Eutanasia, más allá del dolor

Eutanasia, más allá del dolor

De acuerdo a la autora, quien ejerce la medicina, aceptar o no esta decisión no debe depender de la religiosidad o espiritualidad

Por: Daniela Lombana Agredo
mayo 24, 2018
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Eutanasia, más allá del dolor

En los últimos meses se ha vuelto a hablar de la eutanasia, y como suele suceder con temas que involucran creencias religiosas, partidarios y detractores argumentan a favor o en contra. Sin embargo, pocas veces se piensa en la perspectiva del paciente que la solicita, y, además, hemos creado un imaginario de que eutanasia es igual a una persona adulta, con cáncer y dolor. Sin embargo, en esta ocasión quiero dar a conocer algunas de las razones por las cuales los pacientes solicitan la eutanasia, más allá del dolor.

Eutanasia significa “buena muerte” y es un término que ha estado presente desde hace varios siglos en la práctica de la medicina. El médico que realiza una eutanasia realmente cree que este es un acto de compasión con el paciente cuyo sufrimiento no tiene ningún otro tipo de solución, y que además, después de deliberar por largo tiempo, ha llegado a la conclusión de que vivir es peor que no seguir viviendo (1, 2). La solicitud de eutanasia crea preocupaciones emocionales y éticas entre los profesionales de la salud, dentro de las cuales destacan temor ante el sufrimiento del paciente ya que la muerte es beneficiosa sí y solo sí si los pacientes están mejor muertos, pero ni los médicos ni los pacientes saben lo que sucede o lo que se siente después de la muerte; y adicionalmente está el temor de ser objeto de alegaciones por la sociedad, o de tener repercusiones legales (3, 4, 5).

Como se dijo anteriormente es común asociar la solicitud de eutanasia con adultez y dolor crónico intratable; no obstante, hay otro grupo de pacientes en el que pocas veces pensamos cuando se evoca la eutanasia, por ejemplo, aquellos con diagnóstico de demencia, los pacientes con esclerosis lateral amiotrófica y la población pediátrica. El sufrimiento es subjetivo y somático, ya que depende de cada uno de ellos, de sus expectativas, de su personalidad y de su fortaleza física y mental (6). El número de pacientes con demencia que ha solicitado eutanasia ha crecido durante los últimos años, oscilando en el caso de Holanda en alrededor del 6% en el grupo de pacientes entre los 61 y 92 años. Como se mencionó anteriormente, este grupo de personas típicamente no sufren de dolor físico, pero sufren por los síntomas causados por su enfermedad de base: agitación, confusión, miedo. Además, hay temor constante por perder la independencia, la dignidad, y la autonomía, y se han evidenciado algunos factores que influencian la decisión de solicitar la eutanasia en estos pacientes, como el ser solteros, no profesar ninguna religión y la falta de confianza en sus cuidadores (7). Estas condiciones degenerativas le dan al paciente la certeza de que no habrá mejoría, sino que, por el contrario, habrá un declive paulatino e inevitable que finalmente llevará a la muerte.

En el caso de la población pediátrica, nuevamente surgen pensamientos radicales, y algunas personas llegan a creer que todo se convertirá en una matanza al mejor estilo del rey Herodes de llegarse a aprobar o a despenalizar esta práctica. Pero nuevamente los invito a ponerse en los zapatos de los padres de aquellos niños con enfermedades genéticas, degenerativas o con dolor intratable, que a pesar de los esfuerzos terapéuticos solo seguirán un camino, a veces muy lento, hacia el deterioro y posteriormente a la muerte.

Para finalizar, a mis colegas médicos y a la ciudadanía en general, los invito a reflexionar y a no juzgar para entender que al despenalizar esta práctica no se está obligando a nadie a solicitar una eutanasia, que el sufrimiento de los pacientes es íntimo, personal, y puede ser tanto físico como emocional. Así mismo, que la decisión de la eutanasia no surge de la noche a la mañana porque en los hospitales hay comités de ética encargados de cada caso, equipos multidisciplinarios que brindan acompañamiento, apoyo y otras posibilidades al paciente. Finalmente, les digo, sobre todo, que el aceptar o no esta decisión por parte de quienes rodeamos a estos pacientes, como médicos, como familiares o amigos, no debe depender de la religiosidad o espiritualidad.

Referencias

  1. Hain R.DW. Euthanasia: 10 myths. Arch Dis Child. 2014; 99(9).
  2. Van Der Heide, A. Assisted suicide and euthanasia. Handbook of Clinical Neurology, Vol. 118 (3rd series). Ethical and Legal Issues in Neurology. 2013. 181-189
  3. Math, S.B; Chaturvedi S.K. Euthanasia: Right to life vs right to die. Indian J Med Res. 2012; 136 (6): 899-902.
  4. Boudreau J.D.; Somerville, M.A. Euthanasia is not medical treatment. British Medical Bulletin 2013; 106: 45–66
  5. Cohen L.M. Murder and Euthanasia Accusations Against Physicians. Mayo Clin Proc. 2012; 87(9): 814-816.
  6. Thienpont L, Verhofstadt M, Van Loon T, et al. Euthanasia requests, procedures and outcomes for 100 Belgian patients suffering from psychiatric disorders: a retrospective, descriptive study. BMJ Open 2015; 5: e007454.
  7. Gastmans, C; Lepeleire, J. Living to the bitter end? A personalist approach to euthanasia in persons with severe dementia. Bioethics. 2010; 24 (2): 78–86
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