En Colombia pasan cosas …
Opinión

En Colombia pasan cosas …

La ‘estrategia del pánico’ permite que cada autoridad local asuma poderes discrecionales para asumir decisiones de emergencia, un poder que no se sabe hasta dónde llega

Por:
agosto 05, 2020
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Repetí un viaje que usualmente hacia antes del confinamiento. El trayecto incluía varIos caseríos – no se puede decir ni siquiera pueblos- totalmente fuera de la circulación general del paIs. Ninguno tenía más de 20.000 habitantes probablemente menos de 10.000.

A la entrada de cada uno de ellos, -o de algunos de ellos- me encontré con que tenían organizado un sistema de fumigar las llantas de los automóviles que entraban. Por supuesto esto es una manera de manejar el pánico creado por el coronavirus.

Es el resultado de la ‘estrategia del pánico’ que permite que cada autoridad local asuma poderes discrecionales para asumir decisiones de emergencia. La racionalidad de las mismas no importa. Lo que es claro es que queda un poder que no se sabe hasta dónde llega, en manos de la persona que ejecuta esas decisiones. Es así como al mismo tiempo toca llenar unos formularios como los de inmigración en paises extranjeros y requieren los permisos para demostrar que no se tiene que estar en confinamiento. Surgen entonces las preguntas: ¿Puede esa persona impedir que uno siga hacia donde uno va? ¿Puede incluso -con o sin razón – simplemente evaluar con su criterio los papeles que uno muestre? ¿Es decir, puede uno quedar multado, con el automóvil detenido o incluso retenido como persona en uno de dichos ‘retenes’?

Creo haber seguido de cerca los informes sobre la pandemia, tanto lo creíbles como los insólitos, en particular aquellos expedidos por las autoridades sanitarias. No recuerdo nInguna de alguna credibilidad, seriedad o algún nivel que haya incluido tal medida entre las recetas para combatir el covid-19.

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El pánico colectivo extendió sus efectos a que en los lugares más remotos cada mandatario sienta necesidad de responder -o, tal vez más, de contribuir – a la paranoia general

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 El pánico colectivo -generado por las autoridades y los medios de comunicación-, adicionado a la delegación del presidente en cada uno de los gobernantes locales, extendieron sus efectos a que en los lugares más remotos cada mandatario sienta necesidad de responder -o, tal vez más, de contribuir – a la paranoia general, mostrando decisión en la gestion e inventando normas y restricciones originales (ley seca, toque de queda, aislamiento de la localidad, pico y algo, etc.).

Respecto al caso de las llantas, lo único que recuerdo haber visto fue el comentario de un médico australiano que mencionaba que sin ser matemático se atrevía a decir que la probabilidad de que el virus se trasmitiera así debía ser como la de que a una persona le cayeran dos rayos encima el mismo día.

El viaje se me completó con otra experiencia totalmente ajena a este tema; y fue el haberme varado por una llanta pinchada.

Tuvimos la fortuna de encontrar una persona que ofreció su ayuda y la cambio. Pero al ir al montallantas en el siguiente pueblo nos encontramos conque el señor se había quedado con lo que llama ‘la llave seguridad’, es decir el instrumento sin el cual no se puede retirar una de las tuercas, para cambiar la llanta.

Eso me hizo pensar si es una particularidad de Colombia ese tipo de protección contra el robo de algo que uno no se imagina que pueda tener ninguna capacidad de comercializarse. ¿Quién compra una llanta usada, o incluso un rin viejo? ¿O cuánto vale para que valga la pena robarlo -con la dificultad que esto implica-?

Pero ante esta realidad lo único que me quedó fue la duda de si la famosa ‘llave de suridad’ que habíamos perdido no había sido por accidente o mala suerte, sino que, al igual que tenemos el dicho de ‘hecha la regla, hecha la trampa’, tambien se le hace trampa a la trampa y existe un submercado donde se negocian los instrumentos que contrarrestan lo que se inventa para impedir los robos.

 

 

 

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