El sofisma político del mérito

El sofisma político del mérito

Muchos piensan que no se debe votar por un candidato de izquierda porque los candidatos de esta corriente buscan premiar a personas que no lo merecen

Por: Santiago Echeverri
junio 14, 2018
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El sofisma político del mérito
Foto: Pixabay

En el contexto colombiano, ello se traduce en un argumento tan simplista como ingenuo: quienes votan por Petro lo quieren todo regalado. Antes de aceptar ese argumento, sería importante plantearse dos preguntas: ¿en qué condiciones consideramos que una acción es meritoria? y ¿qué bienes deben distribuirse por mérito? Las respuestas a ambas preguntas no son tan simples como nos los quieren hacer creer ciertos detractores de la izquierda.

Imaginemos a dos arqueros A y B que están compitiendo por una medalla de oro. Cada arquero tiene una sola oportunidad para lanzar su flecha. ¿Quién merece obtener la medalla de oro? Esta pregunta parece tener una respuesta obvia: el arquero que dio en el blanco o se acercó más al blanco (*).

El problema de este razonamiento es que hay muchas ocasiones en las cuales acertar en el blanco no es suficiente para merecer una medalla. Veamos algunos ejemplos. Podríamos descubrir que el blanco de A tenía un poderoso imán y que ese imán atrajo la flecha de A al centro del blanco. Podríamos descubrir que A tuvo acceso a un arco de última generación, mientras que B solo pudo utilizar un arco viejo que heredó de otro competidor. O podríamos descubrir que A tuvo todo el tiempo disponible para entrenarse, mientras que B solo pudo entrenarse durante su tiempo libre, pues tenía que trabajar durante el día entero para suplir las necesidades básicas de su familia. ¿Estaríamos dispuestos a afirmar que, a pesar de todas esas circunstancias externas, sólo A merecía la medalla?

Cuando decimos que una persona merece ser premiada por su éxito, suponemos que esa persona es la causa principal de dicho éxito. Cuando decidimos darle a alguien una medalla, suponemos que, al dar en el blanco, la persona demostró sus propias habilidades en el tiro al arco. Los ejemplos anteriores muestran que deberíamos ser mucho más cautos en nuestras atribuciones de mérito. Por un lado, hay muchas ocasiones en las cuales la causa principal del éxito no se encuentra únicamente en las habilidades de la persona (como lo ilustra el ejemplo del imán). Por otro lado, las habilidades de una persona pueden estar determinadas por factores externos que no dependen de dicha persona (como lo ilustran los casos en que sólo A tuviera un arco de última generación y todo el tiempo disponible para entrenarse). Dado que son muchos los factores externos que determinan el éxito de nuestras acciones, es problemático atribuir ciertos premios atendiendo únicamente al esfuerzo respectivo.

Quienes argumentan en contra de las propuestas de izquierda pensando que los votantes de izquierda lo quieren todo regalado pasan por alto el papel crucial de los factores externos para el éxito. Suponen de manera ingenua que basta con mirar el esfuerzo de una persona y los éxitos que obtuvo para concluir que esa persona merece lo que tiene. Por supuesto, el esfuerzo es un factor determinante para determinar quiénes merecen ciertos bienes. Pero he aquí el error fundamental de dichos votantes: las propuestas de izquierda no deben entenderse como un proyecto de atribuir premios a quienes no los merecen. Por el contrario, dichas propuestas buscan establecer condiciones externas equitativas para que quienes obtienen ciertos bienes sean quienes realmente los merecen y no simplemente aquellos que, por un accidente del destino, o un imán oculto en su pasado familiar, han gozado de condiciones externas privilegiadas. La salud, la educación y una vivienda digna no son premios por nuestros méritos. Son condiciones externas mínimas sin las cuales cualquier atribución de mérito es una simple ilusión, una hermosa historia contada por los ganadores.

Si esta reflexión parece muy abstracta, un simple ejercicio de memoria podría ayudarle a nuestro lector de derecha a poner los pies en la tierra. Piense en cuánto pagó por su libreta militar (para no tener que ir a matar guerrilleros y así disfrutar de un año sabático en el extranjero). Piense en cómo nunca se le pasó por la cabeza estudiar en una universidad pública porque pensaba que las universidades privadas son mucho mejores y ofrecen mejores perspectivas laborales. Piense en cómo se sentiría si tuviera que tener que esperar durante meses por una cita médica, en lugar de pagarle a un médico particular de confianza sin escatimar en los costos de su tratamiento. Piense en cómo sería tratar de prepararse para un examen mientras comparte la misma habitación con todo su grupo familiar, al cual le interesan más las telenovelas que el silencio necesario para el buen aprendizaje. Piense en cómo la palanca de un tío, un primo o un amigo del colegio le permitió obtener su cargo actual. ¿Le resultan familiares esos pensamientos y aun así estigmatiza a los votantes de izquierda? Si ese es su caso, usted no está abogando por premiar a quienes tienen mayores méritos. Su único objetivo es continuar ganándose las medallas de oro, mientras los demás compiten sin imanes, con arcos viejos y sin entrenamiento previo.

(*) El ejemplo del arco proviene de la epistemología de la virtud de Ernest Sosa. Véase: Ernest Sosa, Knowing Full Well, Princeton, Oxford University Press, 2011.

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