¡Estudiantes, salven ustedes la patria!

¡Estudiantes, salven ustedes la patria!

No deberían temer al sacrificio temporal que esto conlleva, en últimas son ustedes quienes deben resistir, así Colombia podrá gobernarse a sí misma

Por: Sergio Alexander Cáceres Peñuela
noviembre 16, 2018
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¡Estudiantes, salven ustedes la patria!
Foto: Nelson Cárdenas

Cuando Bolívar le ordenó a Rondón salvar la patria sabía que ad portas de la derrota, solamente esta estrategia podría terminar con la colosal guerra que habían librado durante años para la libertad.

Doscientos años después, tenemos un país desolado por la guerra, atacado por los hilos de la posmodernidad, con grandes edificios, modernas y destrozadas carreteras, un movimiento financiero de alto nivel que apresa a la población entera, consumidores masivos de casi cualquier bien-servicio aunado a un pésimo bienestar social.

Somos 48 millones, que sumados a los ciudadanos venezolanos nos dan 50 millones de colombianos. Todos tan diferentes y divididos en grandes masas permeadas por corrientes jerárquicas o igualitarias. Se podría decir que 25 millones tendrán pensamientos conservadores mientras la mitad restante, tendría conceptos liberales, pero eso sería seguirnos enmarcando en la división de la que nos han hecho partícipes durantedos siglos.

¿Qué miedo tiene nuestra sociedad del pluralismo? ¿Por qué le tememos a la llegada de ideas que nos hagan pensar diferente? ¿Cuál es la razón de que el colombiano promedio sea tan reticente al cambio?

Son muchas las corrientes sociales que hoy nos acompañan, así que no hallo lógica alguna en que un gobierno no escuche propiamente a cada una de ellas. Esa es la labor en sí misma del gobernador: escuchar a todos sus gobernados, porque de otra forma solo estaría escuchando un parcial de la población a la cual administra.

Hace 7 años, en el 2011, participé muy activamente en el movimiento estudiantil en contra de la modificación a la Ley 30 de 1992, y logramos detenerla sin que eso solucionara el problema estructural de la educación pública en Colombia. Hace 28 años un movimiento estudiantil convocó al pueblo a usar una Séptima Papeleta y exigir una Asamblea Nacional Constituyente, que construyó nuestra constitución vigente y que, al día de hoy, ha sido modificada al antojo de los influyentes. En 1971, un movimiento estudiantil que paró desde febrero hasta septiembre de ese año, logró la consolidación de la autonomía universitaria a través de la creación del código de gobierno universitario en acuerdo con el gobierno nacional, lo cual le dio el estatus científico e inalienable a la educación pública, y en 1964, para que fueran escuchados, 28 estudiantes de la Universidad Industrial de Santander caminaron desde Bucaramanga hasta Bogotá, para pedir ser incluidos en las decisiones de la propia universidad.

Todo esto para demostrar que los propios movimientos estudiantiles son diversos y han conquistado hitos sociales para los colombianos que, de otra manera, jamás habría sido posible alcanzarlos. Así que no nos creamos el cuento; la historia de los últimos 70 años también nos dice que el gobierno siempre ha estado enterado de la problemática de fondo, y siempre ha sacado excusas para evadir la petición, puesto que la educación pública y sus miembros, jamás han sido una prioridad para nuestros gobernantes.

Muy pocos gobiernos en la historia de Colombia pueden decirse que trabajaron por la educación, José Hilario López, Tomás Cipriano de Mosquera y Alfonso López Pumarejo a mi juicio, se puede decir, son quienes han intentado proponer a la educación como pilar de gobierno.

Sin embargo, el resto de apellidos de la clase alta nacional ha obviado el tema de educación por cuanto la consideran demasiado inaccesible para la población en general; y claro que lo es, educar no es especialmente barato; para las ciencias e ingenierías, los laboratorios y el ejercicio práctico son fundamentales, para las humanidades las salidas de campo y la locación son indispensables, así como para las artes. Los recursos en general para cada campo del conocimiento son imprescindibles, sin mencionar el acceso a la información propiamente en sí, el cual es transversal a todas las áreas del conocimiento. Dado que nos enmarca un capitalismo global, la información tiene uno o varios dueños que se usufructúan de ella, con el único inconveniente de que sopesar el valor de la información puede ser mucho más complejo que sopesar el valor del oro. Así, el mundo de la propiedad intelectual imprime unas cargas altísimas de valor a sus productos, cargas que necesariamente deben ser consumidas y asumidas por la mismísima educación. Así que claramente, educar es costoso.

Cuando compramos algo verdaderamente costoso, lo primero que en general hacemos todos es verificar los beneficios y las razones por las cuales estaríamos dispuestos a hacer semejante inversión en ello. Puede ser una casa muy cara, pero tenemos la posibilidad de comprarla, así que ¿por qué no hacerlo si nos ofrecerá un valor inconmensurable a nuestras vidas? Este símil lo podemos continuar con la educación para un país, nos ofrece prosperidad, cultura, arte, conocimiento, tecnología, información, sabiduría, convivencia, deporte, salud, economía, en general, nos da calidad de vida, ¿por qué no invertir en ella?

Claro, al ser tan costosa, las inversiones autónomas son privilegios de pocos, para ser un poco más exactos, de 1’128.000 frente a las 2’400.000 personas matriculadas en alguna universidad en Colombia en el 2016. Si descontamos las cifras de quienes acceden a través del Icetex, nos quedan aproximadamente 700 mil personas de 50 millones (sin descontar aún quienes se apoyan en entidades financieras privadas).

Las 49’300.000 personas restantes deben acceder al sistema público de educación superior o endeudarse con el Icetex u otra entidad de financiamiento o simplemente ‘no estudiar’, como sucede en la mayoría de los casos.

Nos pueden decir que este es el momento histórico en donde mayor inversión en educación se ha realizado, que el porcentaje del PIB para cada año siempre tiene en mayor proporción a la educación, que ya se han hecho todos los esfuerzos posibles para garantizar el funcionamiento, etc. Siempre buscarán todas las excusas, siempre jugarán al juego del desgaste, de las cifras paralelas y al de los oídos sordos. Siempre buscarán llamar la atención con distractores culturales muy eficaces y siempre han usado su maquinaria comunicacional para difundir solamente una parte de la información. Siempre han usado la fuerza y la represión como acto de provocación, porque saben que nadie tolera un insulto ni mucho menos una agresión física, y que así, tendrán los hilos de la situación y podrán deslegitimar la acción del movimiento.

En el 2011 logramos que una nefasta reforma de carácter privatizador invadiera la educación superior pública, pero quedamos en deuda con Colombia, pues más allá de ese mero acto, no solucionamos el problema estructural vivido desde 1993. Seguimos concentrando esfuerzos en las actividades de extensión (ajenas al carácter académico universitario) para conseguir recursos que solamente el Estado nos puede proveer, porque claramente la mayoría somos nosotros, 49 millones de personas que para acceder a la educación requieren de los fondos públicos de funcionamiento.

Como era de esperar, este año estalló la bomba, una vez más, las universidades alzaron la mano y nos dijeron, estamos ahorcadas. El gobierno al principio obvió el llamado y solo hasta que comenzó el movimiento estudiantil, intentó solucionar la situación; su solución no son más que pañitos de agua tibia para una herida de muerte.

Lastimosamente, el equipo administrativo de las universidades se ha dejado seducir nuevamente por el gobierno, sea por conveniencia, sea porque en la miseria cualquier centavo es cariño, pero a la masa de estudiantes y profesores que diariamente viven el desfalco educativo, no se les convenció con esas mentirosamente llamadas “soluciones temporales”, vigentes desde 1993.

Si hoy los estudiantes y profesores se entregan a las promesas de una clase dirigente legada desde 200 años atrás, una vez más habremos perdido otra oportunidad de oro para iniciar el verdadero cambio que la sociedad colombiana precisa. Es importante entender, que el cambio no debería estar solo orientado a solventar la crisis de recursos (que claro garantizan el funcionamiento), sino también y con mucha mayor fuerza a la reestructuración por completo del sistema educativo colombiano. ¿Por qué no realizar un Asamblea Nacional Educativa?, ¿por qué no repensarnos todo el modelo educativo de forma tal que se garantice el acceso universal a educación de calidad en todos los niveles? Esto no debería ser visto como una coyuntura más, como un paro más, debería ser tomado como la oportunidad de transformar verdaderamente los principios fundacionales de la sociedad colombiana.

Los estudiantes no deberían temer al sacrificio temporal que esto conlleva, en últimas son ustedes el ejército del Coronel Rondón, y en estos mismos instantes son ustedes quienes deben resistir, así Colombia podrá gobernarse a sí misma.

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