El rechazo a las Farc y el guerrerismo del Eln

El rechazo a las Farc y el guerrerismo del Eln

"Esta sociedad no cambia de la noche a la mañana, ni imponiéndose un grupo armado, porque el siglo XX nos demostró la utopía de este sueño"

Por: Leandro Felipe Solarte Nates
febrero 12, 2018
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El rechazo a las Farc y el guerrerismo del Eln

El panorama noticioso de estos días en el país estuvo marcado por el anuncio de las Farc de suspender su campaña electoral debido al rechazo exagerado y hasta violento, durante manifestaciones públicas organizadas en distintas ciudades; el problema de las basuras de Bogotá; el ascenso meteórico de Petro en las encuestas para la presidencia de la República; la alegría desbordada del Carnaval de Barranquilla, días después del cruento atentado perpetrado hace días por el Eln; y la declaratoria por este grupo guerrillero del paro armado del 10 al 13 de febrero, con el desarrollo de ataques a la fuerza pública, en Corinto y diversos atentados ejecutados por comandos en vías y oleoductos de varios departamentos.

En el caso del Eln, después de la ruptura del cese al fuego bilateral, que duró 101 días, hasta el momento han fracasado los intentos del gobierno nacional con su nuevo equipo para reanudar negociaciones con el comando central de esa organización. De hecho, acaban de designar a Iván Cepeda y Álvaro Leyva como alternativas para romper el hielo.

Según varios conocedores de la estructura del Eln, en la organización no hay unidad de mando y criterios, como las que existían en las Farc. Además, la influencia de sectores "guerreristas", que aún creen que por la lucha armada pueden tomarse el poder, ha dificultado darle vía libre a las negociaciones y más en vísperas de elecciones, cuando se sienten fuertes, después de aprovechar el cese al fuego de octubre al 10 de enero, ocupando espacios dejados por los desmovilizados de las Farc y reclutando más hombres para continuar con acciones armadas y atentados contra los oleoductos, vías y redes eléctricas y de paso boicotear las elecciones de marzo para Congreso y de mayo y junio para las presidenciales.

Críticos del militarismo del Eln, entre ellos exmilitantes de la organización, consideran que algunos líderes del comando central, tienen una visión del país de los años 80, sin considerar los cambios que sufrió la geopolítica mundial con el desmorone de la cortina de hierro y en el país a partir de la Constitución del 91, que favoreció la participación de la izquierda democrática en la vida política nacional y en las elecciones.

Hasta los años 80 y  90, cuando se desmovilizaron el Epl, el Quintín Lame, el Prt y el M-19, las guerrillas eran vistas con simpatía por amplios sectores de la población, especialmente entre la juventud. La prueba fue los más de 800.000 votos que obtuvo el M-19 por sus candidatos a la Constituyente, donde obtuvieron la tercera parte de escaños y la gran acogida que en manifestaciones públicas tenían líderes como Pizarro y Navarro.

Después de la Constitución del 91 mejoraron las condiciones para que la izquierda democrática  adelantara sus campañas; pero el fantasma de las guerrillas entorpeció su acción y fortalecimiento, como para acceder por las urnas al gobierno, tal como sucedió en Chile, Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador y Uruguay. A partir de su vinculación con el narcotráfico, las Farc se fortalecieron económica, numérica y militarmente, pero el arraigo entre la población solo se concentró en sus áreas rurales de influencia.

Enmontados creían que las masas todavía los veían como a los guerrilleros románticos de los 60, 70 y 80, simbolizados en los afiches del Che Guevara. Ahora, cuando los de las Farc dejaron las armas y salieron a hacer campaña, se encontraron con la realidad, sin ignorar que los atropellos y saboteos sufridos en sus manifestaciones han sido instigados por dirigentes del Centro Democrático, desesperados por subir en las encuestas.

Los del Eln todavía creen que matando policías con bombas y volando oleoductos, contaminando el agua de la que beben los campesinos y habitantes de los pueblos, estos aún los consideran como sus héroes y liberadores. Cuando salgan a la plaza pública, si es que salen, se darán cuenta de la realidad. Son anacrónicos o de pronto, por su arraigo en territorio venezolano, están ayudándole a Maduro, manteniendo el conflicto en Colombia y sirviéndole de puntal, en caso de que en el país vecino estalle una confrontación armada o sea invadido por los Estados Unidos, que según le fue a Tillerson, en reciente visita, no encontró apoyo en los gobiernos de Colombia, Argentina y Perú.

Tampoco hay que ignorar el favor que le hacen al paramilitarismo. La represión a las Farc y al Eln, en los años 90 y 2000, cuando subió Uribe, le dio justificación a la encubierta acción paramilitar, con participación de los sectores más reaccionarios de la clase dirigente, política y  sectores de las fuerzas armadas, que auspiciaron a las Auc, sus masacres, asesinato de líderes populares y el despojo de sus tierras, entorpeciendo el fortalecimiento de la izquierda democrática y movimientos alternativos, tal como volvieron a hacerlo matando: desmovilizados de las Farc y líderes sociales que bregan por la restitución de tierras, contra la minería ilegal y por la sustitución de cultivos de uso ilícito.

Esta sociedad no cambia de la noche a la mañana, ni imponiéndose un grupo armado, porque el siglo XX nos demostró la utopía de este sueño, y en qué y en manos de quiénes terminaron las 'revoluciones'.

Héroes románticos y desprendidos de sus bienes y posiciones, como Bolívar, el Che y el cura Camilo Torres, casi siempre van rodeados de sus familiares y lugartenientes que van más por las ansias de poder y riqueza, verbigracia Venezuela, con el ‘cartel de lo soles’ y los familiares de Chávez, Maduro, Diosdado, etc, con sus cuentas millonarias en dólares y euros, congeladas en Estados Unidos y Europa.

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