El movimiento social cannábico y su particular resistencia

El movimiento social cannábico y su particular resistencia

A propósito de la Fumatón convocada el 1 de agosto en contra del nuevo Código de Policía

Por: Julian David López O
agosto 05, 2017
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El movimiento social cannábico y su particular resistencia

Sin duda alguna es oportuno felicitar a los diversos colectivos cannábicos de Colombia que lograron convocar y sacar adelante las movilización llamada Fumatón, realizada este primero de agosto para rechazar no solo la entrada en vigor de las multas económicas del nuevo Código Nacional de Policía,  sino conjuntamente el abuso de poder e impunidad habilitadas para ser ejercidas por agentes de dicha institución. Y es que el movimiento cannábico parece ser el único que se citó en las calles con el ánimo de manifestar el desacuerdo hacia una normatividad que perjudica también a muchos otros sectores de la sociedad como son el comercio informal ambulante; pese a que muchas organizaciones de derechos humanos o de acción política de base han denunciado su inconformidad ante el código, fueron las personas que les gusta la marihuana las que se hicieron sentir  levantando sus voces y humos de protesta.

Exigimos que los tombos compren su bareta”; esta fue una de las consignas que con mucho aliento gritamos las personas que nos congregamos este martes en que inició el mes de Agosto para protestar en contra del nuevo código de Policía, por lo que precisamente las manifestaciones no solo se realizaron en Bogotá, también en otras ciudades del país; no obstante me referiré al caso concreto de la capital colombiana en donde resido, así mismo porque asistí para apoyar esta causa pues además de ser usuario de la cannabis soy un ciudadano que he visto vulnerados mis derechos precisamente solo por “fumarme un porrito”.

La Fumatón así como las marchas o carnavales cannábicos  son solo algunos de los escenarios de lucha, reivindicación y movilización impulsados por las organizaciones que defienden tanto a la planta como a su uso-consumo recibiendo el apoyo de miles de personas que se sienten identificadas pues esta cuestión no se trata de un “simple capricho para defender el vicio”, al contrario de esto se trata de visibilizar las violaciones de derechos humanos y a las libertades ciudadanas de gente a la cual la sociedad nos ha cerrado las puertas, excluyéndonos para dejar así la marca de la estigmatización. “Ni enfermos ni delincuentes” es otra de las consignas con las cuales se pretende expresar el desacuerdo con la forma en que somos tratados los llamados “marihuaneros”, dado que la represión es la manera por excelencia que se ha legitimado para tratar lo que se considera un gravísimo problema de orden público, o de otro lado la referencia de que el problema es de salud pública porque los “consumidores” somos vistos como enfermos con adicciones.

Pero la cosa es que el problema no es ni la planta ni las personas, a ciencia cierta el problema es de la ley, los agentes que la “hacen cumplir”  y las concepciones que se tienen al respecto ya que bajo la justificación de que es un delito, suceden cosas como las agresiones policiales, el abuso de autoridad, el chantaje o “vacuna”, el encerramiento en la UPJ, CAI o estaciones; en suma la realidad es que muchas de las veces en que una persona que está fumando cannabis es sorprendida por las autoridades, o cuando menos le encuentran una rama de marihuana en una requisa, lo menos que le sucede es un susto de ahí para adelante le puede esperar que lo encierren en un CAI, que sea paseada por la ciudad mientras está dentro de la patrulla o camión, que resulte pagando 12 horas en la UPJ  y finalmente, en el peor de los casos, que sea conducida a la URI para judicialización o reseña.

Si bien es cierto que detrás de la planta se han tejido actividades reprochables como el narcotráfico y todo lo que ello puede conllevar, la solución nunca será la prohibición más la represión porque ni las limpiezas sociales han acabado con “los viciosos”, pero tampoco las leyes han evitado que se sigan encendiendo los baretos o las pipas; es por esto que el Movimiento Social Cannábico sigue dando la lucha reconociendo los principios de convivencia y tolerancia, impulsando propuestas como la creación o aceptación de espacios para el libre consumo de marihuana, así mismo defendiendo  los derechos ya ganados como la dosis personal o dosis mínima. Todo esto tiene efectos positivos en el momento en que por ejemplo al ser legal el porte de la dosis mínima que equivale aproximadamente a 22 gramos, significa que técnicamente nadie puede ser judicializado por llevar con sigo un cigarrillo de marihuana o una ramita, como en ocasiones lo afirman agentes de policía para intimidar,  pues en usualmente no llegan a pesar más de 3 o 4 gramos; del mismo modo  la asignación de espacios para el libre consumo de marihuana podría contribuir a que las personas se concentren en un lugar y no se paseen entre barrios  dejando el humo y olor que tanto incomoda a la comunidad.

Ahora en las actuales condiciones de legalidad o ilegalidad que establece el nuevo Código Nacional de Policía, fumarse un “plon” o aunque sea portar la sustancia cannabis, le puede costar $196.000 es decir  más caro de lo que costó adquirirla, no importa si estaba fumando en un bosque lejos de la gente o si solo la tenía guardada en la billetera, de cualquier modo la policía está habilitada para imponer una multa económica; pero es aquí donde viene la inconformidad al respecto pues ya es bien sabido que la imposición de multas por parte de agentes de policía se ha convertido en todo un negocio  de la institución y como ha sido señalado en el comunicado del colectivo cannabico Si a la Dosis Personal: “Ahora, cualquier uniformado –patrullero o chúcaro- dispondrá de una legalidad autoritaria para chantajear a su antojo a quien se esté fumando un porro sin botar en la cara el humo a nadie. Ello significa que la impronta corruptora del prohibicionismo cuenta ya con un Código que incrementará las oleadas de decomisos, detenciones y estigmatización que dan lugar a señalamientos, vetos y amenazas contra los cannábicos”.

Es por esto que la principal premisa con la que se convocó a la Fumatón fue la de No pagamos, Lo Pegamos, dado que las y los fumadores de cannabis no estamos dispuestos a convertirnos en el nuevo cajero automático de la policía y mucho menos los que les suministramos la dosis diaria de marihuana para su consumo, ya que aparte de la corrupción generada por las multas, solo quienes disfrutamos de fumar la planta sabemos que, sin generalizar, existen muchísimos agentes de policía que también les gusta y la consiguen a costa de nosotros.

Finalmente queda destacar que, a pesar de la violenta jornada vivida en la marcha cannabica de mayo en donde el ESMAD arremetió con gases o bombas aturdidoras para dispersar a los y las manifestantes, la movilización de este martes primero de agosto visibilizó que pegar un porro y fumarlo también es una manera de protestar pues como se pudo constatar todo transcurrió pacíficamente en calma, porque las personas marihuaneras no somos violentas, mucho menos delincuentes. Así las cosas que el único humo que se sienta en las protestas sea el de la marihuana y no el del gas lacrimógeno, pues siempre he pensado que ante el escéptico “qué dirán” respecto a lo que se puede lograr fumando marihuana, les respondo que la ganancia es fumar más marihuana en paz y sana convivencia con el resto de la sociedad, de nuestros conciudadanos o ciudadanas.

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