El papel del maestro ante la crisis

El papel del maestro ante la crisis

El desafío es superar la 'educación bancaria', como señalaba Freire: es decir, dejar atrás prejuicios y posibilitarnos una actitud dialógica, abierta, respetuosa y amorosa

Por: Willian Fredy Palta Velasco
mayo 14, 2021
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El papel del maestro ante la crisis

El ejercicio pedagógico en la actual realidad colombiana experimenta momentos significativos que le exigen revisar el lugar del maestro en la coyuntura social y política que estamos afrontando. Ha sido evidente cómo desde algunos sectores se quiere que los maestros se limiten a repetir lecciones de los libros y a enseñar los discursos hegemónicos que permitan mantener el statu quo establecido, o de lo contrario reciben la censura y la crítica injusta.

Por otro lado, se le exige que forme ciudadanos críticos que sean capaces de asumir su responsabilidad como agentes políticos generadores de las transformaciones sociales que el país necesita. Lo cierto es que para el maestro el silencio no es una opción, su responsabilidad ética y política le compromete asumir una posición frente a las dinámicas que acontecen en la sociedad. La neutralidad no cabe en la práctica pedagógica, su praxis es un llamado a la consciencia social. Por eso muchos se sienten confrontados y hasta amenazados porque la educación es transformación que subvierte el orden cuando este se torna injusto e inhumano. Esta realidad es descrita de manera clara en la canción el maestro de Patxi Andión:

el cura cree que es ateo

y el alcalde comunista,

y el cabo jefe de puesto

piensa que es un anarquista

La praxis pedagógica, por lo tanto, implica una responsabilidad ética reservada a personas capaces de ver al mundo con otros ojos, a quienes son capaces de mantener la esperanza en medio tantas tragedias e injusticias. Todo sistema totalitario quiere anular la alegría y la esperanza, pero frente a todos estos sistemas están los maestros y maestras resistiendo, es decir, alimentando los sueños de un mañana mejor. Esto ha permitido que en estas movilizaciones se vean muchos jóvenes inspirados en la vida y palabras de sus maestros luchando incansablemente por hacer realidad esos ideales de justicia que les permita vivir un mañana mejor.

Los maestros y maestras albergan en su ser la entereza para superar el rechazo y el estigma social que en ocasiones se posa sobre su labor, se levantan cada día a seguir buscando nuevos horizontes. Por eso, los vemos a diario buscando alternativas para ofrecer a los alumnos espacios vitales donde sea posible los aprendizajes llenos de sensibilidad social, rigor académico y espíritu transformador, por eso, su práctica pedagógica no se queda en las aulas, sino que transciende y se hace presente en las calles buscando dignidad y justicia. En este sentido, Paulo Freire señala que “es evidente que reconocer la importancia de nuestra tarea no significa pensar que es la más importante de todas. Significa reconocer que es fundamental. Y algo más: indispensable para la vida social. Por eso no puedo formarme para la docencia solo porque no hubo otra oportunidad para mí, y menos aún porque mientras me "prepare" espero un casamiento. Con estas motivaciones, que sugieren más o menos el perfil de la práctica educativa, estoy en ella como quien pasa una lluvia”.

Ser maestro, entonces, no es solo un trabajo que se realiza, sino que es una vida que se compromete. Es asumir un estilo de vida que configura el pensar, sentir y actuar. La vida en las aulas transforma, trasciende: se hace praxis social, porque se hace consciencia del compromiso ético-político que implica asumir una actitud de humildad, entrega y servicio, es por esto que la práctica de maestros y maestras no se concentra en buscar un status social, sino su lucha es la transformación de realidades que impiden vivir con dignidad. Indudablemente, hay personas en el ejercicio que aún no albergan esta vocación de maestros, todavía existen mercenarios de la pedagogía que realizan prácticas que, concentrados en contenidos, llevan a que se desarrollen su labor como una acción rutinaria, fría e insensible de “dictar clases”, donde solo existe su palabra en un soliloquio incomprensible para los estudiantes. Son aquellos que impiden todo espacio dialógico, democrático. Hacen del aula un espacio mecánico, pero no democrático. Son aquellos preocupados más por “los contenidos y las calificaciones” que por la realidad social y política en la que acontece la vida.

Hoy, por lo tanto, el desafío es superar la “educación bancaria”, como señalaba Freire. Esto es dejar atrás prejuicios y posibilitarnos una actitud dialógica, abierta, respetuosa y amorosa, lejos del temor que nos hace sentir perseguidos. Por eso es necesario superar el activismo escolar que se ha apoderado de la educación en todos los niveles, porque la labor del maestro no se puede reducir a una producción de profesionales en serie, pero alejada de todo compromiso y responsabilidad social. Es por esto que ante situaciones de crisis el maestro tiene una palabra privilegiada para reflexionar, confrontar, dialogar, debatir, preguntar y construir. El aula es un espacio político, negar esta dimensión es desconocer la función social de la educación, seria reducirla a un pobre espectáculo que solo busca el aplauso, pero no el aprendizaje, por eso Estanislao Zuleta nos ha dejado a todos los que nos dedicamos a la educación una tarea profundamente ética y comprometidamente política, y es la de formar seres humanos que subviertan el sistema que amenaza la vida, la paz y la justicia, porque para Zuleta: “Todo hombre racional es un hombre desadaptado, porque es un hombre que pregunta. Por el contrario, el hombre adaptado es un hombre que obedece. El sistema necesita formar gente que haya interiorizado una relación de humildad con el saber. La educación lo logra y ese es nuestro sistema educativo. Formar gentes por medio de la educación que sean capaces de preguntar, que sean capaces de desatar lo que llevan en sí de aspiración y búsqueda, sería formar hombres inadaptados al sistema”.

Por lo tanto, en este día donde celebramos el día del maestro, les reconocemos su ardua labor. Muchos de sus compañeros y estudiantes hoy están haciendo historia. Los maestros y maestras son ejemplo de resistencia porque han tenido que luchar contra la incomprensión, la estigmatización, la explotación y la presión, sin embargo, no se dejan robar esa gran riqueza que aguardan en su corazón de maestros: el profundo amor por sus estudiantes que los motiva a luchar por un mejor país. ¡Feliz día, maestros!

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