En el conocimiento ancestral puede estar la respuesta para el COVID-19

En el conocimiento ancestral puede estar la respuesta para el COVID-19

Aunque la ciencia ha tendido a desconocerlo porque muchas veces no lo entiende, hoy el llamado es a acogerlo

Por: AIDEN J SALGADO CASSIANI
junio 23, 2020
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En el conocimiento ancestral puede estar la respuesta para el COVID-19

Hace unos días, con honor al día de la afrocolombianidad, escribí el artículo En tiempos de COVID-19, los afros existimos, resistimos y persistimos, donde terminaba diciendo que en los territorios de comunidad negra puede estar la solución al coronavirus. Lo anterior con relación a los remedios que históricamente se han usado en estas comunidades para combatir enfermedades gripales y otros quebrantos de salud.

Pues bien, a raíz de esta opinión, varias personas me han escrito para que amplie la idea de los conocimientos afros y sobre todo cómo estos pueden ser útiles para hacerle frente a la pandemia del COVID-19. Por ello quiero aprovechar este nuevo escrito para explicar la importancia y utilidad de la medicina ancestral.

Para nadie es un secreto que el Estado ha abandonado a sus anchas a las comunidades negras que se encuentran en el Pacífico y en el Caribe, alejadas de los grandes poblados (ciudades habitadas en su mayoría por gente blanco-mestiza). Dicha situación las llevó a tener que ingeniárselas para sobrevivir por siglos, haciendo uso de las plantas que tuvieron en su medio. Ante ese panorama, este conocimiento, junto al de los indígenas, fue implementado para sobrevivir a las enfermedades. Incluso, las palabras y los rezos también se han utilizado para sanar gripas, el mal de ojo, las picaduras de culebras, los partos de criaturas y otros achaques de la vida diaria.

Con eso claro, estas prácticas articuladas a la ancestralidad han generado otros conocimientos, diferentes al occidental (que proviene de las universidades) y que no son reconocidos por la ciencia, pero que en las comunidades tiene toda la validez por los resultados que han tenido entre sus habitantes. Y si bien la ciencia occidental no sabe cómo explicar los resultados que estas producen, lo cierto es que observamos que algunas personas, posterior al tratamiento, se recuperan de la enfermedad.

Ese es el caso del mal de ojo, cuyos afectados (principalmente los niños), después de ser rezados, se mejoran sin que haya una intervención médica tradicional. Sin embargo, como no se puede explicar desde la medicina tradicional, a los médicos no les queda más que invalidar esos conocimientos.... aunque, en últimas, los terminan respetando, así no los entiendan, ya que allí están los resultados visibles. Es decir, la ciencia ha tenido que respetarlos a regañadientes y le ha tocado aceptarlos muchas veces, aún sin entenderlos.

Ante estas realidades es que cobra importancia reflexionar sobre el conocimiento ancestral y la crisis en salud a causa de la pandemia. En este sentido, quiero decirle a la ministra de Ciencia y Tecnología (Mabel Torrez), quien en la alocución presidencial del 20 de mayo del presente año explicaba que se habían puesto en marcha 80 laboratorios moleculares (de los cuales varios servían para hacer pruebas rápidas de COVID-19), que estos pueden ser útiles en función de programas para investigar los conocimientos de las comunidades mencionadas para curar enfermedades (como las gripales).

Bajo ese supuesto, las investigaciones que se realicen en las comunidades deben ser bajo el respeto y bajo la ética de no realizar apropiación y extracción de conocimiento comunitario. Así mismo, los resultados de esas pesquisas deben tener un fin social. Quizás allí se encuentren formas no solo de combatir o sanar la gripa, sino también el mismo COVID-19.

Así pues, la necesidad de hacer estos estudios no es solo por la coyuntura, sino por darle validez de forma respetuosa a los conocimientos ancestrales de nuestros grupos étnicos y en algunos casos campesinos que están en territorios afros. Allí puede estar la solución a múltiples problemas. Entonces, debe ser el Estado el encargado de esa labor y no dejarla en manos de multinacionales de la farmacéutica, cuyo único interés es el lucro; función totalmente diferente a la del Estado, que debe propender por el bien común (en este caso prima el bien de la comunidad que posee esos conocimientos ancestrales, desarrollados gracias al abandono del mismo Estado y por la necesidad de sobrevivencia humana).

Desde el palenque, un cimarrón.

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