Computadores que se quedarán sin estrenar

Computadores que se quedarán sin estrenar

La escuela no tiene Internet ni quien enseñe

Por: Carlos Castelblanco
febrero 04, 2014
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Computadores que se quedarán sin estrenar

Desde cualquier rincón del patio de recreo se puede ver la polvareda que levantan los más de treinta carrotanques que diariamente salen cargados de crudo de los pozos Caracare y Toro Sentado ubicados en el departamento del Meta y que hoy son propiedad de la compañía española Cepcolsa. Esta escuela debe recibir, de manos del municipio, 30 computadores nuevos. Los equipos hacen parte del proyecto en tecnología e innovación “Computadores para educar” que busca el acercamiento y aprendizaje de la tecnología para los más de 600 niños de las escuelas rurales de cada una de las siete veredas que conforman este municipio petrolero.

El problema radica en que las escuelas campesinas no tienen red de conexión a internet, ni tampoco profesor de sistemas. Hoy, los computadores no podrían ser estrenados por los niños.

La administración de los recursos

Colciencias, que es la entidad responsable de pilotear la nave de la investigación y la tecnología, se ha convertido en una institución que consigue el presupuesto, lo organiza de acuerdo a los proyectos evaluados y aprobados por su comité de expertos y después lo consigna a las oficinas departamentales de planeación. “Es la secretaria técnica de las gobernaciones y las alcaldías en todo el país” manifiesta Enrique Forero González, director de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y quién libra una profunda controversia por el papel que viene desempeñando dicho organismo.

Los países desarrollados sostienen su éxito sobre la inversión en ciencia y educación. En Colombia, pese al esfuerzo de la ley de regalías, el presupuesto para este sector sigue siendo débil y administrado por intereses políticos.

El presupuesto anual asignado para Colciencias, entidad responsable de definir los programas de ciencia y tecnología que se deben implementar en el país, disminuyó este año. De 420.0000 millones en 2012 pasó a sólo 350.000. Esta decisión produjo recortes en la financiación de becas, en la renovación de equipos y en la disminución en la contratación de científicos e investigadores. Este panorama señala la dificultad que hay para hacer investigación científica en Colombia y lo complicado que va a ser convertir al país, como se lo propone el Gobierno, en una sociedad del conocimiento.

En julio de 2012 se sancionó el acto legislativo de la reforma constitucional al Sistema General de Regalías que fue aprobada por el Congreso y que le permite al gobierno invertir el 10% de estos recursos en Ciencia Tecnología e Innovación. Se trata de que los proyectos por desarrollar tengan pertinencia regional y de esta manera posibilitarle a las universidades conectarse con los empresarios y los gobiernos locales. El interés de Colciencias es que la Ley de Regalías equilibre las cargas y así evitar que se sigan formando maestros y doctores que luego no tienen dinero para llevar a cabo sus proyectos. Sin embargo, los científicos señalan que esto no ha ocurrido.
Hoy hay más presupuesto para ciencia e investigación, sin embargo, este se está entregando a los políticos en las regiones a través de las oficinas de planeación local. Hay dinero, pero está en las manos equivocadas.

También, señala Forero, hay un manejo desarticulado del dinero que la ciencia y la investigación reciben de las regalías, ya que no hay programas serios de desarrollo, ni estudios de largo alcance y de carácter nacional “sólo pequeños proyectos de corto plazo y que no impactan realmente a la comunidad. Proyectos para inaugurar al final de un periodo político”.

Los gobernadores y los alcaldes de los departamentos participan en la elaboración de los proyectos para que Colciencias, en cabeza del Ocad –órgano consultivo de administración y decisión- los evalúe y dé su visto bueno. Eso significa que la planeación y proyección queda comprometida con los intereses políticos en las regiones, con las entidades territoriales y el Gobierno Nacional quienes son las encargadas de ejecutar los programas aprobados.

Un equipo de científicos e investigadores del Instituto Humboldt, recorrió a pie y a lomo de mula durante diez meses el hogar de los frailejones y los osos de anteojos de Colombia y produjo un nuevo mapa de los páramos del país. Este trabajo permitió identificar cerca de 900.000 hectáreas no incluidas en el anterior Atlas de páramos de Colombia. Esta nueva carta constituye una herramienta fundamental para la identificación, delimitación, gestión y conservación de los páramos del país por parte de las autoridades ambientales.

Este es un ejemplo de que sí es posible la integración entre ciencia e investigación y la toma de importantes decisiones por parte de las entidades gubernamentales. Hay una aplicación real y efectiva de una labor financiada por el Ministerio del Medio Ambiente y ejecutada por investigadores expertos.

En Colombia el talento humano es una materia prima de exportación. Según datos de Colciencias, en 2102 había 865 estudiantes cursando un doctorado, de ellos, cerca de 450 lo están haciendo por fuera del país. Colciencias es la entidad pública que financia la mayoría de estos estudios y es gracias al presupuesto de regalías destinado para becas. El problema, como lo señaló en medios de comunicación la directora de la entidad Paula Marcela Arias, es que después los científicos e investigadores no regresan al país porque consiguen empleos muy bien remunerados en universidades e institutos del exterior. Se venden al mejor postor.

Estas declaraciones avivaron una vieja polémica. “Los científicos no somos corsarios” dice Mauricio Posada, de 27 años y doctorado en ingeniería nuclear en Chicago. Agrupados bajo la denominación “Diáspora de científicos e investigadores colombianos” jóvenes estudiantes de doctorados y posdoctorados en universidades extranjeras y organizados en redes sociales por miembros como Posada y Daniel Pino Muñoz, posdoctorado en mecánica computacional en Suiza, dieron respuesta a la funcionaria y además generaron una serie de reflexiones acerca del papel que debería cumplir Colciencias y el Gobierno Nacional en el desarrollo del país.

En los países del primer mundo como Canadá o Inglaterra, sus gobiernos saben que la investigación y la innovación son el motor de la economía y las políticas de inversión en ciencia son una prioridad. En Colombia falta, según los jóvenes investigadores de la diáspora, una verdadera política de Estado que beneficie la ciencia y la educación; proyectos a cuatro o cinco años mínimo, planeados por grupos de investigación y bien financiados por las entidades públicas correspondientes. ”Creemos que las regalías han aportado dinero al presupuesto, pero se está gastando ese recurso en proyectos volátiles y politizados” sentencia el joven Pino Muñoz.

En un país en el que la corrupción y los problemas sin resolver son el denominador común, ciencia, tecnología e investigación deberían alzarse como un triunfo del saber sobre la ignorancia y de la inteligencia sobre la improvisación. Pero los investigadores y científicos colombianos no encuentran en su país el espacio de trabajo adecuado en el cual puedan aplicar sus conocimientos. En Colombia no hay suficientes proyectos de investigación financiados por el Gobierno en temas prioritarios como los que se relacionan con las necesidades primarias de las personas: el agua potable, el alimento, la tierra, la población, la gobernabilidad, la estructura social, la energía, la salud, el desarrollo económico, la educación y el medio ambiente.

Lamentablemente somos uno de los países de América Latina con menor presupuesto estatal para el desarrollo de la ciencia y la tecnología con apenas el 0,5 % de su Producto Interno Bruto, PIB, por debajo de México y Puerto Rico. En Suramérica, el país con mayor presupuesto es Venezuela que cuenta con el 2% de su PIB para este rubro. Le siguen Brasil, con el 1,3%, y Chile, con el 1%. Y así nos va.

Según la corporación estadounidense Rand, National Security Research Division, que publicó en 2013 un análisis sobre ciencia y naciones, afirma que la tecnología continuará su desarrollo acelerado, integrando cada vez más disciplinas científicas en una convergencia que afectará profundamente la sociedad. Esta investigación ubica a Colombia en el conjunto de países científicamente rezagados.

Jóvenes, que como dice María Luisa Botero, una estudiante de doctorado en ingeniería química en Londres y financiada por Colciencias, estarían destinados a desarrollar todo su talento para el beneficio de empresas o universidades del extranjero, pero que se resisten a ello: “hay que regresar, hay que volver para tratar de solucionar tantas necesidades que sabe uno que tiene su país. La educación y la innovación son la llave que abre la puerta de un mejor mundo”, esos científicos en formación son la esperanza de un mejor panorama.

La promoción y la implementación de la educación, la ciencia y la tecnología son responsabilidad de Colciencias, pero el dinero destinado a esas áreas está en manos de políticos y son ellos los que terminan invirtiendo esos recursos en proyectos a corto plazo, o proyectos inútiles que no resuelven de fondo los problemas y las necesidades reales de la población. Los políticos cortan cintas e inauguran obras, los científicos e investigadores inauguran nuevos mundos. Ahí está la diferencia.

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