Es el hambre, estúpido

Es el hambre, estúpido

No son necesarias estadísticas para constatar la situación: la gente que camina por la ciudad ve con sus propios ojos la delgadez y la palidez de muchos con los que se cruzan

Por: Alonso Cardona Nicholls
mayo 28, 2021
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Es el hambre, estúpido
Foto: Las2orillas / Leonel Cordero

La trillada frase de la campaña de Bill Clinton, "es la economía, estúpido", podría servirnos ahora para ayudar a clarificar los origines inmediatos de la situación actual y del inconformismo. La campaña política de Clinton decidió usar esta frase para contrarrestar la fuerte popularidad de su contrincante George Bush que se basaba en el éxito de su política exterior, en particular en la intervención de estados unidos en la guerra del golfo. En concreto, la frase buscaba que los votantes volvieran sus miradas a su propia realidad.

A propósito de ver la realidad, llama la atención que unos cuantos políticos y ciudadanos emburbujados y sobre todo los periodistas pregunten por qué sale la gente a protestar. ¿Qué los molestó si aquí todos vivimos muy bien y la constitución dice que somos iguales? ¿Díganos qué es lo que quieren, a ver si entendemos? La repuesta para el plazo inmediato es el hambre, estúpido.

La reciente encuesta del Dane muestra suficientemente la situación catastrófica de las familias respecto a la alimentación, la entidad reportó que una cuarta parte del país solo come dos veces al día y escandalosamente 179.174 hogares se alimentan solo una vez al día. No son necesarias estadísticas, para constatar la situación, la gente que camina por la ciudad ve con sus propios ojos la delgadez y la palidez de muchas de las personas con que se cruzan a diario. El tumulto de gente pidiendo una libra de arroz en las puertas de los supermercados es abrumador.

Para los emburbujados, menos mal que existen los porteros, de modo que tampoco tienen que ver la lividez del hambriento mensajero binacional que les lleva el mercado a sus casas. Cuando digo emburbujados no quiero decir malvados, solamente que, por su falta de contacto, desconocen la realidad que se vive. Eso sí, los políticos, periodistas y dirigentes emburbujados no tienen perdón.

Da grima ver a los representantes del gobierno y a los periodistas tratando de averiguar por qué la gente protesta. ¿No lo saben? ¿Es un misterio? Será porque no tienen nada que hacer. Pues está si puede ser una de las respuestas. No hay en que trabajar, no hay como estudiar, no hay trabajo para los que han estudiado y si se tienen un trabajo, el miserable sueldo, no les alcanza ni para lo mínimo. Algunos manifestantes de los barrios han manifestado que durante el paro han comido mejor que en todo el año, gracias a los racimos de plátano y otros alimentos que les regalan.

En esta coyuntura, los gremios que siempre han logrado el apoyo de los gobiernos para pagar menos a los trabajadores y mantenerlos subyugados con contratos precarios y graduándolos de viejos a los 40 años, ruegan porque haya paz, porque la gente pueda salir a la calle a consumirles en medio de la pandemia, porque tenga plata para que les compren y hasta ofrecen que no les rebajen los impuestos “toda vía”. Hasta donde se puede estirar está contradicción: más pobreza, menos sueldo, menos compradores y más ventas. Quién convenció a los empresarios que pagando menos venden más, y al estrato seis que su bienestar excluyente es lo moralmente correcto, que es el motor de la economía y que pueden estar tranquilos porque los estallidos sociales —injustificados en todo caso— nunca llegarían a sus elegantes barrios.

Los políticos y economistas neoliberales, las universidades y sus facultades de economía, los gremios y los pomposos centros de pensamiento económico —creados y financiados para que sustenten y promuevan la visión interesada de sus clientes—, que han conducido al país desde hace más de 30 años hasta está catástrofe de desempleo y pobreza anunciada y los medios de comunicación que los han amplificado y venerado con entusiasmo, nos deben una explicación, tanto a trabajadores como a empresarios pequeños y medianos. No pueden quedar impunes, ellos nos trajeron hasta aquí, ahí están sus resultados. Chile ya lo tiene claro, la manida disculpa de la prosperidad de ese país para engañarnos ha fracasado.

No se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo y menos cuando el estómago duele. Es el hambre, estúpidos.

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