Fenomenología de las telecomunicaciones

Fenomenología de las telecomunicaciones

"La exquisitez de la conexión ampara el formulismo reductivo incapaz de diferenciar el mundo de la vida del mundo sincronizado e interactivo"

Por: Samuel Astor Bahos
mayo 19, 2020
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Fenomenología de las telecomunicaciones
Foto: Pixabay

No me sentía muy a gusto pero al fin canté, de todos modos debía hacerlo, era un día especial con mi madre en frente y una audiencia del otro lado del dispositivo móvil de mi padre. Me sentí extraño sobre todo cuando escuché los aplausos al final … lo interesante fue la novedad de la experiencia donde pude comprender que el público no tiene sustituto para el cantante, pero, aun así, anima el hecho de que la tecnología nos salve de la soledad abrumadora. La tecnología que es hija de la civilización y que nos hace seres conectados a una pantalla: “Homo virtualis”

El mundo tecnologizado sorprende, desde pequeñas historias bajo techo hasta las notificaciones neutralizadas que resuenan en los celulares cada vez que un usuario ingresa a Facebook. Arrastra el carrusel de la vida eso de reconocer la diferenciación de este siglo con luces y códigos binarios; ahora es cuando se entiende que estamos saturados, hipervigilantes, obligados a verlo todo, a mirar siempre algo sin poder huir a placer, a cualquier parte, sin poder escapar; es tiempo de antidepresivos y del deseo de morir. El mundo sigue siendo sorprendente pero la existencia es desgraciada e insulsa. Mientras el tiempo es conveniente para hacerlo todo, las ganas abandonan los cuerpos.

Vale el dinero, es cierto, dios de este mundo, tragedia absurda de pérdida del deseo, centramiento en triunfos pasajeros que van paliando con extravagancia la temporalidad amenazante. ¿Qué otra cosa vale?, ¿acaso es la risa de una madre,o son sus lágrimas al no poder tener consigo a sus hijos distantes como de costumbre?, ¿rompimiento de la tradición? Sujetos de la virtualidad estamos de espaldas a lo real, y no puede ser que seamos cada vez infieles a nosotros mismos, hablando con personas sustitutas, palabras frívolas, platos de segunda mesa y no logramos contactar más allá de las imágenes con la madre que da sensación de plenitud en este día de mayo.

La exquisitez de la conexión ampara el formulismo reductivo incapaz de diferenciar el mundo de la vida del mundo sincronizado e interactivo. Ya no se vale hablar en la ciudad de una sin la otra; el contacto por computadora ahora es parte del espacio donde sudamos y olemos todo tipo de humores, está allí mezclado con el olor que sale de la cocina y con la luz que entra por los vidrios. Son sentido y esencia, fondo y forma. Ambos han hecho el amor y ya son inseparables en los círculos sociales. La verdad y la mentira en juegos históricos que ya hablan lenguas contemporáneas.

Nadie sabe quién miente ni cuando se miente, ¿qué usos maléficos caben en la realidad abierta? El desasosiego recorre las mentes y las interpretaciones germinan en ausencia de la mismidad dominada. Probablemente la alegría se esconde entre lo que es y lo que ya no es por estar fuera de la lente compartida. La mano extendida con bondad o el puño irreflexivo, son formas de comunicar sin afecto, música sin orquesta. La simulación derrota todo esfuerzo por mantenerse cálido. Como consecuencia, la comodidad indiferente y la solemnidad improvisada; una fe negada en la quietud. Tanto tiempo fingiendo, diciendo te quieros vacíos, lanzando besos con estilo y caricias necias que han de brindar excitación pasajera; al fin y al cabo, como lo escribiría Esopo y como lo dice Sztajnszrajber en el discurso filosófico de la posverdad: lo opuesto a la verdad no es la mentira sino la falsedad y con ella, oculta, la simulación como arte relativo que en cualquiera de sus apariencias será una enemiga de la celebración de cualquier día de la madre.

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