Fábula del sistema de salud y felicidad
Opinión

Fábula del sistema de salud y felicidad

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noviembre 22, 2013
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A finales del 2079, año XL de la Gran Reforma según el nuevo calendario, ocurrió la Catástrofe. La mortandad se había extendido por la Eurasiafricana y las Islas Menores. Pero no había llegado a la Gran Isla de las Américas. En esos tres grandes estados mundiales existía un Director Médico como única autoridad para todo.  El de la Gran Isla, Apolo XIII, había logrado contener la epidemia en las costas de ambos mares.  Hasta entonces la vida había sido feliz.

Ya se habían construido casas y apartamentos para todos.  Puertos aéreos, marítimos, autopistas y redes de tren rápido estaban todos finalizados. Se pagaba sin tardanza el salario mensual universal. Campos, corrales y bancos de peces eran cultivados y cosechados por máquinas y robots.  Se cuidaba un gran parque vacacional y recreativo en las Montañas Rocosas del norte y en la gran reserva ecológica del Amazonas. El resto del territorio americano estaba cubierto por pequeños poblados y viejas grandes ciudades bien conservadas por interés turístico e histórico.

Ya resueltas las necesidades humanas básicas el sector económico de la salud comenzó a crecer aceleradamente pues todo el mundo quería vivir más de cien años. Desde comienzos del siglo XXI la fracción del producto interno bruto dedicado a medicina y aseguramiento de la salud era cada vez mayor y mayor. Por eso todos los ministerios distintos al de Protección Social, o Salud en las viejas legislaciones, fueron como atrofiándose. La misma política se tornó bizantina y cada diez años se escogía por azar o méritos un jefe del ejecutivo llamado Gran Director Médico. Esta persona, para evitar discusiones innecesarias, tomaba el nombre de Apolo seguido del correspondiente numeral romano. Él o ella aconsejaba y decidía por todos para mantener una vida plena y larga.

¿Cómo era esta vida?  Todos vivíamos disfrutando una realidad virtual en nuestras Cámaras de Satisfacción.  Nuestras pantallas, lechos o sillones variaban su contenido entre tres grandes programas: Aprendizaje (el menos popular), Excitación y Relajación. A veces, no muy frecuentemente, uno podía solicitar con un discreto botón Ternura Interpersonal. En ese caso la oficina del Gran Director Médico lo enviaba a cualquiera de los parques vacacionales con una pareja escogida por el programa de predicción genética. Alguna vez resultaba un embarazo que era bien estudiado desde sus primeras semanas y cualquier anormalidad se resolvía con la destrucción del producto de gestación. Luego de los cien años de edad se revisaba a todo individuo semanalmente y ante cualquier signo degenerativo se ordenaba también su feliz deceso. Todos éramos felices, casi nada nuevo ocurría.

Hace dos años empezó a morir gente en la flor de la vida en la Eurasiafricana y Las Islas Menores. Nuestro Gran Director Médico, Apolo XIII, en su implacable sabiduría decidió que se trataba de una nueva enfermedad viral. Decretó cierre total de fronteras e importaciones. Ordenó a los laboratorios centrales ponerse a la búsqueda inmediata de una vacuna. Para eso se necesitaba una muestra de líquidos y tejidos de enfermos extranjeros. Se trajo a nuestro territorio con grandes precauciones.  Luego de algunos meses los laboratorios empezaron a probar tres prototipos de vacuna. Sorprendentemente la vacuna no produjo anticuerpos protectores sino por el contrario se siguió observando la enfermedad en vacunados y no vacunados.

Hoy sabemos que la epidemia no tuvo que ver nada con la inmunización ni era viral. Su causa era una nueva nanobacteria que había mutado para penetrar al cuerpo humano por pequeños capilares cutáneos y pulmonares. Parece ser que el contagio principal ocurría por el aliento de acuciosos trabajadores higiénicos que limpiaban los botones de Aprendizaje, Excitación y Relajación en nuestras consolas de Satisfacción.  40% de la población de nuestro gran continente ha muerto. Nadie volvió a sus cámaras de realidad virtual. El Gran Director fue atacado en su despacho y murió. La población ha perdido la fe en todo y no sabe literalmente en qué ocupar su tiempo. Vagan por ahí en grupos violentos y ahora nos encerramos no para vivir felices sino simplemente para sobrevivir.

¿Qué hemos aprendido?  Que un sistema integral de salud y felicidad nunca está garantizado pues una decisión errada de la autoridad central puede llevar a su catastrófico derrumbe. Tengo tiempo ahora de leer viejos documentos y sé que esto ha ocurrido varias veces en la historia humana, que desgraciadamente habíamos olvidado. Jonathan Swift, el amargo y satírico escritor irlandés de Los Viajes de Gulliver, decía con sarcasmo algo que nos cae como anillo al dedo: “Apolo es el dios de la medicina y quien manda enfermedades, originalmente el mismo oficio”  No quiero ser pesimista pero un sistema de salud y felicidad tiránico podría ser nuestra peor enfermedad. Debemos pensarlo ahora que tenemos tiempo en nuestras manos y aprendemos de nuevo a cuidarnos nosotros mismos.

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