El Tambillo (Huila), un inusual lugar por descubrir

El Tambillo (Huila), un inusual lugar por descubrir

Petroglifos y senderos rocosos caracterizan este territorio, que según algunos fue habitado por los tamas, una población indígena, en el milenio pasado

Por: Lester Garrido
diciembre 17, 2018
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El Tambillo (Huila), un inusual lugar por descubrir

Emprendimos el camino hacia aquella famosa y a la vez olvidada vereda, y lo recordaré como uno de los bellos sacrificios que tuve que vivir. Para algunos, como yo, a pesar del esfuerzo es una linda experiencia, es satisfactorio al regreso, comentar lo vivido a familiares y amigos, llegar allí parece una de las hazañas del mítico y legendario Odiseo, tardamos alrededor de tres horas en motocicleta, y casi 4 horas caminando, debido a las condiciones climáticas.

Esta hazaña de la que les hablo es la que deben vivir a diario docenas de familias para llegar a su lugar de residencia, para sacar al mercado sus productos, o para comprar cosas que con el desarrollo mercantil se hicieron fundamentales para su vida.

El camino tiene una gran inclinación que hace difícil la movilidad, el suelo es resbaloso, quienes habitan allí logran evadir los entuertos del camino con mayor facilidad, debido a su cosechada experticia, quienes no, deben despojarse de sus vehículos a mitad de camino y empezar la caminata, aquella que te permite percibir paisajes inigualables, pues se logran ver algunos municipios (Neiva, Campoalegre, Rivera), ríos, montañas, cristales de nieve rondando entre las montañas y bosques nativos, cultivos de café y caña, y demás elementos propios de la vida rural, es más, propios de las mágicas selvas que nos ofrecen las cordilleras de los Andes.

Al caer la noche, se empieza a vislumbrar el bello paisaje que representan los centros poblados con su iluminación, las villas campestres, las avenidas de la capital y desde luego, el cambio generado por la especie humana, es decir, un contraste absoluto entre lo urbano y lo rural.

Las viviendas del sector se construyen al borde de los abismos, entre los cafetales o cañaverales, pequeñas y acogedoras, con servicios públicos limitados, por ejemplo el gas natural domiciliario no tiene presencia allí, aún la leña hace parte del diario vivir de las madres de familia, quienes en su mayoría son las que deben realizar las labores domésticas. En las paredes se conservan los clásicos almanaques de panaderías y ferreterías, fotos familiares y alguno que otro adorno navideño, esto último ha de ser por la temporada decembrina.

Al llegar al lugar, nos esperaba una de las tradicionales fiestas de quinceañeras, la vereda se reunía allí, y la visita de familiares y amigos que venían de otros lugares no se hizo esperar, el ambiente muy cálido y acogedor, además, y en esto quiero hacer hincapié, es que a pesar de las limitaciones económicas, jamás se titubeó en ofrecer un plato de comida, una cerveza, un saludo, un abrazo. Poco de eso encontramos en la ciudad.

Ustedes dirán que de eso se encuentra en las zonas rurales del país, y si, tienen razón, hasta aquí, nada particular. Lo que hace especial esta vereda son los más de 100 petroglifos que se encuentran en el sector, se evidencian grabados en formas de sol, de personas, de animales, de cruces, espirales. Estos cuentan historias, narran prácticas, sensaciones, sentimientos, nos hablan sobre los primeros habitantes de las tierras que hoy se denominan Rivera, en honor al poeta y denunciante de las peores atrocidades humanas de inicios del siglo XX en nuestro país, José Eustacio Rivera.

El nombre de la vereda es El Tambillo, palabra que deriva del concepto castizo tambo y hace referencia a hostería, posada o zona de descanso, a menos de 15 km del casco Urbano de Rivera (recuerden que tardamos alrededor de 7 horas para llegar), a 2000 msnm, con una temperatura promedio de 18°, con un suelo de características arcillosas.

De su fundación poco se sabe, los pobladores que recuerdan la vereda desde hace 50 años manifiestan que la recuerdan siempre igual y la mayoría de senderos formados por piedras ya estaban allí, solo mencionan cambios destacados como la construcción de la Escuela y la apertura de la vía para vehículos (en pésimas condiciones). Algunos dicen que los petroglifos fueron hechos por los Tamas, un pueblo indígena que habitó a mediados del milenio pasado en el oriente del departamento, a quienes consideran como primeros habitantes.

Aunque el relato de los habitantes liga la existencia de los petroglifos a los Tamas, en un informe sobre Rivera del 2006 asesorado por la Academia de Historia Huilense, afirma que “Ni los Tamas fueron quienes por primera vez habitaron estas tierras, ni de ellos son los petroglifos y esculturas del Tambillo”, habría que emprender acciones investigativas científicas que permitan construir certezas.

En el informe que menciono se destacan varias apreciaciones que quiero traer a colación; la primera, es que es común que la gente se pregunte ¿y eso para qué sirve? o que digan “un montón de piedras y ya”. Ante eso, el documento nos responde que la importancia de navegar y levantar conocimiento sobre estos vestigios ancestrales, es que de algún modo manifestarán las formas de ser y de hacer de nuestros antepasados en el mismo territorio en el que hoy habita la población riverense: ¿Qué hacían? ¿Quiénes eran? ¿Cómo vivían? ¿Qué de eso queda?

La segunda cuestión que se manifiesta es que más allá de conocer cómo vivieron nuestros antepasados en el mismo territorio y sobre como desarrollaron el proceso de artificialización del medio ambiente, es decir, las alteraciones antrópicas que se generan en el espacio mismo, nos permitirá conformar una leyenda integradora, y cimentar las bases estructurales para conformar una identidad riverense y más aún, fortalecer el arraigo solidario hacía el territorio y sus coterráneos.

Los petroglifos están allí, túneles, senderos y demás, ausentes de intervención por parte del Estado, y lógicamente, aún no cuenta con un proyecto ni turístico, ni académico, ni de conservación. Por lo anterior, es que turistas y algunos habitantes del sector (por desconocimiento) le han generado alteraciones, pues ni jornadas de capacitación para la conservación se han desarrollado en el sector.

En días anteriores, a manos de un comunicador social surcolombiano se escribió en el medio de comunicación Opanoticias al respecto, dejando al descubierto la postura de la administración municipal, la cual se ha limitado a un par de solicitudes y comunicados oficiales, dejando de lado la posibilidad de suscribir convenios con carga presupuestal con el ICANH, la institución competente para darle manejo al patrimonio arqueológico en el territorio nacional.

Con relación a ello, propongo que se empiecen las gestiones no solo con el ICANH, también con la Universidad Surcolombiana, que se encuentra ad portas de ofertar la carrera de Antropología con énfasis en arqueología, además de entablar relaciones con la Universidad Corhuila, que tiene carreras relacionadas con la promoción turística y la preservación del medio ambiente, generando un proyecto integral ambicioso de ecoturismo, dinamizando la economía local, teniendo en cuenta el carácter “turístico” del municipio, sin afectar la zona del Tambillo, que se encuentra muy cerca del Parque Natural Regional la Siberia, un espacio de conservación ambiental.

Por último, deseo invitarlos a que se arriesguen a vivir esa bella experiencia, allí hay gente que les vende la alimentación, hay camionetas que llevan a las personas hasta el lugar por un costo menor a 10.000 pesos. Sobra mencionar que es un espacio con poca presencia humana y por tanto con un bajo nivel de contaminación, es responsabilidad del turista no afectar el statu quo ambiental de la zona.

Por ahora, seguirá como incógnita la historia llamada El Tambillo.

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