y hasta en el mismo gramado del Atanasio Girardot de Medellín en aquella seguidilla de triunfos de los años 1966 hasta 1970, en atención a que el municipio de Zaragoza carecía de un seleccionado que lo representara, y en cambio el onceno de El Bagre era el defensor de sus propios colores, similar al que llevó a la gloria a los brasileños en el Mundial de México en 1970, el verde y el amarillo.

Para todos los efectos, había que “dibujar” la cancha en aquellos terrenos desequilibrados, que bien podían terminar en un barranco, a la orilla del río, con una alambrada de por medio; en fin, era lo de menos, el caso era que se conseguían unas buenas piedras que sirvieran como señales de la portería que se medían con los mismos pasos que servían para escoger a los del equipo, con una fórmula mágica: pico, monto, pico, etc; y se decía que la pelota o el balón quedaba fuera de juego cuando pasadas más de tres horas era imposible rescatarlo, ya fuera porque cayó en el patio de una señora que lo volvía trizas o se iba a una cañada inmunda. En fin.

“De mi primer equipo un poco ya en serio, recuerdo haber hecho parte del Integral Kennedy, el colegio donde estudiábamos, cuyos colores en el uniforme eran los mismos del Deportivo Cali por sugerencia mía y allí estaban, entre otros, los arqueros Dávila y Julio Pereira, Edwin Stuart, Wil España, que luego se volvió cantante de vallenatos y Fernando Wiesner. Con ellos y otros más disputábamos los partidos contra los equipos El Pirata, El Tigüí, El Bijao, Mineros, en donde vimos jugar a Wilson Manyoma antes de que se hiciera famoso con sus cantos y otros que venían de Cuturú, Puerto Claver y de Zaragoza; todos ellos transportados en lachas de la compañía minera” narra hoy desde su casa el profe Madera.

Sin embargo, el equipo de mis amores fue El Tigüí, porque gracias a sus patrocinadores y dueños, que eran de la colonia de Madrid, una población del departamento de Bolívar, conocidos como los “bollolargos”, me pude financiar el resto de mi educación en Zaragoza en razón a que en la familia los recursos eran más bien escasos y allá, en el internado, hice los grados cuarto, quinto y sexto; lo que hoy vendría siendo el 9, 10 y el 11, dice con algo de nostalgia, al agregar que para esa época y por sus virtudes lo mandaban a buscar cada 8 días para los partidos en El Bagre y al regresar, los lunes, llegaba con los bolsillos contentos y eso afianzó su compromiso con el fútbol y nunca se vio tentado a salir de la región a probar suerte a Medellín, por ejemplo, cuando la situación no estaba para cucharas.

Cuando cumplí los 14 años fui llamado a la selección más exitosa que haya tenido El Bagre, pues allí fue donde se alcanzaron de manera seguida los 5 campeonatos cuando apenas éramos corregimiento. Muchos años más tarde, en 1991, tuve la fortuna de asumir la dirección técnica y fuimos de nuevo campeones 2 veces seguidas en el Intermunicipal. Para el efecto nos teníamos que eliminar con Segovia, Remedios, Cisneros y Zaragoza, con el fin de asegurar uno de los 16 cupos que irían a las finales a Medellín.

Eran los tiempos del señor Arturo Bustamante, un reconocido dirigente deportivo que murió asesinado el 12 de marzo del 2000 mientras departía con unos amigos en el estadero el Volador del municipio de Caldas, al sur del Valle de Aburrá. De este dirigente, que dejó gratas impresiones en el acontecer del deporte antioqueño y a quien se le adjudica el buen éxito en los torneos intermunicipales y el buen trato que recibieron los jugadores de todos los territorios, se puede decir que su vida estuvo signada por la radio y el fútbol. En la radio se le recuerda como locutor, programador, director y comentarista en la emisora Radio Reloj. Luego, como dirigente del balompié de su departamento hizo casi de todo, desde el puesto de mensajero hasta la dirección de la Federación Antioqueña de ese deporte, de la mano de varios líderes como Antonio Mesa Escobar y Humberto Morales. Como periodista fue uno de los fundadores de Cicrodeportes Antioquia junto a Guillermo Hinestroza Isaza, Julián Pérez Medina y César Giraldo Londoño.

Madera me cuenta que alguna vez, en su papel de director técnico, lo abordó el periodista corozaleño Santiago Manuel Martínez Mendoza, el popular Santy, para saber a qué jugaba El Bagre, ya que según el comunicador no encontraba algo de sustancia en este onceno y su respuesta fue esta: el equipo que me juegue al estilo Maturana, no me gana; no soy amigo del toque toque; lo mío son dos o tres pases y a la raya del gol. Para eso tenía una serie de jugadores dentro de los que se destacaba Fabio Ríos. Del fútbol como práctica me retiré a la edad de los 19 años porque ya no le encontraba oficio a esa actividad, a pesar de que era una de mis favoritas por aquellos tiempos y todavía hoy lo sigo disfrutando.

Creo que lo que pasó fue que se acabaron aquellos campeonatos que reunían a la gente alrededor de los partidos y cuando esa organización se acabó, vinieron unas cosas que ya no tenían ningún sentido de seriedad. Apareció una nueva generación que poco tenía que ver con nuestro reciente pasado y el fútbol pasó a segundo plano dentro de sus prioridades y, producto de todo aquello El Bagre tuvo algo así como un bache o un ayuno de triunfos por más de 20 años hasta cuando aparecieron personas como el propio William Knigth después de haber dejado el profesionalismo, así como el señor Albeiro Zapata, Alirio Álvarez y el profesor Carlos Mario Mesa, quien a mi parecer fue quien rediseñó de nuevo el deporte y logró una convocatoria con más de 14 equipos, incluso con deportes que eran ajenos a la idiosincrasia de nuestro pueblo.

A todo eso hay que sumarle que la empresa Mineros le retiró de manera silenciosa su apoyo en coincidencia con la figura de los alcaldes por elección popular, cuando muchos de ellos no respaldaron al fútbol y, por el contrario, a veces se enfrentaban con las directivas de la empresa en contra de la actividad y todo eso redundó en construir el peor escenario para nuestro deporte, dice a manera de una queja.

Fue entonces cuando me fui a Barranquilla por dos años en la consecución del documento de la época; la tarjeta militar y ya con ella en el bolsillo me regresé y fue cuando el alcalde Rafael “Chito” López me llamó a ofrecerme el cargo de profesor en una escuela rural ubicada en la serranía de San Lucas, por los lados de San Pablo más allá de Las Flores, que para llegar era El Bagre –Nechí –San Pedro y luego recorrer más de 10 horas encima de un caballo para enseñarle a más de 50 pelaos en un salón con unas clases difíciles al principio porque eran niños, que, imagínate tú, no conocían ni los carros, ni los aviones y ni siquiera la televisión; pero salimos bien y allá duré 2 años y 6 meses. Era el año de 1976 .Yo no conocía de cerca al alcalde Chito, uno de los más recordados en esa región, debió ser que él me vio jugar en Zaragoza, pero tengo un buen recuerdo de él y una anécdota.

Una vez una funcionaria llamada Imelda, como la del vallenato El viejo baúl, que era la que le pagaba a los maestros rurales, porque nosotros salíamos cada tres meses al pueblo a cobrar el sueldo y ella, nada de nada, hasta que el alcalde se enteró y llegó a la oficina y le dijo que si no sabía desde dónde venía yo, porque él una vez hizo el intento de visitar la vereda, pero no fue capaz de llegar de lo lejos que estaba. Las vacaciones las aprovechaba para validar la Normal en Medellín que hice en la Nacional de Varones desde donde se veían las ocho letras de un aviso que fue muy famoso y que ahora no se ve: Coltejer (aquí abro un habitual paréntesis para recordar que una vez un amigo, muy devoto de las metáforas, me describió aquello como una especie de figura elaborada por un experto joyero que engastó aquellas letras como los hace uno con un diamante en la mitad de la falda de una montaña).

El 2 de agosto de aquel año pasé a la nómina del departamento y me vincularon al Liceo de El Bagre cuando estaba dirigido por las monjas mexicanas para dictar Español y con el tiempo me asignaron el área de las Matemáticas. Cuando las monjas se fueron se dio mi traslado para el liceo nocturno a dictarle a los estudiantes del 10° y 11 grado y con muchos colegas íbamos los fines de semana a Caucasia a estudiar en la sede de la Universidad de Antioquia y me gradué como Matemático Físico. En esas estábamos cuando salió electo como alcalde Manuel Tovar Ruiz, que también era profesor y me llamó para ser el director técnico de la Selección a punto de ser eliminada cuando faltaban 4 fechas y en todas teníamos que ganar y fue así como enfrentamos a Zaragoza de visitantes y en los primeros minutos le sacaron roja al arquero y al final ganamos con un gol de Aníbal Navarro y de allí los ganamos todos. La final en Medellín, en el Atanasio Girardot, se la ganamos a Jericó por 2 a 1 y recuerdo también otra final que nos fuimos a penaltis y fue gracias a la potencia de Fabio Ríos que salimos campeones.

Desde el 2003 gozo de una pensión del magisterio luego de prestar mis servicios en El Bagre siendo el último paso en la Institución La Esmeralda como rector y por estos tiempos dictó matemáticas en el colegio Primitivo Leal en la Doctora en Sabaneta y puedo decir que a pesar de toda mi vida en la educación, mis logros se los debo al fútbol, que como te digo fue gracias a él como pude terminar mi bachillerato de la mano de la generosidad de los Barragán que tenían al equipo Tigüí, razón por la cual nunca jugué en otro a pesar de que me llamaban y que yo vivía en Bijao. Incluso sabía que probar suerte en Medellín no era tan cierto porque en esos tiempos no se manejaban las cosas como hoy con algo de organización. No, uno llegaba a un equipo, lo veían jugar y si lo aprobaban lo ponían en una especie de turno hasta llegar a la profesional y yo nunca di ese paso porque era mejor recibir la gota en El Bagre que el aguacero incierto en Medellín.

Fiel a su formación académica, salió alguna vez con esta perla: “Muchachos, si yo digo que se trata de un icosaedro truncado, un sólido arquimediano poliedro convexo, con caras de hexágonos y pentágonos que resultan de rebanar los vórtices de un cuerpo geométrico tridimensional, formado por veinte triángulos equiláteros, ¿de qué estoy hablando? Pues de un balón de fútbol, ¡carajo¡”. Yo diría que de los balones de aquel entonces, mi querido profe.

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