En una columna de hace unos meses, León Valencia recordaba unas afirmaciones muy reveladoras que hicieron hace 10 años el ex presidente Álvaro Uribe y dos de sus principales colaboradores. El 28 de mayo de 2003 dijo Uribe en Confecámaras: “El gobierno nacional estudiará la posibilidad de otorgar el beneficio de libertad condicional sin impunidad para los miembros de los grupos violentos implicados en delitos atroces, siempre y cuando se desmovilicen o realicen acuerdos de paz”.
Hay que resaltar tres circunstancias. En primer lugar, que el ex presidente se refirió, en principio, tanto a los grupos armados de izquierda como de derecha. En segundo lugar, que el planteamiento fue hecho en la época de iniciación de las negociaciones con los paramilitares. Por último, que el ex mandatario reconoció implícitamente que hay fórmulas que no implican ni impunidad ni privación de la libertad.
Cuatro meses antes y con más desenvoltura, el ministro del Interior, Fernando Londoño, había respondido a la pregunta de “cómo garantizar que el proceso de las autodefensas no lleve a la impunidad de grandes crímenes” con un “nadie […] lo va a garantizar”, y a la de “¿entonces habrá impunidad?”, con un “todo proceso de indulto y amnistía supone eso”.
Finalmente, según Valencia, Luis Carlos Restrepo le habría dicho que ni los parlamentarios ni la Corte tuvieron la grandeza de aprobar una legislación generosa con las autodefensas y se tiraron el proceso de paz. Según como la había previsto inicialmente el gobierno, esa legislación iba a concederles amnistía e indulto a los paramilitares, o condenas con libertad condicional, y a salvarlos de la cárcel y la extradición.
Lo que deja perplejo a muchos hoy en día es que Uribe y sus seguidores se oponen con todos los fierros a las negociaciones con las Farc.
¿Cómo explicarse ese cambio de actitud? Referirlo a las motivaciones subjetivas del ex presidente –que era partidario de negociar con la guerrilla a condición de que fuera él y no un sucesor el conductor del proceso–, no deja ver todo lo que está en juego.
Luis Carlos Restrepo durante su época como Comisionado de Paz del gobierno de Álvaro Uribe. FOTO: Ofc. Prensa Alto Comisionado
Supóngase que Uribe quería amnistía o condena con libertad condicional para los grupos violentos de toda pelambre, y como no consiguió que se la dieran a las autodefensas, reclama en función del derecho a la igualdad que tampoco se concedan a los guerrilleros.
Sin embargo, el ex mandatario no está planteando las cosas a la luz de la igualdad. Por vía general está afirmando ahora, cuando lo que está sobre la palestra no es el diálogo con las autodefensas sino con las Farc, que con terroristas no se negocia ni se permite que sus delitos queden impunes.
Otra posibilidad es que Uribe haya cambiado de actitud frente a la totalidad de los grupos armados irregulares. Eso significa que hoy no negociaría con los paramilitares, a diferencia de lo que hizo hace diez años. Pero en tal caso tendría que hacer un reconocimiento de ese cambio de opinión y explicar sus motivos, y no ha habido nada de eso.
Entonces habría que buscar en otra dirección, para encontrar el hilo conductor de la posición de los uribistas. ¿Consistiría, acaso, en que para ellos los paramilitares y la guerrilla tienen que ser objeto de un tratamiento político y judicial diferente? ¿En que los primeros deberían recibir amnistía o libertad condicional y los otros no? ¿En que habría algo en los paras que los libraría de tener que cargar con consecuencias punitivas que sí se le impondrían a la subversión de izquierda?
Ese elemento diferenciador tendría que consistir en los propósitos de la lucha de los paramilitares, la naturaleza de sus alianzas, el carácter de sus víctimas y sus métodos de acción, en contraste con los de la guerrilla.
Las discusiones sobre el proceso de paz ganarían mucho si se pusiera en circulación la caracterización de los actores armados que hacen los diferentes sectores políticos, con la batería de argumentos respectiva. Habría que comenzar por la que el uribismo tiene de las autodefensas, que seguramente explica sus cambios de actitud frente a la amnistía y la libertad condicional.
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