El parque es para todos

El parque es para todos

Desde bailarines hasta escritores, los bogotanos pueden encontrar en 'Parques para todos' el espacio para expresar sus emociones a través del arte

Por: Jorge Enrique Marciales
abril 19, 2016
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El parque es para todos
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Es un día soleado en el parque San Andrés de la localidad de Engativá. Como ya es habitual, las familias practican algún deporte y se relajan tras haber soportado una larga jornada laboral de cinco días. De repente, un bullicio interrumpe la calma del lugar. En un costado del parque se puede ver un círculo de casi treinta personas, congregadas en torno a dos parejas de jóvenes vestidos con ropa ancha y zapatillas deportivas, quienes se desafían en medio de la mirada de los espectadores.

La tensión se adueña del ambiente por unos segundos. Carlos, uno de los protagonistas de la escena, encara visualmente a su contrincante, mientras espera el permiso de los jueces que están sentados en unas sillas Rimax de color blanco. “¿Listos?, que empiece la batalla”, grita uno de los animadores del evento.

Se crea un silencio breve y todos los ojos apuntan a la pequeña carpa del DJ, quien desde su consola, da inicio a la música. Inmediatamente Carlos da un paso hacia adelante, su rostro se transforma, ya no muestra la altanería que reflejaba en un principio sino que expresa una concentración absoluta, sus piernas dejan de temblar y comienza a bailar.

Giros, cruces de pies, medias lunas, y vueltas sobre el eje de la cabeza al mejor estilo de la película Beat Street, se llevan los aplausos del público. Un minuto después, una vez terminada la presentación, es el turno del rival para reivindicarse y “humillar” a su oponente a través del Break Dance.

Pero la fiesta no es solo para los bailarines, pues entre los espectadores, una niña de cinco años mueve las manos y repite la melodía que su padre le tararea al oído. Porque al fin y al cabo, el hip hop no es violencia ni discriminación, es un género incluyente que busca fortalecer los lazos y las relaciones de una comunidad. “Es una vía de escape y puedes expresarte de muchas maneras, pero desafortunadamente los medios lo han tergiversado”, dice William González más conocido como ‘Big boy repollo’, un hombre que ha dedicado su vida a trasmitirle a los jóvenes la verdadera esencia del hip hop: la paz, el respeto y la unidad.

Entretanto, en el otro extremo del parque comienza a formarse una pequeña multitud. Están emocionados. Parece que esperan algo o a alguien especial, pues ninguna de las 20 personas que se encuentran reunidas quiere alejarse del escenario móvil colocado por Idartes.  Diez minutos después, cuatros niños uniformados con un jean azul y una camiseta blanca, suben tímidamente a la tarima, ajustan los micrófonos a su altura y saludan al público que los vino a ver.

Entre ellos resalta Tatiana Soriano, quien con quince años es la mayor del grupo. Tras alistar los papeles que lleva en su mano, toma aire y comienza a hablar: “El poema se llama Tocan a la puerta”, dice en voz baja. En los cafetales, el canto del pájaro fue reemplazado por el quejido de las armas, una lluvia de sangre alimenta el miedo, el olvido de la multitud es cómplice de la noche, las madres se han quedado sin lágrimas, en la casa cae un cuerpo”.

En medio de aplausos, Tatiana se aparta del micrófono y le cede el turno a su compañero Mateo Wilches. Se le ve seguro, y a pesar de tener tan solo nueve años, se planta en el escenario con la firmeza de un escritor consumado. “Submarino de flores: Tu camino renace, florece la esperanza, el fruto de tus ojos observa el camino del mutilado, el hombre arranca tu cabello, la roza, pero tu destino es diferente. Existe un final alterno, el pájaro blanco va por ti, va por tu espíritu, la lluvia de pájaros es nueva e infinita”.

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Ambos hacen parte de los Centros Locales de Arte y Cultura (Clan), una iniciativa de Idartes, en donde los jóvenes pueden desarrollar sus habilidades artísticas de forma gratuita. “Antes yo me dedicaba solo al colegio, conocía muy poco de la literatura, leía poco y con el Clan todo cambió”, cuenta Tatiana, quien ahora sueña con convertirse en una importante gestora cultural.

Si bien en un principio puede parecer que estas dos historias no se relacionan, los bailarines de hip hop William y Carlos, tienen algo en común con los jóvenes escritores del Clan: gracias al programa “Parques para todos” de Idartes varias personas pueden encontrar el espacio necesario para poder expresar sus emociones a través del arte. Porque el parque es para todos y no importan las clases sociales o los gustos personales, ya lo dijo 'Big boy repollo', “la cultura no discrimina”.

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