Maradona nunca negó su origen ni quiso mimetizarse y ganarse el afecto y el agrado de los poderosos. Ese es su mérito. Él dijo cosas que incomodan, como tiene que decirlas quien llega a esas alturas de la fama. Hay que adquirir un compromiso y él lo hizo. Dentro del fútbol se erigió como un contra poder y denunció la mafia al interior del deporte. ¡¡Nadie se había atrevido!! Él lo hizo.
Un ejemplo claro también fue Cassius Clay o Muhammad Ali. Sin ser un académico o intelectual, desde su alta posición lograda con esfuerzo personal, aportó con su voz a reivindicar o denunciar algo que padecen los de su clase, sus congéneres.
En el espectro contrario tenemos a Pelé, un excelente jugador de fútbol que indiscutiblemente le dio gloria al fútbol, pero que por fuera de la cancha nunca dijo nada. Siempre guardó un silencio cómplice. Es el típico negro que se cree blanco y representa el estereotipo universal de lo ideal: el que cree que no diciendo nada agrada a todo el mundo.
Maradona fue todo lo contrario, ¡sí dijo! Al igual que Cassius Clay, fue fiel a sus iguales y señaló cosas fuer que en su momento incomodaron y causaron urticaria. Así mismo lo hicieron Mandela, Martin Luther King, Malcolm X y hasta el folclor de Pambelé, el filósofo de palenque que dijo la perogrullada: "Es mejor ser rico que pobre". En cambio, Pelé le falló a sus congéneres.
Él fue obsecuente y sumiso fuera de la cancha, cosa reprochable, especialmente cuando se sabe que habiendo tenido la oportunidad de aportar algo, no lo hizo. Siempre buscó no incomodar, tener contento a todo el mundo, enfocarse solo en su lucro y en su bienestar personal. ¡Eso gusta, pero....!
En la cancha fue magnífico, pero fuera de ella resultó una verdadera estafa. Así de clarito.
