Fábulas de hienas, sapos y otras bestias

Fábulas de hienas, sapos y otras bestias

"Soberbia, envidia e ingratitud se han asentado en la sociedad colombiana con proyección perversa sobre las nuevas generaciones"

Por: Alfonso Suárez Arias
julio 26, 2017
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Fábulas de hienas, sapos y otras bestias
Foto: Dónde viven

“La soberbia no es grandeza sino hinchazón y lo que está hinchado parece grande pero no está sano” —San Agustín

La comunicación política en Colombia se exterioriza en forma muy parecida al comportamiento lenguaraz de aquellos resabiados animales que coexistiendo en una selva imperial tienen que zanjar sus conflictos sociales y constituir su propio régimen político, en el que tres antivalores son los referentes conductuales: la soberbia, la envidia y la ingratitud.

La soberbia en la política es la inmoralidad más desequilibrante del principio de igualdad. El politiquero simplemente ostenta su atrevimiento avalado por zalameros y aduladores, que le encumbran a costa de mermelada y de su propia estima y prestigio, acabando por ser menospreciados y corrompidos por el arrogante dirigente. Se refleja en el relato sobre aquel viejo león, que —alardeaba porque ningún otro irracional le podría destronar— y decidido sonsacaba para que le dieran por contestación, que él y solo él, era el infalible soberano. Así que, buitres, lagartos y los demás, le lisonjeaban y asentían que únicamente él, presidía el poder, pero un melindroso elefante por respuesta le dio una insólita paliza, y así, maltrecho a punto de desfallecer, el magullado y soberbio león, alcanzó a rugirle plañideramente al adusto paquidermo: ¡Basta ya, basta, no te enojes, no te irrites solo porque no sepas la respuesta!.

La envidia política es una arbitrariedad perversa sostenida por el poder, presenta particularidades propias: atropello, ilegalidad, antipatía crítica derivada del éxito de otros políticos, tirria, falsas acusaciones, ataques verbales, insultos y difamación usando los medios de comunicación, redes sociales o de hecho; injusticia con la plena intención de dañar al envidiado. Tal como le sucedió a aquel precioso insecto que resplandecía con luz propia y revoloteaba discretamente en la sombra, pero que fue avistado por un enlodado sapo, si; un sapo verrugoso e impúdico que no dudó en escupirle para hacerle caer, la confundida luciérnaga le emplaza entonces: ¿Qué te he hecho, por qué estás iracundo y violento, por qué razón me deshonras con tu sucia baba? ¡Porque brillas…! le confesó el batracio.

La ingratitud política, concluía Bolívar días antes de morir, “es el crimen más horrendo que pueda un hombre atreverse a cometer jamás”, evidenciando que es el ser humano quien políticamente y con raciocinio tiene la capacidad de negar el beneficio recibido, no redimir el favor o que desconocer la gracia que hizo el dispensado.

Así fue sorprendida una cigüeña, que frustrada alzó el vuelo después que extrajo de la garganta del lobo un hueso que amenazaba ahogarlo, la súplica del feroz hizo que confiada y conmovida lo removiera con suma habilidad y esperó por gratitud, pero el lobo mostrándole los dientes le espetó cínicamente: “Después que he tenido tu cabeza entre mis colmillos ¿me pides premio mayor que el perdonarte la vida y dejarte libre?, ahora puedes recitar y relatar a todos, que arriesgaste tu existencia entre mis dientes”.

Parodiando la disputas mediáticas actuales: una hiena se enfrenta al zorro de albina cola, en el afán de atrapar a la nívea paloma en su nido, para arrancarle las emblemáticas plumas blanquecinas con que adornarán sus tronos, a la vez polarizan la jungla entre solapados elefantes, perros traicioneros, burros legisladores, gallinas turuletas, cebadas ratas, astutos felinos, bovinos decentes, indecisas gacelas y aquellos sapos que encantados bailan y saltan en su charca convencidos de que se convertirán en príncipes.

Soberbia, envidia e ingratitud se han asentado en la sociedad colombiana con proyección perversa sobre las nuevas generaciones.

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