Presidentes con más de 70 años en Colombia

Presidentes con más de 70 años en Colombia

Francisco Javier Martínez, Manuel Antonio Sanclemente y José Manuel Marroquín han sido algunos de los mandatarios más longevos de Colombia. Así fue su labor

Por: Carlos Pabón
junio 09, 2022
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Presidentes con más de 70 años en Colombia

El pasado 29 de mayo, en Colombia se dejó planteado las opciones del que será el nuevo rumbo del país, uno donde se deja en claro que Colombia tomará la vía del cambio tras 20 años de control mayoritario uribista en el escenario político nacional. Gustavo Petro y Rodolfo Hernández representan las opciones que los colombianos dejaron en claro que exigen para el país, pero ¿Qué tipo de cambio terminará pasando?

Y es que, aunque Petro picaba en punta desde antes del principio de campaña; ahora, cuando su carrera estaría a punto de culminar es que ve que su meta se empieza a hacer inalcanzable ante el viento de cola que empuja la candidatura de Rodolfo Hernández y que está a punto de llegar a buen puerto.

Pero ¿Y qué implicaría la llegada de Hernández al solio de Bolívar? Mas que por su personalidad excéntrica, su lenguaje tan florido y que opta no pocas veces por la tosquedad además de sus propuestas faltas de profundidad y de ruta para desarrollarse, el candidato Hernández trae consigo una condición que muy pocas veces se ha visto en la larga lista de presidentes republicanos que ha tenido Colombia desde 1810, y es una edad relativamente muy alta para lo que ha sido el promedio de los presidentes que han gobernado el país.

Si Hernández se posesiona el próximo 7 de agosto, se convertirá en el segundo presidente de mayor edad que ha tenido el país. Antes de él, solo ha habido otros 3 presidentes que fueron posesionados teniendo más de 70 años, y valga decirlo, son tres antecedentes que no pronostican buenos augurios.

El primer antecedente nos remonta hasta 1882; tras finalizar el primer período presidencial de Rafael Núñez, el compositor del himno nacional deseaba colocar en su puesto a una figura que siguiera representando su rama política caracterizada por ser una alianza entre los gobernantes radicales liberales y un sector del conservatismo que les eran afines, es por eso que Núñez seleccionó al ya veterano Francisco Javier Martínez Zalgúa y Racines quien para este momento acababa de cumplir los 70 años, confiando en que por su avanzada edad, Zaldúa sería una figura fácil de manipular.

Posesionado el 1 de abril de ese año, Zaldúa llego con intenciones de afianzar la institucionalidad del país desde su posición como presidente de la Unión, afectada por la gran descentralización desorganizada que caracterizó al Olimpo Radical, PERO siempre dejando en claro que gobernaría con independencia, sin seguir ciegamente los mandatos dados desde la coalición partidista que le puso en el poder. Esta declaración de intenciones le saldría cara al anciano presidente, pues Núñez y compañía no deseaban un presidente que tomara decisiones tan autónomamente.

Zaldúa sería el más joven de estos 3 antecedentes a Rodolfo Hernández, pero aun así sería tal vez el que peor terminó, pues al haber declarado su independencia a la hora de gobernar le costó que desde la coalición partidista radical se formara una oposición tenaz a cualesquier medida de gobierno o reforma que quisiera implementar; resistencia que le hicieron desde el congreso y hasta en su gabinete, todos comandados por Núñez, quien se hizo nombrar primer designado para reemplazar a Zaldúa y ejercer más efectivamente su nueva oposición a quien había hecho elegir.

El anciano Zaldúa solo como estaba contra todo el establecimiento, que le bloqueaba cualesquier medida o decisión, y atacado desde la prensa con opiniones excesivamente negativas y punzantes, rápidamente decayó en su salud y falleció apenas 8 meses después de su posesión, y aunque no se recuerde que hubiera llevado a cabo un acto presidencial histórico que dejar como legado, con su muerte si dejo para la posteridad aquello por lo que sería recordado, pues hasta la fecha sigue siendo EL ÚNICO PRESIDENTE DE COLOMBIA EN MORIR BAJO SU MANDATO el 21 de diciembre de 1882.

Tras su deceso y una corta tenencia del poder de parte de Clímaco Calderón, además del rechazo de Núñez de asumir la presidencia (tal vez deseando prepararse para la siguiente campaña presidencial donde llevaría a cabo el plan de “La Regeneración”), el poder pasó a José Eusebio Otálora, quien culminó el período presidencial que correspondía a Zaldúa.

El siguiente antecedente nos lleva a avanzar 16 años tras la muerte de Zaldúa, y también inició en circunstancias similares, y es que el saliente presidente Miguel Antonio Caro igual que como había hecho Núñez antes, deseaba colocar como sucesor a una figura manejable según sus intereses para consolidar desde la sombra el proyecto político de la Regeneración iniciado con la Promulgación de la Constitución de 1886, proyecto caracterizado por la gran centralización del poder, la primacía de la iglesia en los asuntos sociales y como aliado político, el control a la prensa libre y a las disidencias políticas, principalmente de los opositores liberales; opresión que de hecho llevó a desatar una nueva guerra civil en 1895.

Caro desde su puesto deseaba mantener un monopolio del poder a favor del Partido Nacional (un sector escindido del partido conservador), y restringiendo por todos los medios posibles el acceso de los liberales a cualquier puesto a su alcance. Los Liberales que asistían a las nuevas elecciones estaban fraccionados entre un sector que deseaba conciliar y debatir pacíficamente con el partido de gobierno en democracia, representados en Miguel Samper, y un sector más radical que veía en la insurrección armada como la única alternativa, lideradas por Foción Soto y Rafael Uribe Uribe.

Para las elecciones de 1898, Caro presentó a nombre del Partido Nacional a su ministro de guerra Manuel Antonio Sanclemente Manuel Antonio Sanclemente, candidato que a la postre sería elegido gracias al poder del partido Nacional en ese entonces, y un presidente que también pasaría a la posteridad, no solo por ser mayor de 70 años sino por ir más allá y ser hasta hoy EL ÚNICO PRESIDENTE OCTOGENARIO, teniendo 85 años al inicio de su mandato el 7 de agosto de 1898.

Con Sanclemente, Caro si obtendría una figura manipulable con la cual seguir gobernando en cuerpo ajeno, y es que, aunque el octogenario presidente tuviera intenciones de poner al servicio de la patria su amplia experiencia y sabiduría que vino con la edad, su cuerpo ya le demandaba cuidados constantes y atenciones médicas; atenciones que le señalaban que el frío clima de la capital no le ayudaría a su ya delicada salud, de ahí que demorara tanto en tomar posesión de su cargo, pues la subida a Bogotá le implicaba un esfuerzo ya muy exigente para su edad, de ahí que su vicepresidente tuviera que asumir el cargo en lo que Sanclemente podía llegar a la capital, y apenas lo hizo, decidió trasladar la sede de gobierno a Villeta, una población con un clima más cómodo para el longevo mandatario.

Poco sabrían Sanclemente y Caro que esta inestabilidad de la figura presidencial por la salud del titular le costaría a Colombia entrar por uno de los períodos más inestables y críticos en su vida republicana, pues obviamente para su condición, Sanclemente no tenía la fortaleza para enfrentar los serios asuntos que dejó la recién terminada guerra de 1895, Y el cada vez más caldeado ambiente bipartidista que estallaría más adelante en la Guerra de los Mil días,  generaría una incertidumbre generalizada por la no presencia del presidente en la sede de gobierno y ante la desesperación del sector del conservatismo llamado “Los históricos” por un presidente ausente de la capital, llevó a que se procediera con un golpe de estado pacífico que depondría a Sanclemente, en favor de su vicepresidente. Poco podía hacer el anciano presidente destronado para recuperar su posición con un cuerpo que le flaqueaba, lo único que podía hacer en uso de sus facultades mentales era negarse explícitamente a firmar el acta de renuncia que le exigían, dejando como pírrico desquite para la posteridad el hecho de que el nunca accedió a ese cambio abrupto de poder, aun cuando lo conminaron de todas las maneras posibles a firmar, llegando casi al punto de la tortura psicológica y hasta física para un presidente en su delicada salud; su vicepresidente terminaría su mandato no más como delegado del poder que pertenecía a Sanclemente hasta su muerte en 1902.

El último antecedente no nos lleva muy lejos, pues corresponde precisamente al vicepresidente que llegó al poder tras el golpe contra Sanclemente, José Manuel Marroquín Ricaurte contaba con 72 años en el momento en que accedió al poder el 1 de julio de 1900 apoyado por el Partido conservador no afiliado al Partido Nacional y por sectores del liberalismo que confiaban en una apertura reformista en la Constitución de 1886, todo esto en un país en un caos total producto de los estragos de la inflación creciente por la caída del precio del café como por las medidas económicas que tenían al país sumido en una recesión creciente y obligaron al estado a tomar medidas de austeridad, que luego se agravarían por el recrudecimiento de la Guerra de los Mil días. En tal escenario Marroquín asume la presidencia, con la obligación de comandar un país que se enfrentaba a uno de sus momentos más oscuros y caóticos, demostrando lamentablemente que fue un presidente superado por las circunstancias.

La Guerra de los Mil días, sus consecuencias socio-económicas y posteriormente la separación de Panamá significaron un duro golpe a la soberanía y el prestigio del país ante el mundo, y en situaciones así, donde se requería la acción decidida, atenta y eficaz de un presidente, Marroquín destacó por su liderazgo infructífero y su pobre gestión diplomática no necesariamente por su culpa, pues Marroquín destacó por ser un hombre de letras y no un político consumado, de ahí que su gestión también se encuentre gestiones de reforma educacional invisibilizadas, sino a un país fragmentado profundamente por la guerra, por un Senado que no apoyó en conjunto las medidas presidenciales y que en ese caso provocó la pérdida de Panamá, gracias a intereses de EE.UU, quien deseaba la concesión para la construcción del canal, concesión que Marroquín estaba dispuesto a dar, pero el senado rechazó enfáticamente, provocando estimular el deseo independentista del departamento de Panamá influenciados por la potencia del norte, y llevándose a cabo en noviembre de 1903. Estos hechos han llevado a que no entre pocos historiadores se considere a Marroquín como EL PEOR PRESIDENTE EN LA HISTORIA DE COLOMBIA.

Marroquín ya era un hombre demasiado anciano para el puesto que asumió, un puesto que de hecho no deseaba tener, pues durante toda su vida fue reconocido como un destacado autor costumbrista, miembro fundador de la Academia colombiana de la lengua y que no en pocas veces demostraba su rechazo a la política y la señalaba como causante de las grandes desgracias del país, sin embargo se dejó convencer ser la fórmula vicepresidencial de Sanclemente, y para la historia queda de parte de Marroquín, una frase que evidencia la falta de liderazgo y de unidad nacional que representó su mandato y significó una dolorosa entrada de Colombia en el Siglo XX: "Yo no sé de qué se quejan. Recibí un país y les devuelvo dos".

Ahora, volviendo a la actualidad y a Rodolfo Hernández, no deja de ser llamativo como una posible presidencia de Hernández atraería en si algunos vicios que se constituyeron en los principales síntomas del mal mandato que tuvieron sus antecesores mayores de 70 años. De entrada, Hernández entraría a la presidencia con un apoyo partidista casi nulo desde el Congreso gracias a que el partido que lo apoya, la Liga de Gobernantes Anticorrupción, solo sumará dos representantes a la cámara y ninguno en el Senado.

En una eventual presidencia, y a pesar del apoyo unánime que ahora recibe de partidos como el conservador, el liberal, el centro democrático entre otros, no es de extrañar, de hecho es casi que una certeza, que dicho apoyo solo obedece al deseo de impedir que Gustavo Petro alcance la presidencia, y una vez Hernández triunfara, comenzara desde ahí la oposición a su gobierno, uno donde Hernández prometió no dejarse llevar por influencias de la vieja politiquería y sus vicios, misma que ahora acuden a su campaña, pero que de seguro se oponen tajantemente a no pocas de las medidas que Hernández promete llevar a cabo en su presidencia, y de seguro le harán una dura oposición que indisponga el gobierno de Hernández (como le pasó a Zaldúa).

Luego, no olvidemos lo dicho al principio, será el segundo presidente de mayor edad que tiene el país.

Con 77 años, terminará la presidencia con mas de 80, y aunque de momento no se muestre como una figura débil y manipulable por su carácter, es de esperar que la presidencia le exija demasiado movimiento, estrés y capacidad de actuar que no sería de extrañar, deje secuelas graves en su salud durante sus 4 años de mandato y lo obligue a reducir sus traslados alrededor del país y el mundo (como sucedió a Sanclemente) o que de entrada su salud se deteriore antes de acabar su mandato (como sucedió a Zaldúa) y es que no en pocas veces se ha hecho un acercamiento a como el ejercer un período presidencial deja secuelas de envejecimiento en los mandatarios, producto de gobernar un país con tantísimos retos y compromisos como los que exige Colombia.

Y de ahí que haya algunas voces que poco a poco se van haciendo fuertes respecto como ante una Presidencia de Rodolfo Hernández, se le hace acercamiento a su fórmula vicepresidencial, Marelén Castillo, una docente destacada en el ámbito educacional y con logros reconocidos en el área de desarrollo de educación a distancia pero poco vinculada al ámbito político, como una potencial presidente ante alguna eventualidad que le pueda pasar al “presidente Hernández” (como sucedió entre Marroquín y Sanclemente).

También hay que fijarse en la coyuntura que enfrentaría el país ante una presidencia de Hernández, hechos que requerirán un mandato firme y activo, decidido y sin ambigüedades frente a asuntos de política nacional e internacional que pueden marcar el rumbo del país en los siguientes años y décadas.

Asuntos como la implementación del proceso de paz que el saliente presidente Duque dejó estancado durante su mandato, los retos económicos que deja la pandemia y la guerra en Ucrania que enfrenta al mundo al miedo de una escasez alimentaria, así como los retos ambientales de un calentamiento global que cada vez se siente más cerca e irreversible en sus consecuencias y que implica asumir nuevos compromisos multilaterales para reencauzar el equilibrio ambiental mundial, sin que implique un sacrificio extremo al nivel de desarrollo económico y tecnológico. Retos como ciertamente dicen los opositores a Hernández, no se asumen con meras frases populistas y de poco contenido político en redes sociales (como sucedió a Marroquín).

En conclusión, la decisión que tomarán los colombianos el próximo 19 de junio es de las mas importantes que han tenido que tomar en los últimos años. Hernández y Petro son las caras de un cambio que el país exige desde mayo de 2021 con el Paro Nacional, cada uno tiene sus ideas para dirigir dicho cambio en un país dominado por las élites políticas, pero mas allá de la preparación de los candidatos o el trasfondo de sus propuestas y sus métodos para llevarlos a cabo, los colombianos también deben observar la aptitud física que tendrá el nuevo mandatario para llevar a cabo dichas transformaciones, y que tanta capacidad  tendrá para resistir los no pocos retos y resistencias que tendrán dichas políticas reformadoras; unos retos físicos que como mínimo y por referencias consultadas a la historia de Colombia, crean un manto de duda en la capacidad que pueda tener el candidato Hernández para llevarlas a cabo.

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