En Colombia la lucha climática cuesta la vida
Opinión

En Colombia la lucha climática cuesta la vida

Por segundo año consecutivo Colombia ocupa un angustiante primer lugar con la mayor cantidad de personas (65) defensoras de la tierra y la vida asesinadas

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octubre 02, 2021
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Es urgente que el Estado colombiano garantice en forma permanente la tranquilidad y la vida de las personas activistas climáticas en Colombia: ¡las están amenazando y en muchos casos matando! El 13 de septiembre de 2021 la organización internacional Global Witness publicó el reporte “última línea de defensa”, donde recopila los datos de los asesinatos de personas defensoras ambientales en todo el mundo durante el año 2020. Colombia ocupa en este informe, por segundo año consecutivo, un angustiante primer lugar con la mayor cantidad de personas (65) defensoras de la tierra y la vida asesinadas.

La primera línea de acción del activismo climático global son las comunidades que habitan y defienden los ecosistemas esenciales para la adaptación y ralentización de la crisis climática, desde los manglares en las costas que sirven de muro de contención natural al agua que se irá elevando conforme se derrite el hielo de los polos, hasta los páramos en las altas montañas que regulan el ciclo del agua dulce que escaseará más y más conforme aumenta la temperatura promedio del planeta. Estas comunidades bloquearon y se han opuesto a proyectos de petróleo, gas y carbón que de haberse extraído y quemado hubieran generado grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Esa primera línea de acción del activismo climático son esas personas en La Guajira o El Cesar que se resisten a la minería de carbón a gran escala, o las que se resisten al fracking en El Magdalena Medio o Boyacá, o las que se oponen a la exploración de hidrocarburos en el Caquetá o el Meta; estas y estos activistas ponen en riesgo su vida y su tranquilidad para luchar contra la crisis climática y defender su territorio y el planeta, que al final de cuentas, es ese gran territorio interconectado de toda la humanidad y las otras especies.

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El informe de Global Witnesss reconoce que hay lugares donde es mucho más difícil y arriesgado ser activista climático

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El informe de Global Witness reconoce que hay lugares donde es mucho más difícil y arriesgado ser activista climático: “al igual que ocurre con las repercusiones de la propia crisis climática, los efectos de la violencia contra las personas defensoras de la tierra y del medio ambiente no se sienten por igual en todo el mundo. El Sur Global está sufriendo las consecuencias más inmediatas del calentamiento global en todos los frentes. En 2020, de los 227 asesinatos de personas defensoras registrados por Global Witness, 226 tuvieron lugar en países del Sur Global.” Incluso la misma Greta Thunberg lo reconoció en entrevista publicada por el periódico The Guardian la semana pasada: “en algunos lugares es mucho más difícil ser activista que en otros. Los admiro mucho. Me dan la esperanza y la inspiración para seguir adelante.” Greta nos recuerda algo que vemos todos los días en Colombia, la persecución, desplazamiento y asesinato de activistas del clima. También en el The Guardian salió hace dos semanas un artículo sobre Francisco Vera, un niño activista climático que vive en Villeta, Cundinamarca y que fue amenazado de muerte en Twitter, y hasta la fecha las autoridades no han identificado quién lo amenazó. En mayo de 2019 la activista ambiental y climática Francia Márquez, ganadora del premio Goldman (el premio nobel de la defensa ambiental), fue atacada a bala y con granadas.

Cualquier esfuerzo de lucha contra el cambio climático debe empezar por garantizar los derechos a la vida, a la tranquilidad, a la libre expresión y a la protesta de las personas que defienden los ecosistemas de los proyectos extractivos de petróleo, gas y carbón. Estas personas hacen parte de estas comunidades que habitan, conocen y defienden el territorio y requieren todo nuestro respaldo y apoyo permanente. Finalmente, debemos insistir en que el Estado tiene la obligación de garantizar en forma permanente los derechos fundamentales de las personas activistas climáticas en los territorios de Colombia. En últimas, si sube la temperatura promedio del planeta, esto perjudica a todas las creaturas que habitamos La Tierra, especialmente a las generaciones más jóvenes y a las futuras. Urge la protección de las comunidades que cuidan sus territorios, la primera línea de defensa del planeta, la primera línea de acción del activismo climático.

 

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