Es hora de abandonar la política del miedo

Es hora de abandonar la política del miedo

Aunque es una emoción primaria y natural, mal manejada puede ocasionar el desahogo con destinatarios que no tienen que ver con el problema

Por: Absalón Cabrera
febrero 07, 2018
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Es hora de abandonar la política del miedo

El día domingo 02 de octubre del 2016 será recordado como el día de mayor retroceso en materia de acciones políticas encaminadas a la finalización del conflicto armado con una de las guerrillas más antiguas del continente. Conflicto armado que, de acuerdo con el planteamiento de Darío Villamizar en su libro Las guerrillas en Colombia (2017), tiene su origen a mediados del siglo pasado con móviles diversos. Móviles como el asesinato un gran representante liberal que desencadenó una oleada de violencia en Bogotá y en diferentes partes del país (Bogotazo 1948), un pacto excluyente de minorías sociales (Frente Nacional 1958-1974),  unas elecciones ganadas con fraude en el proceso de escrutinio (1970), el bombardeo y asesinato de diferentes líderes sociales (Marquetalia 1964), incluido el exterminio de un partido político (UP), como años más tarde reconocería el presidente de Colombia.

Luego de diferentes gestiones presidenciales y legislativas se ha avanzado en la implementación del Acuerdo para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera (2016). Pero con base en la experiencia recogida del pasado dos de octubre es pertinente conceptualizar el momento político y recoger de los desaciertos de esa campaña los puntos a fortalecer para las elecciones que se avecinan. En este sentido se debe recordar que el siguiente presidente podrá fortalecer su implementación o por el contrario, hacerlo inviable.

En la campaña para el plebiscito del dos de octubre surgieron varios enfoques que sirvieron de motor para la campaña por el no. Desde el “ataque a la constitución de la familia tradicional”, una “implementación del enfoque de género”, hasta la posibilidad de una relación política “castrochavista”. Entre otros comentarios fomentados por líderes políticos que no ven el acuerdo como salida viable al conflicto que tantos años ha desangrado la nación. Los enfoques antes mencionados movieron lo que la filósofa Martha Nussbaum llama una política del miedo. En su libro sobre La nueva intolerancia religiosa Nussbaum argumenta cómo el uso inadecuado del miedo puede “constituir una fuente de reacciones irracionales y erróneas” (pág 46). Para ello usa ejemplos bastante conocidos en ámbitos académicos como el de la conspiración Judía mundial que se expandió en europa por medio de los Protocolos de los sabios de Sión. Conspiración en la que creyeron un gran número de personas y que a fin de cuentas resultó ser un extracto de una novela.

En este sentido, aunque el miedo es una emoción muy primaria y natural del hombre y ha servido para mantener la continuidad de la especie, mal manejado puede ocasionar el desahogo con destinatarios que no tienen que ver con el problema, o como sucede en el caso colombiano, no se termina atacando la fuente del conflicto. Es decir, los móviles del conflicto mencionados anteriormente, pactos excluyentes, fraudes y bombardeos, no se subsanan generando más miedo y exclusión para los que decidieron continuar con ideales de cambio y exigencia de justicia. Al igual que los grupos insurgentes, el estado ha tenido responsabilidad en la continuación del conflicto. El abandono de sectores vulnerables y la incapacidad de brindar protección y solución a los diversos problemas sociales. La marcada brecha social potenciada con los abultados sueldos parlamentarios y la disminuida capacidad adquisitiva del salario de los ciudadanos comunes. Así, con la generación de miedo por la desmovilización de un grupo armado se potencia la exclusión y el abandono, causas originarias del mismo conflicto.     

En otro sentido, como lo comenta Nussbaum, “el miedo se alimenta a partir de un enemigo que simula no serlo” (pág. 44), con lo cual el enemigo del castrochavismo, al cual se alude como argumento para no finalizar el conflicto armado, se alimenta de las mentes débiles que desconocen la historia de los diferentes líderes políticos y procesos que han llevado a cada uno de ellos al momento en que se encuentran. Los desarrollos político-históricos de Venezuela son bien particulares y diferentes al nuestro. Para poner un ejemplo y de acuerdo con Raúl Gallegos en su libro ¿Cuando se jodió venezuela? (2016), las medidas económicas, y por lo tanto las costumbres económicas de los colombianos, ha sido bastante alejada comparada con la de los Venezolanos.      

En conclusión, la elección presidencial que se avecina contiene un poco del pasado plebiscito. La reflexión entorno a las campañas que se desarrollaron en su momento está sobre la mesa, y la continuidad de las tendencias en materia de publicidad y generación de adeptos, posibles votantes, hace parte de la cotidianidad en las redes sociales y los diferentes medios de comunicación. La elección que se avecina es la posibilidad de continuar, como lo menciona De roux, con una paz imperfecta (2018), susceptible de cambios y críticas. Una paz pequeña que puede constituir el punto de partida para la construcción de una sociedad al margen de enemigos a muerte por diferencias políticas. Una sociedad incluyente y participativa capaz de vincular y democratizar la oposición en lugar de deshumanizar y convertirlo en objeto de odio irracional. En este sentido, el acuerdo de paz es la posibilidad de salir del conflicto interno y enfrentar en el campo democrático las diversas problemáticas que profundizan en el abandono de los colombianos con mayor necesidad y alejados de los centros urbanos.   

 

Referencias:

De Roux, Francisco. La audacia de la paz imperfecta, Editorial Planeta 2018.  

Gallego, Raúl. ¿Cuando se jodió Venezuela?, Editorial Planeta, España 2016.

Nussbaum, Martha. La nueva intolerancia religiosa, Editorial Planeta, Colombia 2013.

Villamizar, Darío. Las guerrillas en Colombia, Editorial penguin Random House, Colombia 2017.

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