Puerto Boyacá es un municipio que lo recorre el imponente Río Magdalena y su territorio hace parte del extenso valle interandino de la parte central del país, Magdalena Medio. Ubicado en el occidente del departamento de Boyacá, este municipio es establecido como una Zona de Manejo Especial que, según el Decreto 2811 de 1974 y sus artículos 308 y 309, se denomina así debido a sus características ambientales y territoriales. Además, es bastante distinguido por sufrir los distintos flagelos de la guerra, donde en su territorio se gestaría el proyecto paramilitar o como mejor se le conocería la capital antisubversiva de Colombia pero…
¿Sabían ustedes que en este municipio se encuentra el segundo pulmón del mundo?
La Serranía de las Quinchas es un tesoro ambiental para el país y el departamento, espacio que hasta ahora se le quiere declarar como Parque Natural y aún así este majestuoso lugar ubicado en la “zona de manejo especial para la protección del ambiente” se piensa entregar al negocio que ha desangrado a Puerto Boyacá, el Petróleo.
El llamado “oro negro” junto con las características geopolíticas y estratégicas de Puerto Boyacá han sido la condena de este pueblo. Gracias a ello nace y se vive en este territorio todos los tipos de violencia empezando por nombrar el poderío multinacional de la “Texas Petrolium Company”, su presencia forjo en los pobladores la defensa del territorio. La lucha contra la Texas precede el nacimiento de las autodefensas campesinas de influencia liberal y comunista que posterior, se convertirían en la guerrilla de las FARC-EP, enseguida se viviría la llegada del Frente Nacional, así como la inmersión de nuevos partidos políticos entre ellos, la Unión Patriótica, que posterior a los diálogos de la Uribe – Meta, deja como saldo 7 desaparecidos y 4 militantes asesinados en este lugar.
Ante la entrada de la doctrina de seguridad nacional se consolida el auge del paramilitarismo como consecuencia de una política de violencia sistemática que conforma un cambio en el patrón del conflicto, para la historia de nuestro país se llamaría la guerra sucia. Se empiezan a vivir distintas confrontaciones que se llevaban a cabo entre guerrilla y paramilitares, fuerzas militares y guerrilla. Además, se acrecientan los secuestros por parte de la guerrilla, escenario que da paso a la creación del movimiento MAS –Muerte a Secuestradores- un proyecto distinto a las autodefensas paramilitares avaladas por las fuerzas militares antiguerrilleras que se fundamentaba en una “limpieza social”, en consecuencia de los sucesos nombrados la cultura del silencio y el terror se acrecienta en los pobladores.
Es por eso que se empieza a consolidar todo un proyecto de hegemonía paramilitar territorial en el municipio de Puerto Boyacá que da paso a la creación de la ACDEGAM (Asociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio), una asociación que se conforma legalmente en 1986 y que ejerce un proyecto político, social, económico y militar para combatir la subversión en un principio en Puerto Boyacá, posterior se convertiría en un proyecto paramilitar a escala Nacional.
Esta pesadilla tendría por fin un despertar a partir del proceso de Justicia y Paz, la verdad, la justicia y la reparación llegarían, sabrían los familiares los paraderos de sus desaparecidos, sabrían las razones, habría justicia pero han pasado los años y aún no existe una historia oficial en Puerto Boyacá, el miedo aún impera y las respuestas no han sido claras, la verdad al parecer, se la ha llevado el caudal del Rio Magdalena
Es aquí donde se toca el centro de los males de un municipio lleno de diversidad pero también de contradicciones, encarnado no sólo por los rezagos de un conflicto que sus habitantes en conjunto no decidieron vivir sino por todos los componentes de un conflicto social que se demuestra en altas tasas de desempleo, fuertes índices de emigración e inmigración, ausencia de proyectos de vivienda digna, una precaria atención en salud, la creciente delincuencia y el exagerado consumo de sustancias psicoactivas en niños, niñas y adolescentes, el abandono gubernamental se presenta en todos los niveles y la ausencia de voluntad política es un pan diario, entre otro sin fin de elementos que se viven en un territorio donde la mayoría de sus habitantes son víctimas del conflicto. Es aquí donde se encuentra lo cuestionable, la paz, aunque necesaria, es un término aún vacio de contenidos cuando quienes han sido nombrados el centro de los procesos de paz, las victimas, siguen en el abandono, señaladas como “pordioseros” por la institucionalidad, su cotidiano vivir pasa por añorar la verdad, rogar la justicia y esperar la reparación en todas sus dimensiones, mujeres y hombres, se aferran a las creencias religiosas porque tal vez, se dibuja como su única opción de esperanza, es donde se afianza la esperanza de que nunca más se repita para ellos ni para nadie hechos tan trágicos.
Actualmente y nuevamente el llamado oro negro ha puesto en una dicotomía a Puerto Boyacá, como una crónica de una muerte anunciada se les dibuja a sus pobladores a manos de los poderosos el sueño del “progreso” y a la vez se inviabiliza el fenómeno de la recomposición del paramilitarismo y su silenciosa apropiación del territorio acompañado del desastre ambiental y social para la región. En una aguda situación social, ¿cuál puede ser la solución para este municipio?, ¿la Gobernación de Boyacá en cabeza del señor Carlos Andrés Amaya pondrá al fin lupa en este territorio?, ¿las victimas podrán ser escuchadas y ver acciones de paz?, ¿Podrá existir una real reparación colectiva para este territorio?¿Terminaran los señalamientos, amenazas y asesinatos a los jóvenes en el municipio?
Hay todo por hacer, en un lugar donde se vive de milagro y al preguntar quién responde por Puerto Boyacá, la respuesta es: “¡Este pueblo no es de nadie!”