El tiempo del pueblo, elecciones presidenciales 2018

El tiempo del pueblo, elecciones presidenciales 2018

El colectivo Abya Yala muestra su posición frente a los próximos comicios y deja ver su apoyo al candidato Petro

Por: Colectivo Agrario Abya Yala
mayo 24, 2018
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El tiempo del pueblo, elecciones presidenciales 2018
Foto: Twitter @PetroGustavo

En Colombia estamos subvalorando la importancia de que un líder político que reclama un gobierno popular llene más de 30 plazas por todo el país en solo 2 meses. Gustavo Petro convocó multitudinarias manifestaciones en las principales ciudades del país para su cierre de campaña (Medellín, Bogotá, Cali y Barranquilla). Además, habla del pueblo en las plazas públicas como una fuerza colectiva que hará cambiar la historia y remata diciendo: “El importante ya no será el candidato, sino el pueblo”. Habrá quienes piensen que es una frase grandilocuente, ególatra o cualquier otro adjetivo que se pueda encontrar en la baraja mediática creada alrededor de la #ColombiaHumana, pero tal vez esa frase encierra la clave del fenómeno Petro que ha estremecido el país y que sin lugar a dudas se ha convertido en el centro de la campaña presidencial.

Para entender su fuerza gravitacional basta mirar el esfuerzo que los demás candidatos han invertido por mostrar un respaldo popular equiparable en las plazas, al punto de montar megaconciertos y alquilar buses por docenas (caso Duque-Uribe y Vargas Lleras). Así mismo, se deja ver en la descarada usurpación de sus propuestas en asuntos ambientales y sociales. Hoy por ejemplo las energías renovables dejaron de ser románticas y la gratuidad en la educación superior dejó de ser populista.

Por otro lado, sus contradictores dicen que es mal administrador y usan la crisis económica del hermano país de Venezuela para “generar miedo y que la gente salga verraca a votar” como lo confesó Vélez, el jefe de la campaña del no en el plebiscito. Y se pregunta uno, ¿hizo algo Petro o la Bogotá Humana para generar miedo en la población? Al contrario, como habitantes de la capital sentimos que su gobierno incorporó dentro de sus políticas a actores históricamente marginados, sin descuidar la economía ni al sector privado: habitantes de calle, animalistas, organizaciones de mujeres, LGTBI, recicladores/as, población campesina, entre otros, tuvieron un lugar privilegiado dentro de su administración. Defendió lo público fortaleciendo la empresa estatal y construyendo megacolegios, jardines infantiles y universidades. Garantizó el derecho al mínimo vital de agua, defendió la vida de los animales, incentivó las iniciativas juveniles y artísticas y permitió la movilización ciudadana como derecho. Y no lo hizo él solo, Petro llamó a la sociedad civil y a muchos actores de la política a un cogobierno.

Entonces, ¿quién tiene miedo? La respuesta no es ningún secreto: Petro incomoda al poder establecido, a los amigos de las transnacionales extractivas, a los dueños de los bancos, los medios de comunicación y a los propietarios de cientos de miles de hectáreas de tierra en Colombia. Luego no es el pueblo quien tiene miedo, son los potentados quienes muy ágilmente hacen de su miedo el discurso oficial y comercial que consumimos a diario. Con todo lo sorprendente de esta campaña no es la instrumentalización del miedo, ni ver a los grandes medios invitando amablemente a Petro a pasar a su jaula para asediarlo sin miramientos y sin esconder la animadversión repulsiva que les genera ver a un “pobre” con opciones de ser presidente. Eso lo hemos vivido siempre. Lo sorprendente de esta campaña es un pueblo que despierta y que reclama su momento y lugar.

Y esto no es retórica. Se demuestra en la centralidad de los debates socioambientales (educación, salud y territorio) por encima del tema preferido de los mercaderes del miedo: la seguridad y la confianza inversionista. Se demuestra también en la politización de nuestra cotidianidad, a ratos confundida con polarización, y que ha llevado a muchos, algunos ya viejos, a la convicción de votar por primera vez. Y ante todo se evidencia en el papel protagónico que vuelve a tomar la plaza pública y la movilización de la sociedad civil como símbolo de ampliación de la democracia y del interés por la definición de su propio futuro.

El derecho a exigir más y mejores derechos en Colombia y el mundo no es una novedad. Solo en Bakatá (Bogotá) es común ver cada semana una marcha distinta arribando a la plaza de Bolívar, indignados e indignadas las hay por doquier. Lo que es novedoso en esta campaña es ver un pueblo movilizado a desbordar, ya no para denunciar o para exigir algún derecho conculcado, sino alrededor de un proyecto político de cambio. Lo insólito es que esta movilización no se agote en las redes sociales y en las grandes urbes (que fue el techo de la “ola verde”) sino que haya estallado en las regiones más apartadas y olvidadas del país (recuérdese Guajira, Tumaco, San Andrés Islas o Chocó).

Entonces aquí vuelve al ruedo la frase “El importante ya no será el candidato, sino el pueblo”. Porque Petro no frotó una lámpara que le dijo cómo dirigirse al pueblo para que este se levantara animoso y llenara las plazas. La ecuación es a la inversa. Es el pueblo el que reclama su momento y ha encontrado en Gustavo Petro su intérprete y conductor. De manera que no hay que rebanarse los sesos descifrando al líder sino preguntarnos cuál es el momento del pueblo. Alrededor de la pregunta pueden tejerse varias hipótesis, como que el fin del conflicto armado (no como realidad, sino como discurso) ha dejado al descubierto la podredumbre de la clase política, o que los bochornosos escándalos de corrupción de los que nadie se salva han hecho mella en la conciencia de la gente, o que la arremetida del extractivismo sobre los territorios encausa su resistencia alrededor de una propuesta política que le ponga freno. Cuestiones que merecen un análisis más profundo.

Lo cierto es que Petro, hoy día, representa al pueblo. “Pueblo”, entendido bajo la visión del teórico italiano Antonio Gramsci, de quienes nunca han gobernado; gobernado de verdad, claro. Y no porque todo el mundo esté con Petro, sino porque amplios sectores de la sociedad se organizan, invierten tiempo, dedicación y sus propios recursos para apoyarlo masivamente y sostener la campaña viva, porque habla su lenguaje y recoge sus aspiraciones, y porque creen en él como símbolo de esperanza de cambio.

Esto le ha permitido a la campaña una capacidad fascinante de “resiliencia” frente a los golpes bajos que le han intentado propinar: se burlaron de sustituir el petróleo por aguacate y este se volvió el emoticón de campaña, la gente acude a las plazas enarbolando aguacates; denunciaron la existencia de una bodega desde donde operarían perfiles falsos y troles, y nació #LaBodegadePetro como eslogan del ejército de voluntarios que tiene en las redes; martillaron con el castrochavismo y su propuesta pro-soviética, y nuestro candidato fue el único en ser bautizado con un apelativo cariñoso de amplia difusión: lord Petrosky; los tecnócratas de Lleras diseñaron una fracasada campaña en su contra (plagiando un logo de los activistas de la paz) y el mismo día que la lanzaron fuimos tendencia nacional utilizando su propio mensaje #AbreLosOjos #PetroPresidente. Y la cereza del pastel, días después de que Claudia Gurisatti se burlara de Petro en el debate que ella moderó como directora del Canal RCN y lo atacara luego por generar odio contra el periodismo, Tulia Mercedes Barreto, madre de Claudia, se subió a la tarima con Gustavo para apoyar públicamente la propuesta que “representa la dignidad de la persona humana y el bien común”.

Por ahora, solo el pueblo salva al pueblo. Una victoria será posible si la propuesta de la #ColombiaHumana sigue creciendo, si sigue convenciendo a jóvenes, adultos/as y ancianos/as de votar por primera vez, si sigue haciéndole entender a las gentes del común que el poder somos todos y todas, y que si gana Petro es nuestra responsabilidad hacerlo obedecer. Que mande obedeciendo al pueblo. Las alianzas son bienvenidas y deseadas, pero no imprescindibles mientras haya una abstención del 60% (presidenciales 2014) que se puede activar a través de la acción colectiva.

Jorge Eliécer Gaitán fue bautizado como “el caudillo del pueblo”, por más que no toda Colombia fuera gaitanista. Gaitán también entendió que no era un hombre sino un pueblo y repetía en sus discursos que este es superior a sus dirigentes. Gaitán cumplió 70 años de ser asesinado. Y tal vez esa sea otra arista de la respuesta: al pueblo colombiano le toma 70 años reponerse a la muerte y volver a creer y tener esperanza. Imploramos a los señores de la guerra en Colombia que silencien sus armas y los invitamos con amor a darnos una segunda oportunidad sobre la tierra. Disientan, pero no teman, porque Colombia merece entrar en una era de paz.

Acotación. Cuánto quisiéramos que el pueblo no depositara en una persona sino en un partido o movimiento sus aspiraciones, pero al fin de cuentas seguimos siendo una sociedad que exalta al líder. Ese, por supuesto, es uno de los principales retos del futuro gobierno de la Colombia Humana, consolidar un referente organizativo amplio que sustituya en el imaginario la importancia del caudillo y le dé su lugar al proyecto colectivo. Esa será la única fórmula para evitar que una eventual ausencia del líder eche al traste una oportunidad histórica. Votaremos por Ángela María y Gustavo porque confiamos plenamente en que ellos, las fuerzas políticas y sociales que los rodean, ustedes, nosotros y nosotras, seremos capaces de consolidar un proyecto sólido e incluyente al tiempo que reconstruimos un país plurinacional.

David Alirio Uribe Laverde, Jorge Andrés Forero González, Laura Daniela Cifuentes, Ivonne González, Hellen Murillo, Daniela Sierra Navarrete, Valentina Montealegre Melo, Maria Angelica Robayo, Diego Balvibo Chavez Chavez, Daniel Albarracín, Carolina Laverde, Angie Lorieth Melo Macias, Claudia Campo, Viviana Lozano Ducuara, Karen Muñoz, Luis Carlos Montenegro, Luz Ángela Gomez Jutínico, Felipe Castiblanco, Ingrid Cárdenas, Inti Natalia Castro Zamora, Sara Jimenez, Erika Pietro, Juanita Zamora. Familia Abya Yala.

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