La Candelaria es una localidad cargada de historia, con calles empedradas, relatos de antaño y construcciones que se han mantenido en pie a pesar del paso del tiempo. Uno de esos lugares es el conjunto residencial conocido hoy como Calle del Sol. Aunque muchos lo identifican por su actual función, este sitio ha tenido múltiples vidas y nombres. Desde la época colonial ya se hablaba de la “Calle del Sol”, ubicada entre la calle 11 y 12 con carrera tercera. Sin embargo, fue décadas después cuando se levantó allí el imponente edificio neogótico en el centro de Bogotá que aún se alza en pleno corazón de Bogotá, obra impulsada por el sacerdote francés.
El edificio neogótico del centro de Bogotá que arrancó con vocación religiosa
La construcción del edificio inició en 1917, bajo la dirección de Arnaud, quien no solo era sacerdote, sino también arquitecto. El propósito inicial era ambicioso: albergar el Seminario Mayor de Bogotá, destinado a la formación de futuros sacerdotes. Desde sus primeros años, la edificación llamó la atención por su diseño neogótico, poco común en Bogotá, y por su monumentalidad.
Con el paso del tiempo, el edificio no solo fue testigo de momentos claves para la ciudad, sino también protagonista. Se dice que durante el Bogotazo, el violento levantamiento del 9 de abril de 1948, el lugar sirvió como refugio para reclusos y depósito de los cuerpos de manifestantes fallecidos. Como muchas construcciones del centro histórico, también sufrió daños. No obstante, fue restaurado en 1953 por orden del entonces presidente Gustavo Rojas Pinilla, quien le daría un nuevo sentido, muy alejado de su función religiosa original.
De templo al espionaje: el paso del SIC y el DAS
Durante la presidencia de Rojas Pinilla, el edificio fue designado como sede del Servicio de Inteligencia Secreto de Colombia (SIC), institución que con el tiempo se transformaría en el DAS (Departamento Administrativo de Seguridad). Algunos testimonios aseguran que en los sótanos del edificio se realizaron torturas e interrogatorios, parte de los esfuerzos del Estado para evitar la expansión del comunismo en el país.
Después, funcionó como estación de Policía hasta 1979, y más adelante albergó un colegio reservado. Pero tras tantos usos y transformaciones, el edificio terminó abandonado y deteriorado, una joya arquitectónica relegada al olvido, a pesar de su historia y valor patrimonial.
Un proyecto frustrado y una nueva oportunidad
En 1980, Colcultura adquirió el predio con la intención de convertirlo en sede del Archivo General de la Nación. Sin embargo, el proyecto nunca se concretó. Años más tarde, un nuevo grupo de inversionistas —colombianos y extranjeros— vio en la estructura una oportunidad para darle nueva vida al edificio y aportar al renacer del centro de Bogotá.
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El predio fue adquirido mediante una permuta con el Banco Central Hipotecario, entidad que además patrocinó la financiación del proyecto. El liderazgo de la restauración recayó en Patrimonio Urbano, firma colombo-española, y la ejecución fue encomendada a Rubio y Gómez Ltda, empresa conformada por los reconocidos arquitectos Arturo Robledo, Paulino Gómez y Guillermo Rubio.
El renacer de Calle del Sol, el edificio que creó el famoso sacerdote francés
Tras un proceso riguroso de restauración, en 1992 se inauguró el nuevo conjunto residencial Calle del Sol. El proyecto llegó justo en un momento en que las autoridades buscaban revitalizar el centro histórico de Bogotá, y el resultado fue una exitosa recuperación de un inmueble con alto valor histórico y arquitectónico.
Hoy, el edificio alberga 71 apartamentos: 4 de un solo nivel, 64 tipo dúplex y 3 tipo tríplex. Aunque por fuera conserva esa estética neogótica imponente que lo hace destacar entre las construcciones del sector, por dentro ofrece comodidad, diseño y modernidad.
Los antiguos sótanos, que antes fueron escenario de oscuras historias, hoy son parte integral de un espacio habitacional que refleja transformación y memoria. Calle del Sol es prueba de cómo el patrimonio puede reinventarse, resistir al olvido y seguir contando historias a cada visitante curioso que se detiene a admirarlo.
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