Fajardo fija fronteras
Opinión

Fajardo fija fronteras

¿Dentro de qué espacio político queda el candidato después de marcar los límites con sus eventuales contendores en la elección presidencial 2022?

Por:
julio 14, 2020
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Lo que ha venido haciendo Sergio Fajardo con el estilo sin estridencias que lo caracteriza es fijar las fronteras políticas con sus eventuales contendores para la campaña presidencial del 2022, en la cual será candidato. Y lo ha hecho de una manera firme que cancela de una vez por todas el apelativo de “tibio” que le endilgaron sus adversarios por negarse a hacer parte de la polarización política que tanto ha impedido que el país encuentre un norte común.

Por el lado de la extrema izquierda, ha dicho con todas sus letras que no se aliaría con Gustavo Petro, quien recoge la casi totalidad de ese numeroso espectro político, votos que solos no le alcanzan para llegar al poder. Rechaza su manera de hacer política basada en el antagonismo y la crítica implacable al Establecimiento al que califica de un Estado mafioso producto de una alianza entre políticos y empresarios. Ni le gusta el populismo que predica para convocar a la desobediencia civil, a la expropiación empresarial, al no pago de las obligaciones. Un continuo llamado al pueblo a las calles, peligroso y desestabilizador.

El levantamiento de ese muro es potencialmente costoso porque hay fuerzas políticas alternativas que buscan la renovación y ven con simpatía esas arengas. Y porque la coalición que lanzó a Fajardo a la presidencia en el 2018 tenía un tinte de izquierda que escandalizaba a las almas pías. Sin embargo, la izquierda exquisita encarnada en figuras como Jorge Robledo del Polo Democrático y Claudia López del Partido Alianza Verde, hubieran sido socialdemócratas en cualquier otra parte porque lo que venían denunciando y lo han seguido haciendo con valor es la corrupción administrativa, la abusiva entrega de privilegios a los poderosos y la violencia política que impiden que el sistema de libertades políticas y de libre empresa funcione en beneficio de todos. Algo así como los votos del centro izquierda.

Por el lado de la extrema derecha, ha dicho con todas sus letras que no se aliaría con el uribismo, al que siempre ha enfrentado electoralmente, que el Centro Democrático es un proceso político agotado, que existen fuerzas alternativas expresadas en las elecciones locales de 2019 las cuales de hecho le extienden una partida de defunción a una manera paternalista, mesiánica, clientelista, premoderna de hacer política. Álvaro Uribe a la cabeza de ese movimiento, muy numeroso aún, votos que solos no le alcanzan para mantener el poder, cumplió con la misión de derrotar a la subversión armada, pero ya está bueno. Además, Fajardo es muy crítico de la gestión del gobierno Duque al que calificaba sin rumbo antes de la pandemia e incapaz de afrontarla con medidas realmente eficaces.

El levantamiento de ese muro es potencialmente costoso, porque la influencia del expresidente Uribe está lejos de haber desaparecido, porque Fajardo viene como Uribe de la misma tradición antioqueña, porque necesita en una primera vuelta los votos del gran país paisa; y sobre todo, porque en el escenario de una segunda vuelta donde esté él, va a necesitar los votos asustados del uribismo si el candidato del Centro Democrático o de la coalición que alrededor de éste se forme, no llega a esa instancia. Algo así como los votos del centro derecha.

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En la clase media urbana golpeada por el desempleo, pérdida de ingresos y oportunidades, es  donde tiene hoy el mayor capital político, la mejor imagen y el mayor reconocimiento nacional

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¿Dentro de qué espacio se queda Sergio Fajardo después de ese proceso de fijación de límites? Uno también muy numeroso que se podría denominar el centro político, donde existen liderazgos importantes, movimientos de opinión, sectores progresistas que quieren renovar los partidos existentes, una clase media urbana golpeada por el desempleo, la pérdida de ingresos y oportunidades, espacio donde él tiene hoy el mayor capital político, la mejor imagen y el mayor reconocimiento nacional.

El próximo 7 de agosto el gobierno Duque llega a la mitad de su período. No ha tenido suerte. Primero, la idea de que un gobierno podía funcionar sin apoyo mayoritario en el Congreso le impidió sacar adelante alguna reforma importante. Y luego llegó la pandemia que aún no termina y ha destruido el tejido empresarial de tal modo que ni un milagro podría reconstruirlo en el año que falta antes del comienzo en forma de la campaña presidencial. No hay movimiento político en el poder que sobreviva a ese desastre.

La reconstrucción nacional será entonces la agenda del gobierno que viene y por todo su período. Y si ni la extrema izquierda con sus tesis delirantes, ni la extrema derecha en cuyo turno se derrumbó la economía, tienen la credibilidad o la confianza ciudadana para hacerlo, quizás se alineen los astros para el fortalecimiento del centro político, en una gran coalición cuyo liderazgo debería conquistar y ganar Sergio Fajardo con sus votos y sus propuestas de lucha contra la corrupción, confianza y transparencia en la gestión gubernamental, apoyo a la clase media, creación de empleo y educación. Así que es un paso importante decir con claridad con quienes quiere liderar ese proceso.

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