El portazo que le pegó Martina García a Colombia

El portazo que le pegó Martina García a Colombia

Dejó a sus millones de fans para viajar a Los Angeles donde triunfa como actriz, sacándole la lengua a la farándula nacional con la revista TV y Novelas a la cabeza

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noviembre 02, 2018
El portazo que le pegó Martina García a Colombia

A finales de los noventa los jóvenes teníamos una obsesión: Martina García. No solo era hermosa, elegante como un puñal. También era talentosa. El debut fue tan fulgurante que tuvo que enfrentarse en escenas con dos de los más grandes actores de este país, Teresa Gutiérrez y Enrique Carriazo en la novela La guerra de las rosas. Y a veces se lo ganaba. A esa edad, mientras otras actrices soñaban con volverse modelos y portadas de cuadernos, Martina quería ser tan grande como Liv Ullman, como Ana Magnani, como las grandes de la historia.

Por eso se preparó con fiereza inusitada. Alfonso Ortiz, el gran preparador de actores de Colombia, no recuerda a nadie con tanta dedicación. Martina se levantaba sobre las cinco de la mañana, practicaba yoga y luego leía a Stanislavsky, a Lee Strasberg, a toda la santa lista. La obsesión de esta bogotana la llevaba desde niña cuando retrocedía una y otra vez la cinta de VHS de sus películas de Disney para aprenderse los diálogos y llevar siempre consigo a La Sirenita, A Aladino, al Rey de León.

La televisión nunca le interesó. La fama le daba igual. Buscaba la perfección. No se conformaba con ser el rostro perfecto que aparecía en las propagandas de Jeans and Jackets. A los veinte años se fue a Londres a aprender de la mano de profesores tan destacados como Ewan McGregor y Vincent Cassel en el Central School of Speech & Drama de Londres. Cinco años vivió en Londres, la ciudad en donde fue más ella. Descansar para ella significaba pasar tardes enteras en librerías de saldo o aprovechando y viendo en vivo a artistas como David Bowie que la acompañaron siempre en sus viejos discman.

Ella quería era llegar al cine y lo consiguió en el 2003 cuando debutó de la mano de Sergio Cabrera en Perder es cuestión de método, la adaptación de la novela de Santiago Gamboa. Uno de sus estrenos fue en el Colombo Americano. La sala de cine repleta y ella subida en la tarima a sus 22 años, como si fuera una aparición. Martina siempre tuvo un glamour, un garbo que la distanciaba de las actrices que salían de realitys o en novelas de mariachi. Ella era única. Su círculo de amigas en el medio siempre fue limitado. Eran Angie Cepeda, eran Juana Acosta, estrellas que partieron al exterior y se convirtieron en divas mundiales.

Nunca ningún vallenatero le dedicó una canción. Lo de ella eran los Rolling Stones, Depeche Mode. Nunca vio Yo me llamo, o Protagonistas de novela, estaba deslumbrándose con las películas de Lars Von Trier o Francois Ozon. Un día, hace cuatro años, salió del país como Marlon Moreno, como Juan Pablo Raba, para el único lugar en donde un actor puede cumplir, Los Ángeles.

Desde entonces y en silencio, sin el ruido mediático de Sofia Vergara, Martina se ha convertido en una de las actrices latinas que más aparecen en Hollywood. En el 2014 estuvo un par de capítulos en Homeland, la serie de FX que se ha constituido en una de las diez más importantes de esta década. Ese mismo año estuvo al lado de Javier Bardem dirigida por Alejandro González Iñarritu, el ganador del Oscar.

Martina García desapareció en este país pero solo para ser grande afuera. En Los Angeles y a sus 38 años sus distracciones son leer La Estética de Hegel y mientras TV y Novelas le dedica páginas enteras a la modelo del momento la revista europea Elle dice que ella es una “Sirena” y Le Figaro, uno de los diarios más vendidos de Francia, la definió como “una mujer de belleza grave, toda finura, la joven actriz es la revelación de Rabia. En cada plano refleja todas las tensiones”. Martina trabaja para el mundo, Colombia hace rato le quedo chiquita, por eso termina Phobia, la última película que hará en Hollywood.

 

 

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